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Valladolid encara un fin de semana muy variado en estilos pero homogéneo en lo que a la alta calidad de artistas se refiere, de cara ... a las distintos conciertos melódicos que inundarán la ciudad en los próximos días. Una de las propuestas musicales más sugerentes es la de La Bien Querida, en el marco del evento enogastronómico 'Vino+Tapas' organizado por el Ayuntamiento de Valladolid, este viernes en la acera Recoletos.
«Haremos un concierto en formato acústico y reducido», anticipa Ana Fernández-Villaverde. Sus equívocamente melancólicas melodías sobre las que se deslizan letras esperanzadoras y luminosas sobre el amor se encadenarán a lo largo de un concierto en el que no faltarán sus hits más esperables y los temas de su último disco, 'LBQ': «Mis canciones son mi forma de vivir la vida, no es algo excesivamente alegre pero siempre permite un resquicio a la esperanza», afirma La Bien Querida: «De esta manera soy fiel a mí misma y a mi estilo casi sin querer, haciendo canciones y haciendo música que por supuesto gusten a mi público, pero primero me tienen que gustar a mí».
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'Vino+Tapas' redondea su oferta musical el mismo día con la fusión de Maestro Espada; el sábado, con el hiphop de Bewis de la Rosa y las mezclas del DJ Félix Villada, y el domingo, con Divertimento Folk.
En el resto de espacios musicales de la ciudad, destaca la visita de Rufus T. Firefly a Porta Caeli el mismo viernes. Tras los sones internacionales del rock sureño con música country brindados por The Comancheros a mediados de semana, el recinto acoge al conjunto de Aranjuez en el arranque del finde, donde el grupo de Víctor Cabezuelo presentará su nuevo trabajo; 'Todas las cosas buenas'. Además, el sábado tendrá lugar en la misma sala de conciertos 'La classica fiesta ochentera de LOS40', plagada de nostalgia y remezclas de clásicos de hace cuarenta años.
Por su parte, la sala Cientocero presenta un abanico bien ecléctico de conciertos, desde los japoneses Stompin' Riff Raffs, el jueves; hasta la nueva travesura melódica de las pucelanas Trini y Tina, 'El humor no tiene edad', el viernes, para culminar con el punk leonés de Catalina Grande Piñón Pequeño, el sábado.
En lo que se refiere a teatros reinventados, el hoy Nuevo Espacio Carrión reúne el viernes a las bandas masculinas Chicle, Naïa y Blue Vermús, bajo el paraguas de Conexión Valladolid y mediante el lema #ConLosNuestros. Al día siguiente, la fiesta llevará por nombre 'Clubbing NEC Special Circus Boiler Room', con artistas como Óscar de Rivera, Edu Sabanah e Ismael Rivas.
Por otro lado, en la sala Al Norte a la Izquierda, el vallisoletano Guille Jové dará a conocer las claves de su nuevo trabajo; 'Apuntes para un nuevo territorio': «Es una obra mastodóntica», anticipa. Con más de quince meses de trabajo a sus espaldas y acompañada por un libro con poemas, reflexiones y explicaciones, Jové evoluciona desde sus inicios cantautorales hasta una formación que pasa del pop rock a un cuarteto desafiante con acordeón, violonchelo, percusiones y sintetizador: «Es un disco concebido con un concepto muy amplio», asevera, aunque no deja de asegurar a sus fans de largo recorrido que, de tanto en tanto, reaparecen algunos de sus temas previos.
Juan Valderrama asume que su apellido ha mantenido «alejada a gente de mi generación e incluso más jóvenes». Pero a pesar de la sombra alargada de su padre Juanito, el artista ha tratado de labrarse su trayectoria melódica lejos del género que popularizó a su progenitor (y viceversa). Hasta ahora. Valderrama hijo recala este domingo en el Teatro Zorrilla con 'Historias de la copla', un recorrido por el género y sus artistas arreglado instrumentalmente para la ocasión, pero tratando de mantener su estilo más puro desde las cuerdas vocales del cantante.
«Trato de que todo lo que vengo haciendo estos años sean conciertos temáticos, que el público se lleve no solo una experiencia musical, sino también tener algo que contarle», señala. Después de trabajos vertebrados en torno a la vida de su padre o en torno a mujeres poetas, Valderrama aterriza en la copla como género pero, también, como el mundillo que masticaba, veía y vivía mientras crecía entre los camerinos de los artistas: «No consiste solo en cantar un repertorio maravilloso; además es hablar de la intimidad que conocí y que escuché de cerca, con sus luces y sus sombras».
Por este concierto desfilan los espíritus de Imperio Argentina y Miguel de Molina, de Concha Piquer y de Joselito, de Escobar y de Serrat... «Abro el abanico de todo lo que puede ser la copla», ríe; «es algo terapéutico para mí, poder contar y cantar cómo eran estos personajes, acompañado de un trío con arreglos actuales pero interpretadas desde la ortodoxia».
Y es que, para Valderrama, «al igual que la 'cocina fusión' puede acabar con la comida de verdad, la de sabor de bar pequeño; no quiero que eso le suceda a mi música ni a la copla». Para él, este género «tiene una manera de decirse, un lenguaje que exige que cada melodía y cada nota caigan en su sitio».
Preguntado por la estela de su padre, Valderrama admite que siempre hace «alguna pincelada por deferencia», pero sabe que de la generación de Juanito «queda poquita gente» y que, quien le va a escuchar, ya sabe lo que puede esperar: «Yo sé a quién le canto y he hecho alguna clientela a la que le gusta la música que hago, incluso gente joven con curiosidad que ha aprendido a soportarme mientras hacía las cosas despacio». Esto, asume, no siempre fue así: «La reminiscencia del apellido lo condiciona todo, pero tengo claro que me metí en la música porque tengo inquietud artística y quiero andar mi propio camino, aunque lo que ofrezca sea malo o bueno, grande o pequeño».
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