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El director teatral Antonio Saura.

«Del público espero que sea generoso al acoger un texto clásico»

Antonio Saura pone sobre las tablas este miércoles en Olmedo Clásico a un ‘Macbeth’ que busca una mayor cercanía con el público

CRISTINA MARTIN

Miércoles, 20 de julio 2016, 13:00

Aunque Cervantes centre todas las miradas de Olmedo Clásico en esta undécima edición, también se ha guardado un hueco especial para rendir homenaje a otro de los escritores más célebres de la literatura universal como William Shakespeare. Esta noche el director teatral Antonio Saura, junto a su compañía Alquibla, subirá al escenario de la Corrala de Olmedo su montaje Macbeth, una nueva versión de uno de los clásicos más populares y representados en todo el mundo. Un montaje muy contemporáneo, que conserva los ingredientes fundamentales de la obra de Shakespeare. La traición, la ambición, la violencia, el ansia de poder... «y ese espejo al que el propio espectador no quiere mirarse y descubrir esa maldad del ser humano», apunta Saura, director de más de 50 espectáculos, que regresa a Olmedo, «una plaza muy querida para la compañía», con el que ya es su cuarto montaje basado en un texto del dramaturgo inglés. En 2006 dirigió en la villa del Caballero Sueño de una noche de verano, una de sus últimas obras de teatro.

Saura ha buscado en esta nueva función una puesta en escena «con mucho ritmo», sin intervenir demasiado esta genial tragedia, a través de un recorrido físico y psicológico por las acciones de sus protagonista. Confiesa estar fascinado con el matrimonio Macbeth, «a quien se le odia o se le quiere, no hay un término medio», y está convencido de que descubrirá a un nuevo Shakespeare la próxima vez que se ponga frente a uno de sus textos.

¿Qué propone al espectador este Macbeth?

El principal cambio es una visión mucho más contemporánea de la puesta en escena y otorga, por supuesto, esa importancia que merece el mundo sobrenatural que propone Macbeth. Es una obra con una acción trepidante. Encontramos a un gran Shakespeare, y también se presenta ese espejo donde no queremos mirarnos, porque no nos gusta ver el ansia de poder y el mal que se esconde en el ser humano. Nos unimos al protagonista, transformado en un auténtico asesino que encarna todo el mal, esa maldad que nace del ansia de poder y que permanece en toda la obra. Un complejo recorrido físico y psicológico que descubre la violencia de sus acciones. Una obra de absoluta realidad para la que hemos elegido una puesta en escena con elementos corpóreos, que mueven los propios actores, y todo ello en torno a una barra de bar llena de bebidas, de alcohol... El reflejo de una noche violenta. Es el principio del fin.

Un montaje actual a partir de un texto apenas intervenido...

Hay fragmentos en los que veíamos que podían afectar al ritmo de la puesta en escena de nuestro montaje y los hemos modificado, pero en general no se ha intervenido el texto. Lo que buscábamos era comprenderlo e iluminarlo, que cada actor fuera respetuoso con la obra y encarnara cada uno de los versos mostrando toda la verdad que hay en ellos.

¿Cómo nació este proyecto?

Surge de una necesidad de hace ya bastante tiempo por querer representarlo, pero que nunca terminaba resuelta, bien por falta de un reparto ideal, por las circunstancias... y también si veíamos que coincidía con la representación de la obra por parte de otras compañías. El texto siempre lo hemos tenido sobre la mesa y finalmente ha podido hacerse realidad gracias a la colaboración de varias entidades de Murcia que ayudan a financiar la obra.

¿Qué tiene esta tragedia para representarse de una forma tan extendida en todo el mundo?

A mí en particular me fascina ese eje dramático en el que se articula la ambición del poder, la maldad de los personajes y el elemento sobrenatural de las brujas, las hermanas fatídicas, que nos advierten de cosas que pueden pasarle a cualquiera. Es posiblemente mi texto favorito de Shakespeare, es perfecto, narra una historia espectacular, y prestada, además. La invención de los personajes es genial, sobre todo el matrimonio Macbeth, a quienes les puedes tener miedo o les quieres, no hay un término medio. No sé exactamente cuándo fue la primera vez que leí Macbeth o que cayó en mis manos, pero sí que recuerdo su lectura mientras estaba haciendo la mili. Me destinaron a Cartagena, a la Biblioteca de la Marina, y allí, durante 18 largos meses de mi vida, disfruté leyendo a Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y especialmente a Shakespeare. Todos ellos me permitieron pasar mejor aquellas horas interminables.

¿Cuál cree que es lo más desconocido de la obra de Shakespeare?

Quizá la complejidad de sus personajes. Shakespeare inventó a ese hombre contemporáneo que no existía antes en la literatura. Ningún dramaturgo lo había creado previamente. Y son sus personajes los que después influirán en la dramaturgia posterior. Es fantástico cómo al acceder a la grandeza de cada uno de sus personajes, revisitando sus obras, cada vez consigues iluminar zonas oscuras que antes no habías visto. Creo que lo más complejo de Shakespeare lo descubriré cuando vuelva a dirigir Macbeth en unos años. Veré luces en versos que han pasado desapercibidos ahora, lo tengo claro.

¿Cómo considera que el público del futuro verá el teatro clásico?

Es difícil saber cómo será el espectador en unos años; si miramos atrás, quizá podamos averiguarlo viendo la progresión, pero lo que tengo claro es cómo quiero que sea. Me gustaría que fuera más crítico, que gozase de la puesta en escena, y también que sea comprometido con las apuestas contemporáneas. Espero que sea más generoso al acoger un texto clásico. Pero sobre todo que disfrute de la obra, de esa magia que permite ver montajes más tradicionales a caballo con otros más innovadores.

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