

Luis César Herrero: «El consumo cultural tiene carácter adictivo»
El presidente de la Asociación Internacional de Economía de la Cultura considera que es «más favorable subvencionar el consumo cultural por el lado de la demanda que por el de la oferta»
He aquí el economista palentino que ostenta hoy la máxima relevancia mundial. Luis César Herrero, que hunde sus raíces familiares en Villarramiel y que hace ... tres meses fue elegido presidente de la Asociación Internacional de Economía de la Cultura para los próximos seis años: los dos primeros, como presidente electo, tendrá la responsabilidad de organizar en Indianápolis (EE UU) el programa científico del congreso internacional de esta asociación; los cuatro años siguientes, ya como presidente, se encargará de todas las vertientes científicas del estudio de la Economía de la Cultura desde este colectivo, que agrupa en torno a cuatrocientos economistas del máximo nivel de los cinco continentes. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid, a sus 58 años ayuda a la sociedad a entender la relevancia de la Cultura como generadora de rentas y empleos.
–¿Qué es la economía de la Cultura?
–La aplicación del análisis económico al estudio de la producción, provisión y consumo de cultura. Se analiza también la dimensión y el alcance del sector cultural y la incidencia que tiene sobre el desarrollo económico, sobre el emprendimiento... Es examinar la cultura desde el punto de vista económico. Hace unos cuantos años muchos lo consideraban esto motivo de extrañeza.
–¿Extrañeza?
–Recuerdo que incluso el máster que nosotros dirigíamos, Administración de Industrias Culturales, para algunas personas era difícil de entender. ¿Cómo podían existir industrias culturales si la cultura pertenece al ámbito de la estética, la espiritualidad...? Pero, en realidad, está demostrado que la economía tiene grandes capacidades para explicar tanto la creación como el consumo de cultura, que al fin y al cabo está también sujeto a las decisiones de los individuos cuando optan por aplicar una parte de su ocio para el consumo cultural o para el deleite. Y luego, también una parte importante de la contribución de la economía es evaluar las políticas culturales, la eficiencia de las instituciones culturales. No pretendemos explicarlo todo, pero la economía tiene un aporte muy importante.
–¿Esa extrañeza que detectaron podía deberse a que hubo una época en la que la cultura se consideraba un gasto público incuestionable?
–La cultura tradicionalmente se ha entendido como un consumo elitista, como una cuestión minoritaria, mientras que hoy se está considerando como consumo en masa, como un reclamo por parte de todas las personas que quieren disfrutar de la cultura entendida muchas veces como un espectáculo, como un consumo de ocio y, por lo tanto, eso va desde la extensión de las visitas a museos y espectáculos como al consumo de películas en pantallas pequeñas o música en diferentes formatos.
–Un cambio radical, entonces.
–Hoy tiene que entenderse la cultura como un recurso más de ocio. Eso, algunas personas lo encuentran extravagante o que elimina el sentido estético más puro de la expresión artística pero, en realidad, ¿qué es el Museo del Prado?
–Usted dirá. ¿Qué es?
–Un espectáculo de primera línea. Lo dijo su anterior director: si la cultura es algo, es espectáculo. Y, desde ese punto de vista, pertenece a las decisiones de los individuos cuando quieren transformar su ocio en consumo cultural.

–En eso de lo que los modernos llaman 'contenedores culturales', con el Museo de Arte Contemporáneo, el de la Ciencia, el de Escultura Policromada..., Valladolid se supone que está notablemente dotada. ¿Lo explota bien?
–No me cabe a mi hacer un análisis de si se explota convenientemente o no. Valladolid está haciendo un esfuerzo muy importante en algunos vértices que los teníamos como dotación, pero que se están poniendo en valor cada vez más. Si antes éramos conocidos básicamente por la Semana Santa y la Seminci, ahora se está considerando también por las tapas, el vino y la gastronomía y tenemos un cuerpo de recursos culturales y de museos de primer orden. Valladolid debería también conocerse por este conjunto de recursos y en eso sí que a lo mejor no digo que no se apueste tanto, sino que quizás es más vendible el ámbito de las tapas y la gastronomía, como se ha visto recientemente con Valladolid Plaza Mayor del Vino.
–¿Es Castilla y León una potencia para el estudio de la Economía de la Cultura por su patrimonio histórico?
–Castilla y León, sin lugar a dudas, cuenta con unos recursos culturales de primer orden; en parte porque hemos sido también una región con una riqueza de acontecimientos históricos que han proporcionado todos estos frutos. Todos los esfuerzos que se hagan en este sentido son importantes, pero no hay que inclinarse solamente por el patrimonio histórico porque eso puede comportar también el peligro de que confiemos demasiado en unas estructuras que a lo mejor provocan un turismo pasivo que llega, ve y se va, que en muchos casos lo que causa es congestión y un poco de desvitalización del sentido cultural de estas ciudades y sus atractivos.
–¿Cómo se combate eso?
–Hay que apostar también porque se genere talento creativo, porque se asienten empresas creativas y porque se desarrollen además los otros vértices relacionados con las artes escénicas y las industrias culturales.

