José Mota: «El humor nos permite reconocernos como seres humanos imperfectos»
En compañía de Santiago Segura y Florentino Fernández actuará este sábado en Valladolid en el Centro Cultural Miguel Delibes
José Mota es el rey de las Nocheviejas, y uno de los humoristas más populares y queridos del país. También uno de los que con ... más lucidez reflexiona sobre el sentido de su trabajo, y acerca de su imprescindible función terapéutica y liberadora, como se pone de manifiesto en esta entrevista. Y como también se refleja en la gira 'El sentido del humor. Dos tontos y yo' que le traerá a Valladolid el sábado 22 de febrero, en dos únicas funciones (18.30 y 21.30). El espectáculo, que podrá verse en el Centro Cultural Miguel Delibes, brindará la ocasión de disfrutar de la vis cómica de Mota con el vértigo, la libertad y la imprevisibilidad que caracterizan al directo. Y en la inmejorable compañía de otros dos grandes de la comedia española, Florentino Fernández y Santiago Segura. Tres gigantes y tres estilos de humor.
- ¿Qué se encontrarán los espectadores que acudan a su espectáculo del próximo día 22 de febrero?
- El show parte de la iniciativa de tres amigos -Florentino, Santiago y yo- que quieren encontrarse de nuevo en el escenario. Y lo hacemos precisamente abordando el tema de la comedia, del humor como herramienta útil para la vida. A lo largo del espectáculo nos presentamos como teóricos, un poco como si estuviéramos dando una conferencia, y realizamos un repaso de lo que a nosotros nos parece que ha sido esa herramienta a lo largo de la humanidad: el primer chiste de la historia, el porqué del humor, modalidades humorísticas (monólogos, sketch…), la música en el humor... Y los ejemplos que disparamos para ilustrar cada una de estas cuestiones vienen a ser en sí mismos la comedia que proponemos a los espectadores en el show.
- La pregunta es obligada. ¿Para qué sirve el humor?
- El humor hoy sirve para lo que ha servido siempre. Es un refresco maravilloso para la mente, que nos recuerda cada vez que nos enfrentamos a él que ninguno de nosotros, y casi nada de lo que nos ocurre, es para tanto. Nos tomamos a veces la vida demasiado en serio, y está muy bien un golpe de comedia para recordarnos que estamos aquí de paso, que disfrutamos apenas un rato largo que luego se acaba, y que a veces magnificamos cuestiones que no tienen sentido ni verdadera importancia. El humor le quita hierro a las cosas, y creo que es un recordatorio maravilloso de que, en la medida de lo posible, debemos intentar vivir la vida con alegría. Para mí esta es la base del humor.
El humor es, además, un arma de construcción masiva. Cuando cuentas un chiste, o intentas hacer una gracia, la intención última, al menos en mi caso, es que el mundo sea un poco mejor, aunque sólo sea un grano de arroz mejor, y que ese momento de comedia sirva para construir, no para destruir. En este momento, con tanta crispación política y social, me parece que resulta ser un bálsamo maravilloso y necesario. La vida sin comedia sería invivible.
- ¿De dónde nace ese sentido cómico de la vida?
- Creo que en el comienzo de todo está la necesidad del que lo hace. El cómico tiene necesidad imperiosa de hacer humor, como terapia personal, en primer lugar. Es como una lavandería mental. Un show es como una gran lavadora en la que se mete toda la ropa sucia. Durante el espectáculo la máquina da vueltas, y cuando terminas, y sacas la ropa, te la encuentras arrugada, sí, pero limpia. Yo al final de cada show me siento muy feliz, porque me encuentro vacío de negatividad y lleno de la impresión de la gente. Por eso digo que el humor nace del imperioso deseo del cómico de contar cosas, y también del deseo de la gente afín de escucharlas. Es una comunión preciosa, cuando se produce.
- Pero ¿qué hace falta para conseguir que esa necesidad del humorista le llegue al público y se transforme en sonrisa?
-El epicentro de lo que yo entiendo por humor surge en gran parte de una mirada reflexiva sobre la miseria y la ruindad humanas. Cuando tú lo cuentas a un tercero, a ese tercero le hace gracia porque ve estas miserias reflejadas en otro que no es él. Nos gusta reírnos de nosotros mismos, pero mirándonos en el de enfrente. Y eso hace que ciertos monstruitos de uno salgan a pasear un rato. Y es muy saludable.
¿Que cómo se consigue? Pues tirándose con el paracaídas y siendo valiente. Antes de aparecer en el escenario tienes que haberlo pensado, tienes que haber ensayado y seleccionado lo que te parece que funciona y lo que no. Pero luego las cosas no transcurren nunca exactamente como tú las habías diseñado. El público termina de escribirte el show que tú habías pensado para ellos. Y hace que algunas líneas del libreto las quites sobre la marcha, y desaparezcan, mientras que otras, por el contrario, crecen y adquieren una dimensión imprevista. El show no está terminado del todo hasta que no es contado al público, que es el que te lo va redireccionando poco a poco. Eso es lo bonito que tienen las actuaciones sucesivas, que te ayudan a ir puliendo.
Luego hay un criterio general que se cumple siempre. Lo que es muy bueno en un sitio, como poco resulta bueno donde menos gusta. Sin embargo, lo que es simplemente bueno en un lugar puede resultar flojo en otro. Pero lo muy bueno muy bueno entra siempre bien, como poco.
- ¿Hay crueldad en el humor? Una crueldad inofensiva porque no se hace daño real a nadie, pero que nos permite desahogarnos y dar rienda suelta a la mala uva.
