«Juan de Villanueva plasmó en el Museo del Prado su amor por las columnas»
El catedrático de Arquitectura Carlos Montes analizó en la Purísima la obra del diseñador del Museo del Prado
JESÚS BOMBÍN
Martes, 7 de febrero 2017, 09:22
La Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción acogió ayer la tercera y última de las conferencias en torno al reinado de Carlos III en la conmemoración del tercer centenario de su nacimiento, en una sesión en la que Carlos Montes, catedrático de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, disertó sobre Carlos III y la arquitectura de Juan de Villanueva. Tras glosar la relación del monarca con los urbanistas tanto en Italia como en España, Carlos Montes destacó que su arquitecto de cabecera fue Francisco Sabatini, «a quien se trajo de Italia y es autor, entre otros proyectos, de la Puerta e Alcalá, el único edificio que tiene canción, y que en Castilla y León trabajó en el convento de Santa Ana de Valladolid y en la capilla Palafox de la Catedral de Burgo de Osma», resumió.
Aunque Juan de Villanueva (1739-1811) fue nombrado arquitecto del príncipe de Asturias y los infantes (del futuro Carlos IV), en 1785, al final del reinado de Carlos III, recibió el encargo de proyectar el Gabinete de Historia Natural, «el futuro Museo del Prado, que hoy es el mejor edificio de Madrid y uno de los más destacados de Europa en aquel momento».
En su alocución puso de manifiesto los valores constructivos que inspiraron los proyectos de Villanueva, destacando su «amor por las columnas, la solidez de su arquitectura, el respeto al sitio en la medida que entiende el material y la funcionalidad de la construcción... todo eso se ve de alguna manera en el Museo del Prado, un edificio muy bien plantado», apreció.
Ensalzó la visión de Carlos III para hacer confluir en el mismo entorno de Madrid la Puerta de Alcalá, las fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno, el Jardín Botánico, y el Observatorio Astronómico, un conjunto urbano «que hoy es lo mejor de la capital; el monarca fue encargándolo a arquitectos como Sabatini, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva, que levantaron lo que en la actualidad se considera la milla de oro». Descritas las particularidades de esta «brillante» actuación urbanística la confrontó con la imagen de Madrid que se encontró Carlos III a su llegada de Nápoles. «Era la ciudad más sucia de Europa y en el interior, en el barrio de los Austrias, no pudo hacer gran cosa, por lo que eligió la zona del Prado para llevar a cabo su gran proyecto reformista ilustrado, que acompañó con la instalación de empedrado en las calles, aceras, farolas y la introducción de fosos sépticos en las viviendas».
Uno de los rasgos diferenciales que reseñó de la formación de Villanueva es que su trayectoria estuvo marcada por la formación en arquitectura recibida en la Academia de San Fernando en Madrid. «Era el alumno más brillante frente a los anteriores arquitectos, cuyo aprendizaje fue gremial; en el Museo del Prado está reunido todo lo que aprendió en la Academia, la regeneración frente al estilo churrigueresco y el barroco tardío italiano y francés». Otro periodo importante en su formación lo ocupa su etapa italiana de seis años, becado por la Academia española en Roma entre 1759 y 1765. «Para Juan de Villanueva esta estancia en la capital italiana fue como la mesa de disección de la arquitectura antigua; allí aprendió el clasicismo y después sus primeros trabajos serían en El Escorial, donde cerrará la lonja con la Casa de los Infantes y la Tercera Casa de Oficios, que no se habían hecho con Juan de Herrera».
La Guerra de la Independencia produjo «un corte brutal» en la época dorada del urbanismo y daría paso al «desierto arquitectónico» que, en palabras de Montes, supuso el siglo XIX, marcado por los efectos destructivos y carencias que dejó el conflicto bélico.