–Sonorama Ribera lo que hizo desde el principio fue trasladar a la repercusión económica todo lo que se generaba en Aranda y comarca. Con más ejemplos así, ¿see valorarían más manifestaciones culturales más allá del entretenimiento, el disfrute del ocio o cómo matar el rato ?
–Entender la cultura como el 'A ver cómo matamos el rato' es una tergiversación muy simplificada...
–No pretendía que se leyera así.
–Es que cuando la gente va a un museo, a un teatro o a un concierto tiene una experiencia vital irreproducible. Si la cultura es algo también es que es un bien de experiencia: necesitas experimentarlo para conocerlo y apreciarlo. Es más, algo que decimos los economistas: el consumo cultural tiene un carácter adictivo.
–¡Hala! ¿Adictivo?
–De la mayoría de los bienes de mercado, por ejemplo el consumo de prendas de vestir, de comidas..., los economistas decimos que tienen una utilidad marginal decreciente porque tendemos a la saturación, pero la cultura es de los pocos bienes en los que cuanto más consumes más ganas tienes de volver a consumir: por eso lo del carácter adictivo. Y esa es la razón por la que las inversiones que se realizan en jóvenes sobre el consumo cultural son siempre mucho más certeras porque si a una persona le llevas a un concierto, seguro que va a repetir; si una persona va a un museo, seguro que en algún momento vuelve a repetir. Por lo tanto, de ahí el carácter adictivo. Entre paréntesis debo decir que esta es una de las razones por las que en las épocas de crisis económica el sector cultural no baja tanto como otros sectores.
«En términos sociales, veo más pernicioso promocionar la compra de los videojuegos que los toros»
LUIS CÉSAR HERRERO
–Pero, insisto, si la sociedad en general conociera el impacto económico de actos y hechos culturales relevantes, ¿serían más valorados?
–Hay mucha gente obsesionada por el impacto económico de los eventos culturales...
–Sobre todo los políticos, ¿verdad?
–Sí, no lo quería decir así, pero los responsables públicos siempre nos están pidiendo estudios de impacto económico. Realmente, aun cuando es apreciable y además constituyen un instrumento de política económica muy interesante, porque el impacto económico es de radio corto...
–¿Radio corto?
–Es decir, que genera lazos y efectos de arrastre sobre la economía local y regional porque muchas de las actividades tienen que ver con empresas y sectores de alrededor, como la restauración, los hoteles, los servicios, el sector editorial, pero hay que preguntarse también por el valor cultural 'per se'.
–Explíquese, por favor.
–Probablemente genere más impacto que el Real Valladolid suba a primera que otra actividad cultural, lo cual no significa que la Seminci, por ejemplo, no tenga un impacto y un valor cultural muy elevado: Valladolid está durante una semana en los medios nacionales, es un referente para los festivales y la industria del cine... Hay que medir también los eventos culturales y los recursos culturales por el valor y el rendimiento social que provocan y no solamente por el impacto en términos turísticos.