-Sí. Sin duda hay crueldad en el humor. Pero a mí esa crueldad sólo me vale si, al terminar de contar las historias, el espectador siente que el mundo es un poquito mejor, que se ha producido una especie de exorcismo. Es verdad que ha habido crueldad en el rito, pero han salido fuera nuestros monstruos interiores, los hemos visto y nos hemos reconocido como seres imperfectos. El humor lo que trae consigo es la aceptación personal. Querernos un poquito más a nosotros mismos, más allá de nuestras miserias. Y ese ejercicio me parece hiper saludable y muy bueno. Y por eso me parece que, si el humor apunta hacia esa meta, aunque haya crueldad por el camino, el fin justifica los medios.
- ¿Valoramos la comedia lo suficiente?
- Como la tenemos ahí, tan al alcance de la mano, no la apreciamos como se merece. Y eso se nota mucho, por ejemplo, en el mundo de los géneros cinematográficos, y especialmente en sus entregas de galardones, donde se premia muchísimo más el drama que la comedia. Aunque no haya nada más serio que el humor. Pero esta es una constante que yo detecto no sólo aquí sino en todo el mundo: la comedia es el hermano pequeño al que no se le presta demasiada atención. Y esto ha sido así a lo largo de la historia. Pero el humor es nuestro fiel amigo, por mucho que lo maltratemos. Es consustancial al ser humano. Su labor es ayudarnos a vivir en esta incertidumbre que es la vida.
- De un tiempo a esta parte se percibe en sus especiales de fin de año una creciente tendencia autorreferencial, una reflexión sobre el propio trabajo del humorista. En el de las pasadas navidades fue especialmente evidente, y esta gira apuntala esa tendencia. ¿Hay un afán reivindicativo del trabajo cómico?
-Creo que al pueblo se le ha robado la sonrisa, o al menos se le ha secado. Se le ha quedado el rictus congelado con todo lo que está ocurriendo en el mundo político. En el último especial de Fin de año planteé como solución ese Golpe de gracia que proponía; en primer lugar, para restarle hierro a todo, y, en segundo lugar, con la intención, justamente, de devolverle la sonrisa al pueblo.
Creo que la comedia va de la mano del drama y, si miras un poco más allá, puedes ver enseguida que al otro lado de la carcajada hay una parte triste. Pero yo no quiero quedarme con esa parte triste. El humor es de los pocos pataleos a los que tiene derecho el ser humano y no podemos renunciar a él. Por eso el especial de este año no era una reivindicación de mi trabajo personal, pero sí de la comedia como algo consustancial al ser humano; algo a lo que a veces no prestamos la atención debida.
- Fue un homenaje a todos los que fueron y a los que están. Nadie le podrá acusar de ser mal compañero. Debe ser de los cómicos menos egocéntricos que puedan encontrarse en el gremio…
-Puedo asegurar que ese bicho no me picó y trato de que no me pique. El egocentrismo es un egoísmo idiota que no conduce a ningún lado. Somos mucho más ricos emocionalmente cuando abrimos los brazos y abrazamos, no sólo el trabajo nuestro, sino también el trabajo de los demás. Y especialmente de todos los que estuvieron antes que nosotros. Como, por ejemplo, ese genio recientemente desaparecido que era José Luis Cuerda, autor de 'Amanece, que no es poco', o Gila, o Tip y Coll, o Martes y Trece, que hacía 18 años que no aparecían juntos en un especial de Nochevieja… ¡son tantos los que se lo merecen! Son artistas que han abierto el camino a los que hemos venido después, sea cual sea el tipo de humor que practiques. Me pareció interesante reunir a tanta gente, tan diferente pero tan abrazables como compañeros. Y haber tendo la oportunidad de ser la bisagra que abre todo eso despierta en mi una enorme sensación de gratitud. Gratitud también por la gran generosidad de todos los compañeros que participaron. Ese final en el que se reúnen todos fue para mí un momento irrepetible.
-Suele apoyarse en un equipo amplio para la elaboración de los guiones. ¿Es un hombre de trabajo en equipo?
-Claro. Y especialmente en los especiales de fin de año que, tal y como los concibo, tienen una concepción muy cinematográfica. Son películas que duran 75 minutos. Pero son pelis, es ficción, en la que, entre medias de la historia que cuento, abro nichos para meter sketches que tienen que ver con lo que ha acontecido durante el año. Porque el género sketch es un plato que la gente espera esa noche, y que no puede faltar. He estado tentado de hacerlo todo ficción, y de hecho en el último especial lo tenía todo a mi favor para intentarlo, pero me da reparo. Creo que la gente que sigue estos programas espera la aparición de esas viñetas que reflejan cosas que han ocurrido durante el año.
- Hábleme de sus compañeros en el espectáculo que podremos ver en Valladolid. ¿Qué destacaría de cada uno de ellos?
-A Santiago Segura le conocí en el año 1993, o en 1994. Por esas fechas. Entonces estaba en Cruz y Raya y nos lo presentó un amigo común guionista. Le invitamos a grabar un sketch para un especial nuestro y ahí comenzó nuestra relación de amistad. Somos muy distintos y eso es precisamente lo que enriquece el show. Santiago tiene una manera muy suya de contar, en la que juega muchísimo con la ironía, con esa rapidez en el sarcasmo… y eso contrasta con mi forma de hacer. Y luego Florentino representa otro tipo de humor diferente, con esa grandísima vis cómica física que posee. Creo que aportamos tres puntos de vista diferentes y eso enriquece el resultado final.
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