Rosa María Calaf: «La época de la 'posverdad' es la de la mentira»
La periodista alerta del riesgo de desinformación y de la tendencia al espectáculo en el ciclo ‘Cronistas del siglo XXI’
Jesús Bombín
Miércoles, 26 de abril 2017, 18:26
Entre 1970 y 2008 Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) ha ejercido como corresponsal de Televisión Española en varios puntos del planeta desde los que ha acercado a los telespectadores guerras, hambrunas, conferencias de prensa de líderes internacionales, elecciones, atentados y cambios de gobierno. Pionera del reporterismo, defiende la información «con perspectiva ética y en clave de servicio ciudadano», conceptos que a su parecer, se encuentran en horas bajas. Con un discurso crítico con el periodismo que se practica en la actualidad, protagonizó ayer en la sala Delibes del Teatro Calderón la cuarta sesión del ciclo Cronistas del siglo XXI, en la que disertó acompañada por la periodista Angélica Tanarro sobre su trayectoria profesional, la actualidad internacional y los retos de la profesión.
En el acto, organizado por la Fundación Miguel Delibes, la veterana corresponsal de Televisión Española reflexionó sobre el periodismo y la «deriva de deterioro galopante emprendida hace unos años; se ha convertido en algo irreconocible. El periodismo nunca ha sido fácil porque ha consistido en ir donde está el silencio, pero con la realidad virtual y las posibilidades tecnológicas se dan prácticas de ocultación que están complicando la calidad y las informaciones que recibimos como ciudadanos».
Deploró que en buena parte de los medios no se cuestione de dónde proceden informaciones interesadas filtradas por gabinetes de prensa e instituciones, y puso como ejemplo lo que vivió tras los atentados del 11-S, cuando fue enviada a Pakistán. «Todos los telediarios abrieron con unas imágenes sobre el ataque a Afganistán enviadas por el Pentágono y muchos medios las tomaban como verdaderas sin especificar su procedencia; yo, desde Pakistán, tuve que contar que ese ataque no pudo ser confirmado por fuentes independientes, que era lo que realmente podía decir».
Otro de los frentes en el que la información está sucumbiendo es en el de la posverdad, en el que se ha instalado una parte de la opinión pública con Donald Trump como máxima expresión. «La época de la posverdad es la mentira, ya lo pueden llamar como quieran; mucha gente cree estar más informada por disponer de teléfonos móviles, tabletas y redes sociales, pero en realidad lo que estamos es confundidos. Trump es un producto del sistema, un representante de ese deterioro que ha conseguido convencer a los votantes de que es el látigo de ese sistema, y lo ha logrado con una información muy sesgada, que ha encerrado a la gente en burbujas de desconocimiento».
Ciudadanos confundidos
Frente a este estado de confusión considera Calaf imprescindible que la ciudadanía se sienta concernida por la importancia de disponer de información de calidad, tanto para hacerse una idea de su entorno más cercano como del más lejano. «La ciudadanía hoy cree estar más informada, cuando en realidad lo que está es más entretenida, pues los medios han sacrificado información por espectáculo; estamos ante una situación de confusión e indefensión como ciudadanos».
Habló también de la tendencia en las redacciones a apostar por las noticias más llamativas en lugar de hacerse eco de contenidos menos vistosos pero con más trascendencia para la comunicad. «Se da la dinámica de que una información importante es inmediatamente sepultada por algo que es una chorrada y eso tiene un efecto negativo, pues hace que la ciudadanía cambie sus prioridades».
Otro ejemplo en el que el papel del periodista se ha convertido en «irrelevante», aduce, es Siria. «Allí se ha llegado a intimidar tanto a los informadores y los medios han utilizado tanto el morbo de las imágenes de decapitaciones, que al final los terroristas han visto que esa práctica les resulta rentable: han conseguido que no haya periodistas y que la información nos la manden ellos».
También reprochó la creciente trivialización de las informaciones que lleva a muchas televisiones, por ejemplo, «a obligar a posar con casco, chaleco antibalas o mascarillas a los periodistas enviados a lugares donde no es necesario», prácticas que inscribe dentro de «esa dinámica del espectáculo».
De su crítica tampoco se libran las empresas de comunicación: «Han sustituido el espíritu de servicio por la vocación mercantilista en el mejor de los casos, y por la desinformación en el peor», lamentó. También recela de cómo el mundo de la información ha supeditado los contenidos a lo tecnológico «cuando esto debería ser solo una herramienta», señaló tras alertar de la tendencia del periodismo «al alineamiento con el pensamiento único y alejado de los intereses de los ciudadanos».
Desde Moscú, Nueva York, Viena, Buenos Aires, Pekín, Roma y El Vaticano, entre otras capitales, Calaf ha trasmitido la actualidad y ha vivido acontecimientos que le han servido para labrarse el convencimiento de que «el gran mal de nuestra civilización es que no nos hacemos preguntas; a la ciudadanía le llegan más impactos que reflexión y se juega más a ofrecer emociones que conocimiento, de ahí la importancia de que el ciudadano sea consciente de lo que sucede y esté alerta».
Contó que uno de los momentos más tensos y difíciles en su carrera lo vivió en la isla de Timor, en un episodio protagonizado por rebeldes y militares, y otro fue en los Balcanes, donde un coronel serbobosnio intentó violarla. «No suelo hablar de ello porque allí violaron a miles de mujeres, así que me callé y se acabó».