Lola Herrera: «Aquí venimos a aprender y, cuando ya sabemos algo, nos vamos»
La actriz recibe la Medalla de Oro de la Ciudad este lunes y cierra en el Calderón la gira de 'Cinco horas con Mario'
La niña de las Delicias que su padre acunaba cantando tangos vuelve este lunes a Valladolid para recibir la Medalla de Oro de la Ciudad. ... Lola Herrera se dejará querer y después ofrecerá las dos últimas representaciones de 'Cinco horas con Mario', un poco a petición popular –agotadas las entradas–, un poco por agradecimiento. Repite la palabra trabajo, como el ancla que sujeta la fantasía de ser otras a la realidad. En la placa que lleva su nombre en el Calderón escribió: «El teatro me ha regalado un montón de vidas». Cuando vuelve a ser ella, tras la función, le gusta leer en la cama. Pero se queja de que no puede: «Mis brazos no soportan bien los libros». A sus 86 años se considera una buena «administradora de energías».
–De la calle Arca Real a embajadora del Teatro Calderón ¿ha sido un sueño cumplido vivir 68 años de y en los escenario?
–No pude imaginar que fuera así. Una puede tener ilusiones pero cuando empecé a cantar no pensé en dedicarme a eso. Tenía 12 años y canté hasta los 14. En aquel momento tenía la alegría de cantar pero tampoco tenía metas. No soy una mujer de metas, las cosas han ido apareciendo y yo he ido agarrándome a lo que me llegaba y volcándome, el trabajo con el interés de hacerlo lo mejor posible a la larga y a la corta tiene su frutos.
–¿Dejó la música por la interpretación?
–No me dio tiempo a tomar decisiones. En mi vida casi todo casual, no tenia intención de dedicarme a cantar, fue un concurso radiofónico y entre los vecinos deciden que vayas un día pensando que sería un día y luego a casa. Pero fueron más, y más concursos, sin querer quedarme en el escenario. Me quedé en Radio Valladolid, luego fui la Ser en Madrid y todo se fue encadenando, no es un sueño planificado y realizado a medida. En la vida te van sucediendo cosas, encontré la interpretación de pasada. Nunca soñé con actriz, no es un sueño logrado sino un descubrimiento a lo largo de un camino que comencé con 19 años. Luego me pusieron en un sitio que tenía que interpretar y descubrí lo maravilloso que era ser otra, meterme en la piel de un personaje. Empecé a aprender y me fascinó la idea. El poder ser otra, meterte en vida de un personaje es tan fantástico que aquí me tienes con 86 años entrando y saliendo de la piel de personajes y disfrutando de felicidad total.
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Un Mario con rasgos del amigo de Miguel
–De la radio al teatro, la televisión y el cine. ¿Cuál ha sido definitivo para usted?
–El teatro, es la madre y padre de todo para mí. Realmente el teatro es una escuela fantástica, es en directo, eso que va desapareciendo de otros espectáculos que son todo grabados, enlatados. El teatro es reducto del encuentro de espectadores e intérpretes donde pasan cosas que no ocurren en otros sitios. Es mi pasión.
–Tras una temporada cerrados ¿se ha hecho más especial encuentro?
–Se ha hecho más especial en todos los campos. El encierro nos ha hecho desear salir y comunicarnos. Durante el encierro la gente ha consumido lo que ha podido. Luego empezó a haber algo, nuestra compañía en seguida salió a cumplir nuestros compromisos. Lo hemos retomado, tanto el público como nosotros, con una gratificación especial porque hemos tenido tiempo de valorar lo que es estar mal. Estar bien poder es disfrutar de salir, encontrarte con la gente aunque sea con mascarilla, pero creo que lo vivido debiera servir para valorar muchas cosas. Ha sido una experiencia dura y única, el tiempo nos dirá.
–Nació en la II República, pasó la guerra, la dictadura y vive la democracia. ¿Algo bueno de cada momento?
–No me dio tiempo a nada en la república, nací el 30 de junio de 1935. De la dictadura nada bueno. Yde la democracia lo que es, tiene sus pros y sus contras pero es lo mejor que se ha inventado hasta ahora, parece que no hay otra fórmula.Debemos cuidarla mejorarla. Hay errores, aciertos, pero es democracia.
