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Victoria M. Niño
Lunes, 18 de abril 2016, 10:22
No hace nada de trámite. A sus 87 años, el juvenil y enérgico Joseph Pérez clausuró el V Simposio de Historia Comunera con una conferencia en la que partiendo de la revuelta castellana pasó a analizar la interpretación posterior, casi siempre negativa, de Carlos V. Hispanista que ha dedicado seis décadas a entender el siglo XVI español, este francés lamenta que su escuela intelectual no haya tenido continuidad.
Poder romano y germano
La voz de Pérez sonó sin necesidad de micrófono. Transportó al público a las «circunstancias fortuitas» que desde 1497 determinan el advenimiento de un rey de la Casa de Austria al frente de los reinos de Castilla y Aragón. «Decimos que era un rey alemán, pero en realidad él se consideraba borgoñón. En cualquier caso su mundo cultural nada tenía que ver con España», comenzó el Premio Príncipe de Asturias de 2014. Yes que lo alemán frente a lo romano articula buena parte de su razonamiento sobre la distinta concepción del poder.
«Como sostiene Pablo Gerchunoff, no hay una Europa, sino tres. Son tres áreas con historia y cultura diferente, con marcadas diferencias lingüísticas y religiosas; por un lado el área mediterránea-latina, por otro la noratlántica-germánica y una tercera, la oriental-eslava. Esta última es la primera en adoptar la religión ortodoxa y desligarse. El resto permanece hasta el final de la Edad Media como defensora de la cristiandad hasta que se enfrenta el norte, nunca bajo el mandato romano, con el sur», explicaba Joseph Pérez. Esta digresión venía para alumbrar el hecho de que la teoría del estado como res publica, en manos de la soberanía popular, heredada de la república romana, está en la médula mediterránea frente a la monarquía dinástica germana que concibe el reino como su patrimonio familiar. «Carlos V hereda esa noción opuesta al estado como comunidad, como res publica. Cisneros procura en vano convencer al rey de que en Castilla las bases políticas son distintas y los comuneros llevarán su oposición hasta las últimas consecuencias intentando restablecer la tradición romana. Cisneros y los comuneros conciben la política como un cuerpo orgánico al servicio de una causa moral defender el bien común, una causa religiosa establecido por providencia divina que se ejecuta a través de los hombres, y una causa material, el Estado», afirmó el historiador que ha dedicado una monografía recientemente al Cardenal.
«Todo esto supone la libre adhesión de los súbditos al llamado pacto callado o contrato tácito entre el rey y el reino. El reino no es del rey, este es su máximo funcionario, un mercenario al que se le paga para que cumpliera con su tarea. Esto se opone a la idea de privatización del Estado germánico». Pero en el binomio rey-reino no siempre estuvo clara la primacía. De hecho en los tiempos de los Reyes Católicos se hace continua campaña en pro del «poder real absoluto, en detrimento de los órganos representativos».
Así lo refleja Francisco Suárez al final del XVI, que explica cómo la soberanía es de la comunidad que la «delega en el rey, único capacitado para ejercerla siempre que cumpla la condición de velar por el bien común. Pero los comuneros desean evolucionar en esa idea de que dar supremacía al reino por encima del rey. La Junta de Tordesillas expresa claramente que quiere intervenir en los temas políticos de peso, que no quieren dejar al rey la decisión final. Y el Almirante de Castilla concluye tras intentar mediar con los comuneros, que es imposible con quien quiere anteponer el reino al rey». Con todo ello los ánimos castellanos aceptan a «regañadientes» la política imperial de Carlos V, «no es xenofobia contra lo alemán sino prevención porque el rey está a punto de sacrificar el bien común de Castilla por los intereses dinásticos en toda Europa».
Pérez constata que «la llamada a restablecer la paz religiosa en Alemania, las cosas de la fe, no despiertan entusiasmo en Castilla. Aquí no se siente la amenaza del tuco, sino del corsario morisco. Por eso hay voces que piden atender la defensa del territorio peninsular y las Indias». El desgaste en las guerras de Flandes y el dispendio del oro y la plata para atender los frentes en todos los territorios de la Casa de Austria será severamente juzgado en la posteridad. «Ya con Felipe IV se da retroactivamente la razón a los comuneros. Cuando en el siglo XVIIIhay cambio de dinastía, Fornell critica la política de los Habsburgo como origen de la decadencia nacional. Los liberales del siglo XIX también interpretan la figura de Carlos V como un monarca extranjero y déspota». Y así siguió Joseph Pérez, asombrando con su energía y elocuencia al respetable congregado en las Cortes.
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