Prosa política y poesía vital para los premios de Castilla y León
Mañueco se centra en la defensa de su gestión de la comunidad en su discurso, ante unos galardonados que reivindican el orgullo de la vocación, del arraigo y de la pasión
A los premios Castilla y León los descolocó la actualidad. La muerte del papa Francisco y los tres días de luto oficial se llevaron ... los galardones a una fecha inusual, este 18 de junio. Y la actualidad también se coló en una entrega que tuvo dos visiones, prosa y poesía. Y muy diferenciadas. La prosa la puso la política. El discurso de Alfonso Fernández Mañueco, tras reconocer los méritos de los premiados, tras emocionar con su referencia a «la premiada más joven», María Caamaño Muñez, por su lucha contra el cáncer y su sonrisa de ánimo contagioso, se centró en la gestión de la comunidad. En un discurso muy similar, aunque en versión reducida, del que no hace tanto pronunció en el debate sobre el estado de la comunidad, en las Cortes. Presumió del buen funcionamiento de los servicios públicos, de las últimas iniciativas de la Junta, como el bus gratuito, o de las ambulancias y helicópteros que se van a incorporar al parque móvil autonómico. También de la economía o de los consabidos «autonomismo útil», «estabilidad» y «gobierno para las personas». Y hasta dejó el recadito en clave nacional con una mirada de reojo a los socios de investidura del Gobierno: «[Castilla y León ] Siempre fiel a nuestra patria […] Defendemos con firmeza la constitución que la nación española se dio e para regir su destino desde la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político, la cohesión social y territorial, la solidaridad y el derecho a la autonomía».
No le gustó el discurso a Carlos Martínez, que también puso prosa, esta vez post-acto. Alabó el gusto de Mañueco, eso sí, después de que el PP incorporara a su ponencia política el «derecho a quedarse» que es su leit motiv desde que aspiró a hacerse cargo del PSOE autonómico. «Esa ponencia tiene las mismas garantías de éxito que las que tiene esta comunidad autónoma con este hombre al frente», dijo. Y no gusto tampoco a Vox, que entendió que no era el día para un mitin político. Vox que, hay que recordar, recibió las críticas de los demás partidos por el discurso de Carlos Pollán en la celebración del estatuto de autonomía, por entender que tampoco era el indicado para ese día.
Entre toda esta prosa, la poesía.



A Juan Antonio González Iglesias, premio de las Letras, le correspondió encontrar el nexo entre la ingeniera, la artista, los astronautas, la niña-símbolo, la tradición ganadera, el deportista. Un sudoku de apariencia irresoluble que, de modo imprevisto, resultó en dos soluciones. La primera la aportó el autor del discurso, capaz de encontrar la visión poética en todos ellos y en sus disciplinas. Porque se puede vivir poéticamente, argumentó. Incluso sin ser poeta. La segunda solución la dieron los propios protagonistas en los breves vídeos realizados por La 7 de CyLTV para introducir a los galardonados: pasión. Por la vida y por un modo de vida. Quizá poético, como lo vio González Iglesias.
Dijo la ingeniera, Elena García Armada, «nuestro trabajo cobra todo el sentido en el momento en el que un niño usa el exoesqueleto». Y lo inerte cobra movimiento. Revive. Emociona. Como María Caamaño Muñez, la niña que combate el cáncer en carne propia y con el entusiasmo de contagiar ánimos propios a pacientes ajenos. «Quiero intentar que la gente se dé cuenta de lo que es el cáncer a través de las redes sociales», dijo. Una poética misión. Dice Dora García, artista, «poder hacer lo que te gusta es un éxito, sea lo que sea». Porque la pasión transforma el camino personal, tan solitario como el trabajo del poeta que glosó González Iglesias, en una vida poética.

«Es un sueño hecho realidad desde que empecé a estudiar en la ULE ingeniería aeronáutica», dice el astronauta Pablo Fernández. «Tomar la decisión vino a raíz de experimentarlo en mis propias carnes durante la carrera, de conocer investigadoras», dice la astronauta Sara García Alonso. Casi inconscientemente, ambos lanzan una oda a la educación en el territorio más laureado por los informes internacionales en toda España. No hay poesía sin sustento educativo. Lo sabe bien Enrique Pascual, que se encuentra en el origen de la épica deportiva. En un lateral del escenario, el que ocupa el entrenador. Un personaje que «hace lo que le gusta, que es enseñar a jóvenes».

Una enseñanza que se repite en ciclos. Y que se transmite y se prolonga. Hasta convertirse en algo arraigado. Como la tradición que representaron los 24 primos que sostienen, cuatro generaciones después, la ganadería de El Raso, de Portillo, premio de Tauromaquia. «Conservar la tradición». Más que un eslogan. Una raíz poética.

«Estoy con los que quieren mejorar el mundo», dice en el vídeo Juan Antonio González Iglesias. Y entonces te das cuenta de que hay un tercer nexo entre todos ellos. El exoesqueleto, la visión poética de la vida, el arte, la lucha contra las adversidades de María Caamaño Muñez, el entrenamiento y la constancia. Mejorar el mundo. Cada pequeño mundo particular.
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