El rey de la comedia del Siglo de Oro que era de Valladolid
La obra 'Andanzas y entremeses de Juan Rana' recupera la figura legendaria del actor cómico Cosme Pérez este domingo en Olmedo Clásico
Domingo, 1 de agosto 2021, 09:03
«Ningún otro actor del Siglo de Oro ha capturado la imaginación del público como Cosme Pérez», asegura el estudioso Julio Vélez Sanz. Y, sin ... embargo, había sido olvidado incluso por los expertos hasta que la compañía Ron Lalá decidió el año pasado recuperar su figura en «Aventuras y entremeses de Juan Rana', una obra que llega hoy a Olmedo Clásico (23 horas), a la Corrala del Palacio del Caballero, tras no poder hacerlo el año pasado a causa de la suspensión del festival por el Covid.
A Ron Lalá, que ha montado su obra en coproducción con la Compañía Nacional del Teatro Clásico, hay que agradecerle que haya provocado un renacimiento del interés en torno a este cómico vallisoletano, que fue extremadamente popular en su tiempo, y al que podemos considerar, sin exageración, como el 'rey de la comedia' en pequeño formato de su época, ya tomara forma ésta como entremés, jácara, baile o mojiganga.
«Era un ilustre desconocido y está siendo una sorpresa para todos redescubrirlo. No sólo para el público, sino también para el gremio teatrero y para los estudiosos», asegura Álvaro Tato, autor de la dramaturgia de la obra, que crea una ficción nueva, en torno a un falso juicio al actor, que da pie a presentar al personaje y recrear seis de los 40 entremeses que se conservan de entre los dedicados a su personaje estrella, Juan Rana.
El juicio ficticio al humorista sirve también para preguntarse acerca de la tolerancia social al humor en una época, la nuestra, de creciente hipersensibilidad e irascibilidad. «Estamos viendo un retroceso en la posibilidad de reírnos y me parece que es síntoma de enfermedad social y de pérdida de libertad. Es muy grave porque inevitablemente termina afectando a la libertad de pensamiento», añade Tato. La gran paradoja es que «a lo mejor ahora Juan Rana no hubiera podido estrenar algunas obras que sí pudieron verse entonces. Pensar en esto resulta inquietante».
Para la compañía Ron Lalá, que empezó su actividad en el teatro café, los entremeses forman parte de la genealogía del género. «Los entremeses son como los bisabuelos del sketch. Toda una tradición a la que remitirse y que investigar. Porque nuestro siglo de Oro no fue tan monolítico como a veces se ha presentado».
Tato resalta que el gran cómico vallisoletano que protagoniza el espectáculo que presentan hoy era uno de esos artistas que se la jugaba, y que apostaba por estirar los límites de lo posible y aceptable. «Se reía de sí mismo, que es el requisito previo para luego poder reírte de todo lo demás: del poder, de la religión, de las damas, los nobles, los galanes. No dejaba títere con cabeza».
Todo ello fue posible gracias a la pluma de los más grandes creadores literarios de su tiempo, que se pusieron al servicio de su inmenso talento escénico. «Sus recursos cómicos eran amplios y prácticamente todos los autores teatrales de importancia del Siglo de Oro lo incluyeron en sus elencos, pues sólo con salir a las tablas, y sin hablar, ya provocaba risa», explica Julio Vélez. Su popularidad era tal que «era práctica común anunciar falsamente su intervención en una comedia para atraer a los espectadores».
De todos los autores que escribieron repertorio para su alter ego cómico, Juan Rana, destaca sobre los demás Pedro Calderón de la Barca, que le dedicó cinco de sus obras breves, de las que el montaje de Ron Lalá recrea tres. Una de ellas 'El triunfo de Juan Rana' es especialmente emotivo pues Calderón, consciente ya de las limitaciones que imponía la edad del actor, le rinde homenaje y hace desfilar a Cosme Pérez por el escenario, llevado en silla de manos, como si se tratara de una estatua que se disputan la Fama, el dios Apolo y el rey de España. En las obras para Juan Rana aflora con nitidez la veta humorística de Calderón, que en sus obras mayores también está, pero oscurecida por el drama.
Pero, además de Calderón, hay que contar también con otros escritores célebres de piezas cortas, como Jerónimo de Cáncer, Agustín Moreto o Luis Quiñones de Benavente, algunos de los cuales también podrán verse recreados en la función de hoy.
Nacido en Tudela de Duero en abril de 1593 y fallecido en Madrid en 1672, Cosme Pérez demostró desde muy pronto una gran vis cómica y notables dotes como improvisador. No existen retratos fiables sobre su persona, salvo que consideremos como tal uno que se conserva en la RAE, la Real Academia de la Lengua Española. En esta tabla, bajo el nombre de Juan Rana aparece una figura de pequeño tamaño, de formas redondeadas y notablemente paticorto. De tomarlo como referencia del hombre real habría que deducir que Cosme Pérez padecía enanismo, con una altura estimada de unos 1,20 metros, y que poseía un cuerpo notablemente deforme y contrahecho.
