Entre las bambalinas de Olmedo Clásico: así se prepara el festival de teatro

Subirán a las tablas de este escenario que es el corazón de Olmedo Clásico, el festival que rinde tributo a los dramaturgos del Siglo de Oro, que este año celebra su edición número 16, que comenzó el viernes por la noche con Shakespeare y que se clausurará el domingo 31 con Molière.

Un sonoro aplauso, una larga ovación resuenan en la corrala pasadas las 0:30 horas. Acaba de terminar la representación de 'Noche de Reyes', dirigida por Helena Pimenta, y las palmadas del público son, dice Revenga, la señal de que todo ha salido bien, de que «todo el esfuerzo ha merecido la pena».

Porque aunque el hechizo del teatro dura apenas un instante fugaz sobre el escenario, detrás de los focos y entre bambalinas hay muchas horas de trabajo previo y desvelos anticipados.

Ylo de los desvelos es literal, porque gran parte de las labores de este festival de teatro clásico –el más importante de Castilla y León– se tienen que hacer de madrugada. Justo en el momento en el que los actores saludan y el público abandona su butaca –cuando la organización dice «cerramos portón» y el recinto se clausura para el espectador– comienza el desmontaje del escenario de esta noche. Y entonces, la compañía que actúa al día siguiente, comienza con su instalación. A las tres, a las cuatro, a las cinco de la mañana hay un trasiego continuo en esta corrala, con el desafío de que todo esté listo para la siguiente representación. Porque las pruebas de luz han de hacerse de noche. Ypoco después de las seis de la mañana ya ha amanecido a estas alturas del año.

Javier Martín es el director técnico, el responsable de la coordinación entre compañías. El objetivo es que todas las necesidades que puedan tener (de iluminación, sonido, decorados...) se adapten a la estructura base diseñada por el festival. Con diez días de antelación, intercambian fichas técnicas para que el trabajo posterior vaya sobre ruedas.

Olmedo tiene listo con tiempo el 'ground support', el esqueleto del escenario, la gran estructura de la que luego cuelgan los focos.Mide 12,5 metros de largo, diez de fondo, con unas patas metálicas de nueve metros de altura y un sistema de iluminación que se sitúa a 6,20 desde el suelo del escenario. Hay además un voladizo de 1,5 metros como fórmula para la luz de caras, las encargadas de alumbrar a los actores. Esa estructura base es la que, noche a noche, se viste con el traje de luces de cada compañía. De ella no pueden colgar telas («con el viento pueden hacer vela»)por lo que el fondo de las murallas se convierte en muchos casos en complemento de lujo para la representación.

Francisco Javier, 'Polo', es maquinista con 16 años de experiencia. Tan solo estuvo un año y medio alejado de la profesión, cuando probó suerte como encofrador y salió magullado por el petardazo de la construcción. Regresó a las musas del teatro para encargarse de los principales elementos escenográficos. La suya, la de maquinista, en una profesión clave en el sector. Tiene que conocerse la obra al dedillo para saber en qué momento habrá un cambio de escenario, de luces, cuáles son las necesidades de actores y técnicos, «en ocasiones hasta tenemos que salir a escena vestidos, como un figurante más, para hacer nuestro trabajo», cuenta Polo.

Su interés por el teatro comenzó con motivo de la capitalidad cultural de Salamanca. Desde entonces, se ha dedicado a una profesión que, por desgracia, denuncia, no tiene «ningún estudio reglado en España, como ocurre en Europa». Sí que hay centros de formación, pero no es una profesión debidamente reconocida. Lo dice mientras carga unos bastidores de madera, forrados con tela negra, que coloca en el fondo del escenario. Son elementos vitales para evitar que la magia del teatro destape sus trucos. Gracias a ellos, no se verá a los actores que están fuera de escena, ni se destapará el atrezzo que tal vez luego juegue un papel determinante en la trama. Y maneja además los elementos que permiten matizar la dirección de los focos, para favorecer la «geometría visual»de la representación. La puesta en escena depende de su buen hacer.

Ahí abajo, en el patio de butacas, quien manda es Raquel Revenga. Además de coordinadora de la corrala, es personal de sala en las noches de representación. Ayuda a acomodarse a los espectadores, los dirige hasta sus butacas, les ofrece cojines si así quieren, auriculares (para personas con discapacidad auditiva)si los necesitan. Les recuerda que deben apagar los móviles para no recibir llamadas ni 'whatsappear' mientras dura la función. Cuando el telón cae, también se encarga de la limpieza del recinto(retirada de botellines de agua, de programas de mano abandonados). «El festival es el momento del año más importante para Olmedo. Junto a las fiestas, es cuando más trabaja la hostelería. A nivel económico, es una semana importantísima para Olmedo». Y eso, sin hablar desde el punto de vista cultural.

«Lope de Vega, con 'El caballero de Olmedo', ha creado una marca universal para la localidad», dice Benjamín Sevilla, codirector de un festival especializado en el Siglo de Oro español, el contexto isabelino, a veces con toques de prebarroco. Calderón,Lope de Vega, Tirso de Molina son nombres más que conocidos por los espectadores de Olmedo Clásico. Muchos son vecinos de una localidad acostumbrada ya a un lenguaje que podía parecer arcaico y a unos discursos declamados en verso.

«La mayoría tienen ya su abono, con una localidad propia, un sitio específico que renuevan año tras año», dicen Cori Ortúñez, Carmen Gutiérrez y Beatriz Rodríguez, taquilleras y asistentes de sala de un festival que el pasado viernes encendió los focos de su primera representación y que el domingo 31 se despedirá con la última ovación del público.