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De cuerpo, amor, cuidado, límite, tacto habla 'La piel cantaba' (Cálamo), el último poemario de Elisa Martín Ortega que presentará este viernes en la Fundación Segundo y Santiago Montes (20:00 h.) en compañía de Fernando del Val.
Si el anterior libro emergió en torno ... a la experiencia de la maternidad, 'Alumbramiento' (2016), este ha venido acompañado de otro bebé, aunque reúne poemas de años anteriores. «Estaba acabado en 2023 y son textos releídos durante el verano y elegidos buscando una coherencia», explica Elisa. «A diferencia de la narrativa o el ensayo, la poesía son momentos. No hace falta estar todos los días sobre ello de la misma manera». La profesora de la Universidad Autónoma de Madrid encuentra en la poesía «un género más fácil», más compatible con el resto de facetas que «no menos trabajoso». «Muchas veces de experiencias vitales intensas te surgen destellos de inspiración, de cosas que ves en los otros, que sientes, son muy potentes y tienes que atraparlas en el momento porque luego es muy difícil volver a transformar ese instante en palabras».
'La piel cantaba' apunta desde la sinestesia del título a la originalidad y al pasado que desarrolla en el libro. «Elijo el imperfecto porque es un tiempo que expresa pasado con una connotación de irrealidad, algo que tiene que ver con la fantasía, con el juego. Cuando un niño dice vamos a hacer que 'éramos' piratas lo utiliza», dice esta especialista en literatura infantil. «Nos aleja de la realidad objetiva, apunta al territorio de la imaginación. El imperfecto se usa en los romances y cuando el personaje habla entramos y salimos del ámbito de la realidad».
El amor que rompe el corazón y lo revive, el dolor que nos hace conscientes del cuerpo, se transforman en metáforas. «Cuando escribes en los poemas aparecen cosas que te sorprenden y te hacen descubrir muchas cosas de ti misma. Este tipo de metáforas relacionadas con el cuerpo eclosionan aquí pero en mi poesía anterior están bastante presentes. Es algo que me ha llamado la atención después, pues al escribir no soy consciente. Hay una reflexión profunda sobre el cuerpo. La piel es el límite del cuerpo, lo que nos permite sentir el mundo y separa el interior del exterior. Al final situar el canto, la palabra, en ese terreno es estar en ese límite, sentir la realidad y estar separada de ella».
En un poema asoma Narciso, el protagonista del mito que se reconoce y no en su reflejo. Elisa deja entrever también los destinatarios de sus desvelos y placeres de piel. «Al final escribimos desde nuestra experiencia. La piel nos pone en contacto con los otros, nos permite acercarnos y sentir a los otros. En ese acercamiento está muy presente tanto el amor erótico como el cuidado más desde la ternura relacionada con la infancia».
«Espero que la piel tenga memoria;/ te cuido/ y mi amor deja un rastro de dolor», concluye la poeta. Y es que para Elisa «la memoria es muy especial. Con la vida te das cuenta de que hay cosas que podemos recordar y evocar, revivir lo que hemos sentido. Pero hay otras sensaciones mucho más relacionadas con el sentir físico difíciles de rememorar. En ese verso pensé en experiencias físicas del cuerpo del otro, del niño pequeño. Te puedes acordar del hecho pero volver a sentir lo mismo es difícil. Esa memoria se queda en la piel, en el cuerpo, no tanto en la mente».
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