Aunque algunos estudiosos, como Alicia Álvarez Sellers, no tienen claro si el retrato refleja fielmente a la persona, otros como Julio Vélez piensan que en lo esencial sí, pues el enanismo del actor era uno de sus rasgos más característicos: «Era típico de los dramaturgos hacer aparecer a Juan Rana en escena con otros personajes u objetos de gran tamaño» para recalcar su pequeñez, asegura el investigador citando a Sáez Raposo.
No sólo Vélez cree que puede ser fiable, sino que reconoce a la persona de Cosme Pérez en otro cuadro de Gaspar de Crayer, 'Retrato de Felipe IV con lacayo', dadas las aparentes similitudes entre la figura menuda que acompaña al rey y el retrato de Juan Rana que se conserva en la Real Academia de la Lengua.
Juan Rana, la máscara teatral de Cosme Pérez, expresa un genuino espíritu carnavalesco, heredero de Arlequín, Don Carnal o los bobos renacentistas. Su comicidad era aparentemente sencilla y directa, basada en los códigos de la comedia popular más pura, pero su personaje, que empieza siendo un alcalde inocente, va evolucionando con el tiempo y termina encarnando todo tipo de roles y papeles. Los espectadores de la época le verán ejercer de médico, torero, poeta, ventero, soldado, hidalgo… incluso como mujer, y hasta mujer parturienta.
Las piezas breves que interpretaba solían formar parte, intercaladas, de las gigantescas sesiones teatrales que se celebraban en los corrales de comedia, y que solían durar entre cuatro y cinco horas. En estas funciones siempre había una 'loa' inicial, una pieza alabando el elenco y el autor, y comentando algún asunto de actualidad. A continuación, se representaba el primer acto de la obra principal, luego un entremés, el segundo acto, otro entremés o una jácara, una pieza de carácter musical con historias en torno al mundo de la delincuencia. La función proseguía con el tercer acto y concluía con una mojiganga -una pieza heredera de las procesiones carnavalescas- o un baile.
En aquellas sesiones teatrales se mezclaban las clases sociales, si bien en espacios separados; convivían lo culto con lo popular; el drama con el humor, la risa con el llanto, la muerte con la vida «y todo era tratado con una complejidad y diversidad que no se ha vuelto a dar en el teatro», explica Álvaro Tato. «Era un mundo festivo maravilloso en el que la sociedad se interrogaba, pensaba y se reía de sí misma, todos juntos en un mismo lugar». Y en medio de estas funciones destacaba la figura de Cosme Pérez que robaba el protagonismo a la obra principal con sus breves divertimentos. «Para muchos, verle a él era el mayor atractivo».
Tanta era su popularidad, y tan envidiable su sentido del humor, que se vio beneficiado también por la amistad de los reyes y los nobles. Especialmente de Felipe IV, que le trató como a un protegido y le invitó a su residencia. Así lo refleja en una carta de octubre de 1649 en la que el rey le cuenta a la condesa de Paredes de Nava, doña Luisa Enríquez, también amiga del cómico: «Tenemos por huésped a Juan Rana, que siempre está de tan buen humor como le dejasteis». Pero también el rey Carlos II le brindó su aprecio, aunque por entonces Cosme Pérez ya no se subía a los escenarios a causa de su avanzada edad.
Su carácter de protegido quedó de manifiesto cuando el rey intervino, a petición suya, en favor de su sobrina Bárbara Coronel, que había sido condenada a pena de muerte por el asesinato de su marido, castigo del que se libró. Pero también la amistad con los poderosos le ayudó en la acusación formal que la Inquisición formuló contra él en 1636 por pecado nefando (homosexualidad) y de la que fue absuelto con mucha rapidez. Años después, en 1651, la reina le concedería una pensión vitalicia que expresaba cuán relevante llegó a ser en su tiempo.
Empezó como gracioso en obras de Lope
«Tenemos la suerte de tener mucha información sobre Cosme Pérez», reconoce Álvaro Tato. «En realidad en España tenemos mucha más información sobre los comediantes del siglo de Oro que en otros países, quizás con la única excepción de la troupe de Moliére en Francia». Por esa información sabemos que el cómico de Tudela de Duero estuvo vinculado durante toda su carrera a compañías tan destacadas como la de Antonio de Prado o Pedro de la Rosa, con las que conoció los corrales de comedias de ciudades como Madrid, Sevilla o Córdoba.
En sus comienzos se hizo un lugar en el mundo teatral español interpretando el papel de gracioso, o figura de donaire en comedias de dramaturgos como Lope de Vega o Montalbán, pero enseguida se especializó en dar vida a un personaje único (Juan Rana), que era demandado por el público de todas las capas sociales. Pérez optó por centrarse en el terreno de juego de los entremeses, renunciando a las obras de gran formato.
«Juan Rana es la memoria viva de la risa barroca, la quintaesencia de las paradojas artísticas, culturales y sociales que cristalizan en sonrisa, risa y carcajada sobre las tablas de los corrales de comedias y del Palacio del Buen Retiro», explica Álvaro Tato, el director literario de Ron Lalá. «A medias alcalde bobo en que se concentran todos los motivos populares, a medias bufón de la aristocracia en que se sublima la burla vertical sobre el villanaje… Prácticamente olvidado durante los últimos siglos, Juan Rana nos brinda una visión única del Siglo de Oro».
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