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Laura Rojas-Marcos, en el claustro del Museo Patio Herreriano.

«Los vampiros emocionales chupan energía y bienestar»

Laura Rojas-Marcos ofreció en el Aula de Cultura claves para mejorar las relaciones sociales y familiares

JESÚS BOMBÍN

Miércoles, 11 de febrero 2015, 11:44

Las técnicas para lograr una existencia más feliz o el conocimiento de destrezas que pongan trabas al malestar despiertan gran interés. Quedó demostrado con la psicóloga Laura Rojas-Marcos, que el martes abarrotó el salón de actos del Museo Patio Herreriano de Valladolid en la presentación de su cuarto libro, La familia, de relaciones tóxicas a relaciones sanas.

Durante su conferencia en el Aula de Cultura disertó sobre lo que considera el pilar básico en el que se sustenta la sociedad: la familia, una entidad menos conocida de lo que pensamos sobre la que esta especialista en trastornos de estrés, ansiedad y depresión intentó ayer arrojar luz y grandes dosis de reflexión. «La familia es el primer escenario de nuestra vida, donde todo ocurre por primera vez y aprendemos la tristeza, la inseguridad o el sentimiento de rechazo... pero a quienes han nacido en un entorno difícil no es lo único que les marca, porque somos muchas más cosas, influidos por genes, experiencias, habilidades y relaciones externas».

Laura Rojas-Marcos parte de la idea del papel esencial del núcleo familiar en la sociedades mediterráneas, a diferencia de países como Estados Unidos, donde los individuos se separan de la familia a edades más tempranas que en España, donde, apuntó, «este concepto se vive con mayor proximidad».

Para esta especialista resulta esencial una actitud constructiva a la hora de comunicarse con los demás para resolver cualquier conflicto. «El ataque y la actitud de culpar al otro pone a quien tenemos enfrente a la defensiva, y eso acaba cortando la comunicación».

Más allá de la adaptación a los diferentes modelos familiares, considera que en ese entorno de padres, hermanos o abuelos tomamos contacto con lo que son las emociones universales, un aprendizaje en el que en más ocasiones de las deseables topamos con una carencia: el conocimiento de uno mismo. «Como terapeuta me encuentro con muchas personas que no saben cómo se llama lo que sienten, no saben ponerlo un nombre, tienen dificultades para identificar la ansiedad, y así es difícil abordar esa situación, cambiarla o al menos aprender a gestionarla».

A esta neoyorquina de nacimiento y sevillana de corazón le resultó ayer fácil hacerse con el público, una parte del cual siguió de pie por falta de espacio una charla en la que varias veces reiteró la importancia de llevarse bien con uno mismo. «Cómo nos hablamos a nosotros mismos es fundamental para relacionarnos con los demás, observando qué mensajes nos damos y cómo eso se percibe, porque a menudo me encuentro con personas que no se tratan bien y eso acaba creando ansiedad y depresión».

Fue taxativa al poner límite a nuestra capacidad para modificar situaciones negativas, foco de frustración por expectativas incumplidas. «Hemos de ser conscientes de que hay cosas que no podemos controlar, pero sí podemos decidir qué actitud podemos tomar ante ellas. Nos podemos cambiar a nosotros mismos, pero no a los demás».

En el paisaje de emociones negativas más comunes que observa en su trato con personas inmersas en conflictos familiares y sociales citó la ira, la rabia y la sensación de frustración. Pero donde más sufrimiento detecta es en las rupturas de parejas. «Junto a la muerte, son las situaciones que más sufrimiento producen. Las parejas quieren saber cómo manejarlo cuando hay niños por medio y eso requiere amabilidad y apoyo. Los implicados tienen un sentimiento de fracaso y tristeza abrumador, separarse es una decisión tan personal que nunca se toma a la ligera. Dos personas que no son felices juntas es mejor que estén separadas».

Habló también de personalidades tóxicas, que inundan de mal ambiente entornos sociales. «Hay gente que se caracteriza especialmente por un comportamiento tóxico, dañino, que utiliza métodos perversos para hacer daño perjudicando la convivencia; culpabilizan y manipulan convirtiéndose en personas rencorosas, envidiosas y en permanente estado de insatisfacción. Son vampiros emocionales que nos chupan energía, bienestar y transmiten tanta negatividad que al estar con ellos nos hacen sentirnos vacíos y cansados». La solución, aconsejó, poner distancia emocional. «Todos conocemos a alguien así. Hay que poner distancia con ellos, ser asertivo y tomar la decisión de decir basta ya».

Incluir la autoestima como hábito, y la tolerancia y la empatía como ingredientes esenciales forman parte de la receta en el menú de relaciones sanas que ayer presentó Laura Rojas-Marcos. «La clave de una buena relación familiar es la paciencia y tener flexibilidad», concluyó.

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