Apoteosis en el Calderón con La Fura

Primero, la adaptación musical, coros, solistas y una pequeña orquesta; segundo, la imagen. Desde el cilindro que ocupa el escenario y en el que se instala el grupo musical y a veces algunos de los intérpretes. Es movible, puede ocultar el interior o proyectar unas fantásticas imágenes. Una especie de plataforma elevada surge desde el cilindro de vez en cuando con un cantante (hombre o mujer) y su reflejo crea un momento de gran belleza.

Solistas magníficos, como los coros (el femenino es estupendo), y un desarrollo imaginativo desde la utilización primorosa de la luminotecnia. Padrissa, que dirigió en Valencia a la Fura un 'Anillo del Nibelungo' wagneriano espléndido, cuidó del movimiento de los intérpretes y encontró la esencia de estos cantos báquicos desde la multiplicidad de música, plástica y ritmo, en una hora y media llena de sorpresas, incluidas las escenas en el patio de butacas.

Los fureros han evolucionado desde ese arte del teatro de imágenes. Los aficionados veteranos recordarán 'Accions', representada en las fiestas de septiembre. Después vino la ópera, el cine y el teatro. Una compañía modélica en su peculiar estética.

Hacia mucho tiempo que no contemplaba una apoteosis semejante. Larguísimos aplausos y bravos del público puesto en pie. El director de la orquesta los cerró con el 'Oh Fortuna' de Carl Orff, homenaje al músico que supo recobrar unos tiempos desatados y divertidos a la vez que unieron dos épocas. El teatro tiene muchas vías. La Fura es una imprescindible.