Un documento de 1658 desvela el mayor secreto del Descendimiento de Villalón
Rosana Ortega, alumna de la Escuela de Arte, localiza el contrato de las tallas en el Archivo Histórico Provincial durante las tareas de restauración
Nadie lo sabía a ciencia cierta. No había forma de conocer con absoluta seguridad de quién eran las manos que tallaron, a mediados del siglo ... XVII, las figuras del grupo escultórico del Descendimiento que –como réplica y homenaje al de Gregorio Fernández (1623, en la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid)– custodiaba el templo de San Miguel, en Villalón de Campos.
Había quien sostenía que eran obra de Francisco Díez de Tudanca (quien en 1653 ya firmó el Descendimiento de Medina de Rioseco). Otras teorías apuntaban a José de Rozas. Y algún estudio fijaba su mirada en ManuelBorje. Pero ningún documento certificaba, sin lugar a dudas, la verdad.
Hasta ahora.
Hoy, 365 años después, es posible ofrecer un nombre definitivo. Manuel Borje Zayas, un escultor que se especializó en las tallas procesionales durante el siglo XVIIy que trabajó en tierras de La Bañeza o Rioseco, fue el encargado de tallar las siete imágenes que componen el grupo de El Descendimiento, de Villalón de Campos.
Lo ha certificado Rosana Ortega (Valladolid, 1980), alumna del Curso de Conservación y Restauración de la Escuela de Arte, quien ha hallado en el Archivo Histórico Provincial el documento que acredita no solo la autoría de las tallas, sino también el momento en el que la cofradía de los Nazarenos hizo el encargo al artista. Fue en 1658. El compromiso era que las esculturas fueran entregadas el día de San Miguel (29 de septiembre) de 1659. Y la petición reclamaba que las imágenes fueran una imitación de las que formaban parte del paso del Descendimiento, de Gregorio Fernández. Las mismas figuras. En una disposición similar.
Era esta una encomienda muy parecida a otras que se hicieron en la época. Y además, a juicio de Ortega, una de las razones por las que los nombres de estos artistas apenas se vincularon a las obras en las que trabajaron. «Al ser encargos que replicaban o se inspiraban, con mejor o peor calidad, en los estudios de Gregorio Fernández, no se daba a estos escultores la importancia que tenía el gran maestro».
El camino para la atribución final de la obra comenzó hace cinco años, en enero de 2018. Durante las obras de restauración de la iglesia de San Miguel, un albañil encontró «de forma fortuita» –junto al salón donde se celebra la catequesis– varias imágenes emparedadas, ocultas entre los muros y paredes del templo de Villalón. Fueron escondidas tal vez para preservarlas de posibles robos o actos vandálicos. Entre esas imágenes se encontraban cuatro figuras del paso del Descendimiento: una Magdalena, la Virgen María, San Juan y un soldado o criado (de las dos formas aparece consignado en varios documentos).
Aunque todas las imágenes presentaban heridas y deterioros, estas dos últimas se encuentran en un estado más delicado. Pero junto a estas cuatro no estaban las tres piezas restantes que formaban parte del conjunto escultórico (José de Arimatea, Cristo y Nicomedo), que tal vez se perdieron en alguno de los tres incendios que sufrió la iglesia a principios del siglo XX.
Ahora, Villalón ha recurrido a la Escuela de Arte de Valladolid para que trabaje en la recuperación de las piezas halladas. El pasado mes de octubre, el área de Conservación y Restauración recibió la imagen de María Magdalena, «una talla estilísticamente muy interesante» y que presentaba varios daños (le faltaban la nariz y un ojo, tenía partes incompletas y sufrió el ataque de la humedad y los insectos).
«Junto al análisis científico y la propuesta de intervención, hacemos un estudio histórico-artístico para recabar información sobre la autoría, el estilo y las técnicas utilizadas», explica Andrés Álvarez, profesor de la Escuela de Arte y coordinador de la restauración de María Magdalena. Ese informe permitió concretar el tipo de madera utilizada (pino de Soria, como buena parte de las tallas de aquella época) y recabar algunos documentos que se tenían sobre la obra, estudiada en su día por el profesor Alonso Ponga. Pero no se sabía con certeza quién fue el autor.
Entre La Bañeza y Rioseco
Rosana Ortega, una de las alumnas, aficionada a la archivística, se empeñó en desvelar el secreto.«Siempre me gusta empezar por el lugar en el que se encuentran las obras, así que fui a Villalón. Hablé con Carlos, el campanero, recopilé mucha información en la iglesia y después, recorrí varios archivos», cuenta Rosana. Dio en la diana en el Archivo Histórico Provincial, donde «en un tiempo relativamente corto» localizó un legajo («atacado por los hongos, tal vez por eso hasta ahora no se había encontrado») en el que se fija como autor de estas tallas a Manuel Borje (de Borja) Zayas.
Fue un escultor terracampino (nacido en la localidad leonesa de Escobar de Campos y bautizado el 20 de enero de 1625) que hizo multitud de trabajos en varios pueblos de la comarca. Su formación comenzó seguramente en Villada o Sahagún, donde había talleres de ensamblaje de retablos. En 1660 se instala en Villalón de Campos, donde trabajó en los relieves y esculturas del retablo mayor y en varias obras para la Semana Santa de la localidad (entre ellas, este Descendimiento). Después de un breve paso por Medina de Rioseco (junto a su esposa, Catalina) se instaló en 1668 en La Bañeza.
La Escuela de Arte de Valladolid ha iniciado con la restauración de María Magdalena el proceso para la recuperación del grupo escultórico del Descendimiento. El centro educativo ha planteado incluso un proyecto por el cual no solo se restauren las piezas halladas, sino para que alumnos de Escultura trabajen en la nueva talla de las tres piezas desaparecidas, con el objetivo de completar un conjunto que hoy tiene un secreto menos.
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