–¿Se dirigen las autoridades culturales a ustedes para asesorarse mejor y conseguir una aplicación más rentable de los presupuestos públicos culturales?
–De vez en cuando, pero no mucho últimamente, debo decir. Pero en ese tema nosotros mantenemos una conciencia bastante tranquila porque tenemos un máster en Economía de la Cultura y Gestión Cultural, con lo cual nuestra contribución más que con las administraciones, en particular, es con toda la sociedad, en general: hemos generado ya más de quince promociones de alumnos que vienen interesados en qué explicamos desde el punto de vista económico en la gestión cultural.
–¿Con el contenido de este máster se podría tomar la temperatura para saber si verdaderamente el ámbito cultural es un yacimiento de empleo?
–Sí, claro. Si existe este tipo de másteres es porque hay una demanda y una sensibilidad por parte de personas que quieren labrar su trayectoria profesional en el ámbito del sector cultural. Digo esto porque otros másteres han tenido un ciclo de cada vez menos alumnos y el nuestro resulta que se mantiene con un número de alumnos apreciable durante todos los años. Y debo decir, de lo cual estoy profundamente satisfecho, que más de la mitad del alumnado corresponde a alumnos internacionales y de otras regiones. Este año hay alumnos de Brasil, Perú, Argelia y Colombia, de Andalucía, de Madrid...
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LUIS CÉSAR HERRERO
–El Gobierno de Sánchez ha anunciado un bono joven cultural de 400 euros. ¿Será flor de un día?
–Creo que no. Realmente cuando lo he visto me ha sorprendido porque lo llevamos explicando en el máster mucho tiempo.
–¡Qué dice!
–Y ha habido varios trabajos de fin de máster relanzando este tipo de políticas. Particularmente creo que es más favorable subvencionar el consumo cutural por el lado de la demanda que por el de la oferta.
–Arguméntelo.
–Por el lado de la demanda, el dinero está en el bolsillo de los ciudadanos y tienen la capacidad de elegir a qué consumo cultural lo dirigen, mientras que por el lado de la oferta muchas veces existe el peligro de convertirlo en arte oficial o que la producción cultural no esté acomodada a los intereses del público. Por lo tanto, a mí me parece una política muy acertada. El problema es cómo llevarlo a cabo y la letra pequeña de qué sectores van a considerar. Y, sobre todo, también por una cuestión de cómo lo van a poner en marcha.
–¿Tanto pesa el método?
–Es que muchas veces las administraciones públicas ponen en marcha algo en lo que generan unos costes mayores que lo que pretenden remediar. Yo siempre he considerado que los bonos culturales deberían ser de ámbito regional más que de ámbito nacional.
–¿Qué se gana con ello?
–Una región tiene un conocimiento mucho más cercano y certero de en qué sectores se puede concretar el bono cultural. Es decir, están dando a un joven 400 euros para que se los gaste en libros, festivales, museos, consumo cultural de la región y, por lo tanto, tú puedes seleccionar qué tipos de actividades quieres promocionar a través del consumo cultural. Pero visto desde el punto de vista nacional, quizás se vayan a hacer delimitaciones más burdas, menos finas, y probablemente los sectores culturales sean distintos en Castilla y León que en Cataluña o Andalucía. Hay una polémica también muy atroz sobre qué sectores considerar.
–¿Lo dice por el veto a los espectáculos taurinos?
–Claro: que si toros no, que si videojuegos, sí. Yo particularmente lo concretaría en pocos sectores.
–¿Cuáles?
–Los relacionados con museos, festivales, compra de libros, asistencia a teatros y espectáculos escénicos y musicales.

–¿Y cómo lo defendería?
–Son sectores en los que es difícil que la subvención se vaya a transmitir a precios, mientras que en algunos sectores que sepan que va a haber una subvención probablemente lo transmitan a precios. Y lo de que no entren los toros me parece una exclusión ideológica.
–¿Que no tendría sentido, al menos en regiones como esta?
–Sobre todo porque es un mercado tal que las personas que van a los toros es porque realmente les gusta, no es porque se vaya a crear afición. Y, por lo tanto, tienen tanto derecho como los demás, si son un bien cultural, a que puedan ser incluidos. Me parece incluso más pernicioso promocionar la compra de videojuegos que los toros, en términos sociales digo.
–Pero, ¿ve acertado el bono cultral, en general?
–Me he alegrado de que haya salido esta política del bono cultural porque en nuestro máster ha habido varios trabajos de fin de máster sobre esta materia. Y uno de ellos fue el del actual alcalde de Medina de Rioseco, que fue tan convencido que en su día, cuando era solo concejal, creó un bono para Medina de Rioseco y lo puso en práctica durante un año. Obviamente, ahí también el mercado local es tan estrecho que quizá no tuviera tanta viabilidad.
–¿Qué cree que han visto en usted sus colegas de todo el mundo para auparle a la Presidencia de la Asociación Internacional de Economía para la Cultura?
–Lo digo con toda la humildad, porque nunca pensé que pudiera dar este tipo de confianza en el ámbito internacional, pero creo que se han basado primero en la potencia de los académicos españoles dentro de la asociación. En 2016 organizamos en Valladolid el Congreso Internacional de Economía de la Cultura y para mí fue una experiencia irrepetible: fue un orgullo traer a una ciudad de tamaño medio a todos los que más entienden de Economía de la Cultura; hasta entonces este tipo de congreso se había celebrado solo en capitales de Estado.
–Con lo que lleva analizado, estudiado e investigado en todos estos años, ahora que está en el ámbito internacional en un puesto tan relevante, ¿se ha permitido dedicar algún momento a pensar qué quiere ser de mayor?
–Me encuentro tan joven como cuando empecé a estudiar. Siempre he hecho las mismas cosas: tener la ambición de estudiar, de analizar, de explicar y de transmitir y, por lo tanto, no sé si me voy a hacer mayor porque sigo siendo joven en este tipo de ambiciones.
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