Los desposeídos
Las Novelas ·
Esta obra «no estaba destinada solamente a denunciar la desatención del mundo rural de entonces sino que en aquel crudo alegato de Delibes hay una resonancia que llega hasta hoy mismo»Tomás Sánchez Santiago
Valladolid
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:47
El pacto de lectura con todo libro es movedizo. Acudimos de nuevo a obras leídas anteriormente y encontramos matices y revelaciones que entonces pasaron inadvertidas; y se impone una lectura diferente, pasada por el tamiz de la nueva actualidad con la que la contrastamos. Leo de nuevo 'Las ratas', tantos años después, y compruebo qué lejos queda el mundo descarnado y rural, casi neolítico, reflejado en esa novela de 1962. Y, sin embargo, en esta lectura personal de 2020 alberga uno la convicción de que 'Las ratas' no estaba destinada solamente a denunciar la desatención del mundo rural de entonces sino que en aquel crudo alegato de Delibes hay una resonancia que llega hasta hoy mismo, cuando se ha desatado un clamor general de indignación a fin de salvar, en la España asimétrica que se ha ido fraguando taimadamente desde hace casi 200 años, esa parte del país condenada primero a empobrecerse y luego, tras los espejismos de las modernizaciones tecnológicas y subvenciones de los mandarines económicos, a desaparecer por consunción demográfica. Y pierden todo su sentido aquellas acusaciones a Delibes por ejercer de visionario apocalíptico, por ver nada más 'un mundo que agoniza' y no defender a ultranza el progreso ciego que arrasó un tipo de sabiduría ya calcinada.
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En 'Las ratas' se mantienen vigentes los fundamentos de un mundo que no comprende la horrible geometría de las decisiones administrativas que siguen haciendo de las relaciones humanas terreno abonado a la injusticia y al drama. En realidad, 'Las ratas' es una novela de desposeídos. Aquellos campesinos castellanos retratados por Delibes son hoy los desahuciados, los inmigrantes que escapan del horror o los abandonados a su suerte por no pertenecer al compás del mundo. Delibes, a su manera, es nuestro particular Gorki, acentuado en novelas como esta o en sus 'Viejas historias de Castilla la Vieja' o en 'Los santos inocentes', en las que no se escamotea la crueldad ni la elementalidad, investida de bárbara inocencia, de una población que convive en el ensimismamiento con lo más primitivo de la tierra.
«Aquellos campesinos castellanos son hoy los desahuciados, los inmigrantes que escapan del horror o los abandonados a su suerte»
Tomás Sánchez Santiago
Cuando volvamos a preguntarnos dónde han ido a parar nuestras vinculaciones obligatorias con este planeta tan malherido, tan maltratado, habrá que revisar necesariamente el mundo narrativo de Miguel Delibes, un mundo lleno de avisos y de recados a los que no se atendió cuando aún era posible corregir los desmanes de un progreso sin retorno. Entonces volveremos a saber leer 'Las ratas' de otro modo: la negación del ratero a salir de su medio natural, la sabiduría del Nini fundada en la bondad y en la observación, el comportamiento paniaguado de quienes sirven al poder desde tentáculos en apariencia inofensivos pero tan dañinos… El realismo pedestre y brutal que domina esta obra tuvo siempre otro alcance simbólico que hace de 'Las ratas' una escritura arquetípica que trasciende lo local y donde caben, en un rincón absorto de Castilla, todos los rostros posibles del ser humano. Los de entonces y los de ahora. Los de siempre.
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