Juegos ante el espejo
Las adolescentes entrevistadas en este proyecto «han de cerrar inicialmente los ojos e imaginarse a una nueva interna, una niña como ellas, que en todos los casos se llamará Alis»
Todas las adolescentes entrevistadas en un centro de internamiento colombiano son invitadas ante una cámara fija, dispuesta por la pareja de realizadores, al mismo ejercicio de fabulación: han de cerrar inicialmente los ojos e imaginarse a una nueva interna, una niña como ellas, que en todos los casos se llamará Alis. Cuando hayan conseguido fabular una descripción más o menos detallada de su aspecto físico, habrán de inventarse el anecdotario que tuvo lugar durante el día de su llegada al internado, el modo que tenía de relacionarse con el resto de las internas y con ellas mismas, su carácter y sus manías.
Las jóvenes internas que aceptan de buena gana el ejercicio, apenas titubean durante el intervalo de su invención. La Alis de cada una de ellas comienza a mostrarse con una sorprendente nitidez gracias a todas esas aportaciones que le son regaladas de forma, en principio, imaginaria. Pero, paulatinamente, Alis se convierte en algo mucho más revelador y significativo.
El sencillo invento que flota en el aire como un juego debido a las historias que todas ellas proyectan en su creación se transforma suave e inconscientemente en una declaración detallada de aquellos pasajes que se acumulan en sus memorias y que, por sórdidos y truculentos, por atroces y sobrecogedores, jamás hubieran sido concebidos por la mente de una adolescente que no hubiera sido testigo o víctima de todos ellos.
La cámara de Weiskopf y van Hemelryck hace alarde de una paciencia útil y delicada con cada una de sus protagonistas. Su quietud es la directa y única responsable del afloramiento de cuantos detalles brotan de la boca desinhibida de unas jóvenes inicialmente descreídas, cobijadas bajo capas y capas de una indiferencia y un desdén protectores.
Sin embargo, entre la naturalidad que todas ellas practican y la atmósfera de confianza propiciada por los realizadores, Alis se convertirá en un espejo ante el que mirarse y proyectar no solo sus recuerdos, sus traumas y sus heridas –algo que Alis incorporará a su naturaleza para convertirse en un arquetipo capaz de definir a la juventud femenina más desfavorecida de Colombia–; también albergará con absoluta soltura sus deseos, sus inclinaciones, sus debilidades y el afán encendido de todas ellas por mejorar sus vidas y dejar atrás un pasado empeñado en perseguirlas.
Sin embargo, el internado es sugerido en la realización como un contenedor sereno y aislado del mundo que ellas aún condensan en su memoria atormentada. La película se desliza sobre la irisada superficie de un brillante y sofisticado juego psicológico y uno, como espectador, no puede abandonar el patio de butacas sin la sensación de que toda esa magnífica catarsis acaso no haya sido útil para sus generosas protagonistas.