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Fue uno de los conceptos más relevantes a nivel social, histórico y político a mediados del pasado siglo ,que posteriormente conquistó el imaginario colectivo: el « ... exilio interior», aquel mudo malestar e incluso silenciosa oposición de muchas personas ante la dictadura franquista.
La expresión, que hasta llegó a las actas del Congreso de labios de Adolfo Suárez, ha quedado popularmente atribuida a Miguel Salabert (todo lo achacable que se puede aplicar un «padre» a un término popular), primero por un artículo y posteriormente por una novela de 1961, que este año reedita Hoja de Lata y que en su día valió conceptuosos elogios a su autor; entre otros, de Miguel Delibes.
«Tu novela es algo vivo, gracioso y dramático a la vez, de interés absorbente», remitió el escritor, periodista y exdirector de El Norte de Castilla a Miguel Salabert en una misiva. «Tal vez tu escepticismo va demasiado lejos, pero ello no es obstáculo para que 'L'exil intérieur' sea, literariamente, un buen libro». Delibes encontró, en aquella prosa rabiosa y canto a la rebeldía contra un sistema injusto, sobradas virtudes de estilo y narrativas, más allá de su pertinencia política, moral y social.
«Delibes reconoció que fue un libro que le tocó hondo: era un autor que tenía una inmensa comprensión de la psique infantil y adolescente», apunta Juana Salabert, hija del autor de 'El exilio interior' y firmante del epílogo de esta nueva edición.
La novela, semiautobiográfica pero también con pretensiones de representar a toda una generación, habla de las vicisitudes de Ramón, un niño con padre en el bando republicano, madre abnegada en sacarlo todo adelante y un hermano mayor que medrará adaptándose al nuevo régimen nacionalcatólico que caracterizará las décadas venideras de España: «Ramón es un niño crecido entre las bombas que tuvo que buscarse las vueltas de la vida; aunque no le llamaría pícaro, es una mezcla de ingenuidad, desazón, soledad, rabia y energía que confluyen en un chavalillo confrontado a las durezas de un momento histórico», explica Salabert hija.
Juana, en si misma admiradora confesa de 'El príncipe destronado', apunta que Delibes «reconoció la autenticidad, la sinceridad y el hecho anómalo de que en ese momento en España se escribían grandes obras que tenían que bregar con la censura». En ese sentido, la obra de Salabert, si bien tardó veinticinco años en ver la luz en nuestro idioma, al haber sido escrita desde un exilio mucho más real que metafórico, desde Francia, brinda «un aspecto mucho más jugoso», con críticas al régimen dictatorial de España y al rol que jugó cierta curia de la Iglesia a favor del bando nacional.
Pero, ¿cómo definimos hoy 'exilio interior'? Para Juana Salabert, se refiere a «aquella gente que no tiene su espacio ni su lugar para construirse como individuo libre en un mundo asfixiante, ya que carece de referentes de futuro ilusionantes». Y es que, señala la hija del autor, «si la II República llegó en 1931 cargada de derechos y aspiraciones, y con una nueva puerta abierta a la modernidad y al liberalismo ciudadano, el golpe de estado hace que todo desaparezca de la noche a la mañana: de repente, hay generaciones que cuando llegan a la adolescencia o salen de la niñez se encuentran con un panorama regido por una prohibición total, sin alegrías de vivir, con todo prohibido...
En palabras de Javier Gómez, profesor de Sociología de la Universidad de Valladolid; «el término explica que el exilio exterior no tuvo éxito para todos, no estaba al alcance de quien no tenía los recursos, la reputación o la falta de responsabilidades en casa para migrar». También, añade, prueba que «el franquismo venció más allá de la guerra; también en la posguerra donde hubo una desmovilización paulatina que apenas comenzó a reactivarse en la última fase de la dictadura». Durante el tiempo que transcurrió entre medias, no cabe duda reconocer «la variada realidad» que también se manifestó entre «sindicalistas y obreros que aguantaron, profesores e intelectuales que protestaban muy entre líneas, era un mundo muy global donde también ese 'exilio interior' se aplicaba a personas sin formación o a mujeres que, en casa, eran víctimas de represalias por sus familias».
Aquella aguda radiografía que hizo Salabert de España y su momento no pasó, pues, inadvertida para Delibes, quien compartía el oficio con Salabert, pero también «una francofilia manifiesta», en palabras de Fernando Zamácola, gerente de la Fundación Delibes; que en el autor de 'Los santos inocentes' se trasluce en «su educación afrancesada y en el gusto por el deporte, la naturaleza y la actividad al aire libre», alineada con «el abrazo del pueblo francés» a Salabert, «lo que auspició la libertad que en España la guerra y el régimen posterior le habían negado».
«Era cuestión de tiempo que dos personalidades como la de Salabert y Delibes confluyeran y casi inevitable que esa relación deviniera primero en mutuo respeto y, después, en amistad», continúa Zamácola. «La correspondencia entre ambos así lo confirma y el guiño que Delibes hace al oficio del Ranero de Salabert con el Tío Ratero de 'Las ratas', apenas un año después, es sólo un sutil testigo de esa mutua admiración».
Y la juventud de hoy, ante la crisis de vivienda, la sombra de los conflictos bélicos planeando o la crisis climática agraviada, ¿está viviendo su propio 'exilio interior' generacional? Para Juana Salabert, «es una generación que se siente apartada, excluida de la realidad y echada a perder por varias situaciones, pero no es un 'exilio interior' ya que no vivimos en una dictadura, sino en contexto de la Unión Europea, que a pesar de sus defectos es un conjunto de regímenes democráticos».
Gómez tampoco etiqueta como 'exilio interior' esta nostalgia de cierto sector de la juventud, que clama volver a un franquismo no vivido: «Es común a todas las épocas que cada grupo deposite en la historia pasada sus anhelos», considera. «Nuestro futuro es complejo, algo que de por sí no es necesariamente malo, pero no lo visualizamos, y al echar la vista atrás, de igual manera que hace mi generación con la Transición, ven estos jóvenes en el franquismo una idealización desinformada, un encanto estético que se deriva del hecho de que no lo han estudiado bien: no se profundiza en los sucesos recientes y no se lucha contra las mitificaciones».
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