–¿Hasta qué punto le han condicionado la carrera directores, agentes, compañías?
–Todo influye, vas haciendo camino y aprendes. Nunca me marqué ninguna meta ni de conocer a no sé quién, ni de trabajar con no sé cuántos. Me han ido viniendo las cosas.No tenía tiempo ni mi situación me permitía elegir. He ido aprovechando lo que me caía en las manos. Lo que tenía que hacer, lo he ido haciendo y todo ha influido. Casi siempre para bien, de todo se aprende incluso el camino que no debes repetir. Para mí el teatro ha sido una escuela. Te vas quedando con lo mejor, la experiencia sirve y, después de tantos años y si no eres tonta, sabes que las experiencias malas hay que quitarlas, las que se puede porque algunas vienen de plano. Aquí venimos a aprender, cuando ya sabemos algo nos vamos.
–Con José Sámano y Josefina Molina forman el trío más estable del teatro español del XX. ¿Cuál es la fórmula?
–La gente como nosotros dura porque nos hemos entendido, respetado, compartido, han coincidido nuestros deseos, nuestras ganas y riesgos. Las personas clave en mi vida son José Sámano, Josefina Molina y Miguel Delibes, de hecho él nos unió, su texto. Por él nos encontramos y solo nos ha separado la muerte. José se fue demasiado pronto. Le siento siempre muy cerca. Y con Josefina seguimos disfrutando de nuestra amistad, de nuestro cariño, porque es muy importante tener personas con las que hablar de la vida, del trabajo e incluso de lo peor.
–Con 'Cinco horas con Mario' se adelantó a su tiempo siendo monologuista, aunque no cómica.
–Esto no hacía reír al principio, durante unos cuantos años no se oía ni un respiro en el teatro, era una tragedia. Se estrenó en 1979, aún estábamos todos consternados por lo vivido, había autocensura a la hora de reírte de algo que no parecía correcto. Lo cogimos porque nos fascinó lo que escribió Miguel, era el reflejo de una situación vivida, una parte de nuestra historia y un personaje que tenía muchas razones sobre el escenario para ser espejo de muchas mujeres.
–¿Ese espejo sigue reflejando?
–Sí hay más 'menchus' de lo deseable. Las mujeres hemos dado pasos de gigante pero eso pasos siempre tienen una fragilidad ante lo que pueda venir y lo que pueda pasar. Es como si no tuvieran consistencia, hay que estar alerta y vigilante para no dar pasos atrás. Quedan muchos por dar. Me refiero a 'menchus' retrogradas, que ahora aparecen en muchos grupos y antes estaban más ocultas.
–Usted es muy familiar, en el sentido amplio ¿cómo ve a la familia hoy?
–La familia, como la sociedad, es una consecuencia de cómo se vive en el país. Si la mujer se incorpora al trabajo, después de haber sido cuidadoras de todos, entonces esto se desmorona, no existe el soporte que mantenía unida a la familia como ocurría cuando estábamos en casa. Eso ha habido que sustituirlo con otras cosas que parece no dan mismos resultado. Aún no se ha encontrado la fórmula. algunas familia lo logran con medios económicos pero otras no. Hay que crear una familia a la altura de las circunstancias. Nada es igual, las costumbres y las formas se diluyen. La mayoría de las mamás no esperan en casa. El mundo ha cambiado y tenemos que solucionar las cosas a medida que llegan, socialmente es un problema difícil porque no va a la velocidad del resto.
–Como actriz y en el escenario es dueña del tiempo, la cadencia la marca usted ¿eso sí que es un superpoder?
–Esto tiene un tiempo y una medida, la representación está pautada desde los ensayos. Pero en la vida, la velocidad me pilla igual que a todos. La manera de acudir al teatro y hacerlo en España es muy distinta hoy de antes, cuando eran giras organizadas e ibas por zonas geográficas. Ahora saltas el mapa todos los días. Ayer llegué desde Barcelona, todo el día en carretera. Me afecta lo mismo que al resto de ciudadanos con la diferencia de que a los mayores nos toca más. Pero el mundo nos afecta a todos.
