Miguel Velayos y el cuento de la encrucijada

«Todos los personajes están atravesando una curva, física, simbólica o metafórica. Ese momento clave de tu vida en el que paras o sigues adelante, no hay posibilidad de quedarte en un término medio», explica Velayos. Es lo que le ocurre a una prostituta que se equivoca de puerta y llama al timbre que no es. A la pareja que buscaba felicidad en un bungalow y la piña colada se les vuelve amarga. O al amante que descubre, por casualidad, la grave enfermedad de su pareja.

«Todos los relatos tienen una atmósfera común. Los personajes atraviesan por distintas encrucijadas que les obligan a tomar una serie de decisiones a partir de las cuales su vida nunca será la misma», explica el autor. Y muchas veces, eso ocurre cuando conocemos a alguien que llega para trastocar la rutina que creímos inmutable.

«Todas nuestras vidas están cruzadas con las de otros. A veces sin quererlo, a veces pretendiéndolo, en ocasiones de manera sorprendente o misteriosa. Y esos cruces siempre tienen momentos fulgurantes, preguntas que hay que realizar, decisiones que debemos tomar. En varios relatos he manejado esa idea, el cruce de vidas, de caminos, de cómo al final tenemos que entender a los otros para entendernos a nosotros mismos», cuenta.

Esta idea está presente en 'La curva', el relato que presta su nombre al libro. En una curva específica de una carretera coinciden una mujer que ha perdido a su hijo (y va a ese tramo concreto de la carretera a rendirle tributo) y un hombre que huye de su casa y de su matrimonio (y acude al lugar en el que conoció a su mujer). «Quería simbolizar cómo en nuestras vidas hay espacios y momentos sagrados que aparentemente vienen de lo cotidiano y tienen una resonancia muy profunda».

Velayos escribió hace diez años el primero de los relatos. Puso el punto final del último hace casi seis. «El libro ha tardado mucho tiempo en publicarse, pero le ha venido bien. Venía de publicar poemarios y quería que mi primer libro de relatos estuviera muy trabajado, sin la sensación de que ha sido algo precipitado», asegura Velayos, quien se reconoce como un escritor de ritmo pausado.

«He intentado depurar mucho el estilo, que no haya palabras que sobren ni que falten, que sean el resultado de un proceso de decantación». Por eso, son textos cortos, de apena un puñado de páginas. «Uno tiene que ser fiel al tipo de género que va con su carácter. Al contrario de una novela o un ensayo, en los que necesitas desarrollar una tesis, con el paso de los años me he dado cuenta de que mi carácter es más propicio al poema y al relato corto, por la extensión y por la revelación que se trata de imprimir, el fulgor, la intensidad». Algo que construye en espacios acotados (como una celda) y donde incluso el tiempo atmosférico genera ambiente grises y oscuros.