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Juan Antonio Quintana.

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Juan Antonio Quintana. Henar Sastre

Muere el actor Juan Antonio Quintana

Famoso por series como 'Ana y los siete', 'Hospital Central' o 'El comisario' y películas como 'La vida de nadie' o 'Los girasoles ciegos', tenía una estrecha vinculación con Valladolid y el Teatro Zorrilla

Martes, 15 de febrero 2022, 13:23

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El actor y director teatral Juan Antonio Quintana (Zaragoza, 1939), ha muerto este martes, 15 de febrero, a los 83 años de edad en la residencia en la que vivía en los últimos años y a la que volvió hace dos semanas después de su ingreso hospitalario por enfermedad.

Pese a ser maño de nacimiento, su vinculación con Valladolid era muy estrecha y, de hecho, una butaca del Teatro Zorrilla lleva su nombre después del homenaje que le brindó la ciudad en el año 2009, y en el Teatro Calderón hay una placa que le reconoce como uno de los pilares del teatro vallisoletano.

Juan Antonio Quintana era un intérprete muy querido por el gran público, especialmente después de su participación en películas como 'Los girasoles ciegos' o 'La vida de nadie' y series como 'Ana y los siete' u 'Hospital Central'.

En el año 2016 anunció que padecía de parkinson, enfermedad que poco a poco le retiró de los escenarios y de la vida pública.

Juan Antonio, el hijo de Juan y de Felisa, el estudiante de Filosofía y Letras, el apasionado desde siempre al teatro (con 17 años debutó con 'La lección' de Ionesco en su Zaragoza natal) eligió Valladolid en 1968 como la ciudad en la que desarrollaría su vida y carrera teatral. Tenía entonces 29 años. «Aquí me casé y aquí nació mi hija Lucía [también actriz]. Elegí deliberadamente venir a Valladolid, y mi afán y mi ilusión era convertir el teatro de esta ciudad en un hecho cotidiano y habitual; que no estuviera solamente limitado a las ferias y fiestas. Esa fue la razón de mi lucha y afortunadamente, no solo con mi trabajo, sino también con el de tantas gentes aquí dedicadas al teatro, hemos conseguido que sea así y el hecho teatral esté vivo y presente todo el año», aseguraba Quintana en una entrevista para El Norte de Castilla en el año 2006, cuando fue designado pregonero de las fiestas pastronales.

Aquí, en Valladolid, fue profesor en Pajarillos, en el instituto La Merced... y un habitual de los escenarios. En el curso 1976-77 creó el Aula de Teatro de la Universidad de Valladolid, por la que han pasado actores como Diego Martín, Eva Hache, Lucía Quintana, Eva Martín o Carlos Domingo. Entre sus papeles, participó en montajes de 'Divinas palabras', 'Don Juan Tenorio', 'La familia de Pascual Duarte' o 'Esperando a Godot'. Quizá su personaje más representativo haya sido en 'El avaro', de Molière. «Indudablemente, desde el punto de vista de aceptación popular, Arpagón se convirtió en un suceso social», recordaba en su repaso de grandes papeles, donde se sentía cómodo.

Precisamente, como director teatral fue el responsable de un montaje de 'El avaro' en el que actuó, a sus órdenes, un joven Óscar Puente, entonces actor aficionado y hoy alcalde de Valladolid. En un homenaje a Quintana en 2016, Puente recordó la suerte que le acompañó al entrar en febrero de 1990 en la «troupe» de Quintana, «porque entonces, como creo ocurre ahora, había pocos chicos. Al día siguiente ensayaba un papel». Durante cuatro años «aprendí la práctica y la teoría de cómo actuar, porque con Juan Antonio a actuar se aprendía actuando». Se incorporó a su compañía, Teatro Estable, hizo su último «Romeo y Julieta», en el Calderón. «En el tercer año, participé en 'El avaro', el espectáculo de más éxito de Castilla y León, por el número de representaciones y por los teatros a los que llegamos. Seis noches en Almagro, dos teatros de Madrid –el Maravillas y el Príncipe de Gran Vía–, lo llevamos hasta París. Parece que Molière hubiera escrito el papel para un actor como él.

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Pero su gran pasión era subirse a los escenarios como actor. «Siempre ha tenido claro que mi verdadera vocación es la de actor y que he sido director por añadidura. Además, hacer las cosas en función de los demás, realizar tareas muy ingratas de producción y dirección, llegar al teatro y empezar a batallar para que todo estuviera en su punto, mermaba todas mis facultades como actor. Ahora puedo disfrutar de la interpretación y ocuparme solo de actuar. Incluso, he tenido la inmensa suerte de sentirme muy bien acogido entre la profesión», comentaba hace veinte años, cuando en 2002 se poniá bajo los focos delTeatro Calderón de Valladolid como el Sorin de 'La gaviota', de Chéjov.

«Cuando uno interpreta -decía Quintana- lo que otros escriben y hace su función de actor, es decir, cuando se desdobla en otra persona, de alguna manera eso te protege, es como un magnífico escudo. Pero cuando hay que ser uno mismo y expresar por uno mismo, te sirve de poco la experiencia que tengas y las tablas. Me siento muy cómodo interpretando o diciendo en voz alta lo que otros han escrito, y en eso consiste mi seguridad, pero cuando te pones en juego a ti mismo uno ya no está tan seguro», aseguraba.

«Juan Antonio Quintana formaba, junto a la pintora Mery Maroto, también fallecida, y su hija Lucía Quintana Maroto, también actriz, formaba un trío familiar imprescindible en nuestra crónica cultural reciente», recordaba recientemente en un artículo en El Norte su amigo el escritor Ramón García Domínguez.

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