–El domingo Castilla y León celebra elecciones. ¿Cómo ve a su comunidad?
–Hay un cuento de la lechera siempre con las elecciones y las estadísticas que da un poco de risa porque parece poco serio. La valoración debe ser de los votantes. Creo que a veces no escuchan bien lo que se dice, hay gente muy ciega aunque cada uno es dueño de su persona. Los ciudadanos tenemos una responsabilidad grande a la hora de que nuestro país tengo o no. Nosotros debiéramos tomar parte en los resultados de la política. Parece que hay gente muy confundida. Pero ya se sabe, a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
–Hace tiempo batalló por bajar el IVAcultural y por el estatuto del artista. ¿Pasan los gobiernos y no se mueve nada?
–La cultura no es el fuerte ni la necesidad más urgente en España. Todo va muy despacio, se da un paso adelante y dos atrás. Desearía que los que pueden hacerlo se empeñen en que el país ame más la cultura, pero no me refiero a la de mayúsculas de grandes escritores o músicos, sino la de las formas. Vemos cada día en el Congreso y en la televisión que no hay más protagonistas que los políticos y oímos en demasiadas ocasiones mensajes muy burdos. Hay una manera de estar y de hablar que ayuda a la gente, con educación incluso cuando hay que insultar a alguien, hay que hacerlo con las mejores palabras. La cultura debe empezar ¡en el Congreso, hay gente extraordinaria que mantiene las formas y otros que se comportan de forma barrio bajera y horrorosa. Eso no es ejemplo para nadie. La cultura es hablar bien, saber dirigirte a los demás.
–¿Nunca ambicionó Hispanoamérica?
–Tuve posibilidades cuando era joven. Me contrataban en Televisa pero no quise ir a México. Tenía hijos pequeños y mucho que hacer aquí. No he tenido ninguna necesidad de salir.
–¿Algún personaje que desee hacer y no ha llegado?
–Nunca he perseguido a un personaje, he hecho lo que me ha ido llegando. He tenido una vida muy entretenida con muchas obligaciones y poco tiempo para pensar, quizá no tengo tantas condiciones como para ocuparme de lo que quiero hacer. He tenido que hacer cosas que me gustan menos, otras más y algunas que me han fascinado. Creo que es así para acaso todos en esta profesión. Por lo único que he batallado fue por las 'Cinco horas con Mario' y tampoco en un principio. Cuando he visto un personaje que me ha gustado he pensado qué bien hecho está por esa persona.
–¿Se imagina sin Menchu?
–No necesito a Menchu. La he representado pero es un trabajo. Afortunadamente el trabajo es muy variado. Esto está hecho por más tiempo de que imaginé, vamos por la cuarta generación que viene a ver la función. Cierro en Valladolid algo que se alargó. Lo retomadmos para el cincuenta aniversario de la novela en 2016 y todo aquello trajo lo de hoy, un aluvión de compromisos. Seguimos por la respuesta del público. Migue Delibes está totalmente de moda.
–¿El aplauso es su alimento?
–Es una fórmula de siempre, si no hubiera aplausos, los espectadores lo pasarían igual de bien o mal y los cómicos iríamos al camerino igualmente. Es agradable que premien tu trabajo con el aplauso. Pero el aplauso mayor para mí es lo que sucede a lo largo de representación entre público e interprete. Lo que me alimenta como actriz es poder comunicarme a través de lo que hago con tantísima gente. Eso es el juego mágico y maravilloso.
–¿Incluso cuando suena algún móvil?
–Con la pandemia han sonado bastante menos pero han seguido haciéndolo. Es una cuestión de educación y respeto. Algunas personas se deben de creer que los actores somos de cartón piedra y no oímos. Pero somos esponjas y un móvil sonando nos saca de quicio. Quizá con el tiempo inventen algo para que no suene automáticamente al entrara en un teatro. Ya no lo veré.
'Cinco horas con Mario'. 15 y 16 de febrero, 19:30 h. Teatro Calderón de Valladolid. Entradas agotadas.
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