La última galopada del aventurero
Fernando Bernabón publica la obra definitiva sobre el vallisoletano Manuel Gago, creador del mítico Guerrero del antifaz, cuando se cumplen 40 años de su muerte
Hace 40 años falleció Manuel Gago, el mítico creador de 'El guerrero del antifaz' y de otros personajes clave del cómic de aventuras en España, ... como 'El pequeño luchador' o 'Purk. El hombre de piedra'. Coincidiendo con esta efeméride el investigador vallisoletano Fernando Bernabón acaba de publicar su personal homenaje a ese artista y paisano (nació en 1925 en la Plaza de San Nicolás); un completísimo ensayo sobre su vida y obra que aspira a convertirse en la monografía definitiva sobre el dibujante, y que ha sido editada por Vallatebeo ediciones.
«Gago fue un maestro de dibujantes y es una figura esencial del cómic de aventuras español puro y duro», asegura Bernabón, quien destaca, sobre todo, su dinamismo narrativo y el ritmo frenético de sus historietas. Es, asimismo, un maestro en la serialización, pues enlaza las distintas tramas, de cuadernillo en cuadernillo, de forma tan adictiva que es imposible dejar de leer. Las pausas se reservan para el interior de cada número, pero la acción vuelve a dispararse en su tramo final, con nuevos enredos que obligaban al lector a volver al quiosco la semana siguiente.
Asimismo, más allá de una cierta reiteración de patrones narrativos, Gago enriquece sus historias con constantes cambios de escenarios y situaciones. Y así, es verdad que todo gira en torno a las constantes persecuciones de las que el legendario guerrero escapa, gracias a su agilidad y fuerza sobrehumanas, pero los enfrentamientos discurren unas veces en campo abierto, otras en los subterráneos de un castillo, otras en las almenas, o en la ladera de una montaña, o en un sinfín de entornos distintos. A su enfrentamiento con los sarracenos -o con cristianos traidores- hay que añadir, además, los combates con todo tipo de animales, tales como leones, gorilas o águilas, por mencionar sólo algunos de los que aparecen en el comienzo de sus andanzas. La historia se enriquece, además, mediante la introducción de personajes secundarios poderosos. «Algunos de ellos, como El pirata negro, podrían haber protagonizado su propia serie de aventuras», opina el investigador vallisoletano.
Bernabón ha publicado otros libros sobre Gago en el pasado, pero, como él mismo reconoce, incluían algunas inexactitudes, debido a que no había tenido acceso directo a toda su obra gráfica, y porque tampoco había podido contactar con la familia del dibujante. Ambas lagunas se subsanan en esta edición. Por una parte, el investigador vallisoletano, que es también tenaz coleccionista, ha logrado atesorar ejemplares del 95% de los trabajos de Manuel Gago -que no fueron pocos- con lo que sus comentarios sobre cada una de las obras del dibujante están escritos desde el conocimiento directo y no a humo de pajas. «En estos momentos tengo todo lo importante y prácticamente todo lo demás; me faltan sólo algunas cosillas aisladas», explica. La proximidad con la familia le ha granjeado, aparte de información biográfica más precisa, fotos familiares que enriquecen el libro.
Gago es vallisoletano por partida de nacimiento, pero no tuvo ocasión para ejercer como tal. Apenas unos meses vivió en Valladolid antes de que su padre, que era sargento del Ejército, se marchara a Madrid a presentarse a una oposición de guarda urbano. Cuando comienza la guerra civil al padre de Gago le pilla en Valencia, si bien posteriormente se trasladó a Madrid. La gran paradoja de esta historia es que el padre del dibujante, Manuel Gago Bataller, era un hombre completamente identificado con la causa de la Segunda república, hasta el punto de pasar un año en prisión por este motivo, mientras que el hijo se convertiría en el creador del personaje más emblemático de la España franquista de los años 40 y 50; con permiso de El capitán Trueno, que le desplazaría en popularidad durante las décadas siguientes.
Con todo, no hay que dejarse llevar por las apariencias. El guerrero del antifaz es, por encima de todo, un entretenimiento aventurero sin ninguna connotación ideológica. Es verdad que está ambientado en el reinado de los Reyes Católicos, cuando eran frecuentes los enfrentamientos entre moros y cristianos, pero «vista en su conjunto no peca de excesivo maniqueísmo», asegura Bernabón. Ciertamente, a menudo son los moros los enemigos, pero también algunos cristianos celosos o traicioneros desfilan por sus páginas. Y entre los moros hay una notable gradación de caracteres y no faltan los rivales temibles pero nobles, junto, por supuesto, a los mezquinos y esquivos. En realidad, para El guerrero del antifaz, el principal criterio que diferencia al amigo del enemigo no es la religión, ni mucho menos la raza, sino la lealtad y la nobleza. No dudará en jugarse la vida reiteradamente para salvar la de la mora Zoraida, por ejemplo, porque ella le ayudó a escapar estando preso.
«Para mí es un autor primordial. Con él comencé a interesarme por el mundo del cómic y por investigar quiénes estaban detrás de las viñetas», recuerda Fernando Bernabón, que luego ha dedicado mucho tiempo y energías a cultivar esa pasión. «Empecé a coleccionar tebeos con 12 o 13 años y ahora tengo 80.000 ejemplares de distintos autores que casi no me caben en casa. Ahora me lo tengo que pensar para compras nuevas».
La época gloriosa de Gago fueron los años 40, por un lado, donde explota su estilo, una vez que asimila las enseñanzas de maestros como Alex Raymond y Emilio Freixas, y luego en los años 60 en los que retoma el pulso narrativo con algunas series como 'El mosquetero azul', 'Piel de lobo' o 'Castor', opina el investigador vallisoletano. Entre medias, «se sobrecargó de trabajo, relajó la calidad de su dibujo y su obra tiene un interés más irregular». Aún así, su aportación fue tan relevante, y la huella sentimental tan profunda, que hace unos años el dibujante Miguel Quesada y el guionista José Ramírez recuperaron el personaje en sus 'Historias Jamás Contadas'. Y todavía sigue activa una Asociación de Amigos de 'El guerrero del antifaz', que no ceja en su afán por recuperar material poco conocido de esta obra y de otras de su creador, ese hombre que desarrolló la mayor parte de su carrera en Albacete y Valencia pero que, por azares del destino, vino a nacer a Valladolid.
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