Jesús Ángel Redondo: «La cabina de un tractor parece una oficina de la NASA»
El historiador y profesor de la Universidad de Valladolid acaba de editar 'La Transición en Castilla y León. Democracia, autonomía y Comunidad Económica Europea'
He aquí un investigador universitario entregado a escrutar la historia reciente para enseñar a la sociedad las claves que explican muchos porqués de la actual ... situación política, económica y social de Castilla yLeón. Jesús Ángel Redondo Cardeñoso, profesor ayudante doctor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid y profundo conocedor de la evolución del sector agrario. Palentino de Becerril de Campos, a sus 38 años acaba de editar 'La Transición en Castilla yLeón. Democracia, autonomía y Comunidad Económica Europea'. Junto a otros doce autores, se sumerge en «el periodo más relevante de la historia reciente de España» para explicarla desde aquí, dar a conocer lo que sucedió aquí y por qué en estos momentos determinadas situaciones son como son. Se define como «hijo de la crisis de 2008», a consecuencia de la cual se tuvo que ir a Chile (tres años y medio) y luego a Portugal (dos y medio), hasta que regresó a Valladolid para, desde su Universidad, contribuir con su saber y su hacer a que todos conozcamos más y mejor de dónde venimos y qué somos como comunidad.
–Este libro nace 46 años después de desarrollarse el periodo que analiza. ¿Con qué motivación?
–La motivación real de fondo es que la Transición se está cuestionando permanentemente, no solo desde los ámbitos políticos, también desde los académicos. Cada vez hay más estudios que profundizan en la Transición.
–¿Con ese criterio ha seleccionado a los otros doce autores?
–Son básicamente estudiosos que ha ido investigando en los últimos años diversos aspectos de la Transición desde las Universidades de Castilla y León.
–Dice en la obra que «de 1975 a 1985 el país pasó de una dictadura a una democracia». ¿Es ese decenio el que abarcaría la Transición? Sobre su duración ha habido siempre mucha polémica...
–La certificación, y cada vez hay más estudios que hablan de eso, de que España era una democracia no es porque lo dijera, ni porque hubiera una Constitución, sino que es porque se integró en la Comunidad Económica Europea, el club por entonces de países demócratas por excelencia. Normalmente tenemos la tradición de ver la Transición como el documental de Victoria Prego...
–¡Aquella colección de vídeos!
–Sí, que acaban en 1982, con la victoria del PSOE, pero realmente hoy se está viendo la Transición, ya desde la distancia, como un proceso mucho más amplio, de 10 años, con la consolidación del estado de bienestar.
–Esta comunidad nunca tuvo voz destacada en la Transición, más allá de que haya sido tierra de tres presidentes de Gobierno de la época moderna (Suárez, Aznar y Zapatero). ¿Este libro desmiente esa teoría?
–Hay dos cosas en ese sentido. Castilla y León no tenía voz propia en la Transición, primero porque como tal no existía: nació oficialmente en 1983. Pero eso no quiere decir, y el primer capítulo del libro lo muestra, que los castellanoleoneses no tuvieran un papel importante. De hecho, buena parte de los ministros de UCD eran de Castilla y León. El más importante, Martín Villa.
–Inclinó la balanza a favor de la autonomía de Castilla y León
–Castilla y León, aunque no tuvo voz como sociedad, tuvo un papel importante a través de sus representantes políticos. En este sentido se puede decir que Castilla y León no tiene vez propia en la Transición sino que se replican aquí movimientos sociales y políticos que se dan en otras comunidades del interior, que también han estado silenciadas, como Aragón o Castilla-La Mancha.
–España interior, despoblada...
–Hemos sido en cierta manera herederos de esa visión negativa sobre la Transición en Castilla que dejó Delibes en su 'Disputado voto del Señor Cayo'. Hubo pueblos donde no pasaba nada y otros donde pasaban muchas cosas y tuvieron una importancia en el devenir de Castilla y León. Obviamente no había una voz propia de Castilla y León, porque todos sabemos los problemas que hubo para definir Castilla y León: que si con Santander, que si no, que si Logroño, que si León, que sí, que no, que Segovia... Pero sí hubo una voz como de la Cuenca del Duero y de los intereses de la España más agraria e interior, de tener una presencia frente a los beneficios de la industria periférica, de los perjuicios de la sangría demográfica... Todo eso se va articulando no como voz propia de Castilla y León sino como un debate a nivel nacional de regiones de un lado y de otro.
«La agricultura y el sector agrario tienen una capacidad brutal de adaptación a la realidad política social y económica»
JESÚS ÁNGEL REDONDO
–¿Hubo en Castilla y León en la Transición un antes y un después de la guerra de los tractores de 1977?
–Hay un antes y un después en lo que fue la configuración del sindicalismo agrario. La tractorada de 1977 es la única protesta que la mayoría recuerda de todas las que hubo en la región. En la historia de Castilla y León no supuso un antes y un después por el hecho de que cada vez tenían más presencia las ciudades. En aquel momento la agricultura estaba determinada por lo que se decía desde Madrid, estaba todo muy centralizado, precios, medidas... Por eso la tractorada no marcó la historia de Castilla y León sino la evolución del propio movimiento agrario.
–¿Menos es nada?
–La guerra de los tractores fue muy importante en el ámbito específicamente agrario. No porque se consiguieran pocas cosas, que se consiguieron muchas...
–¡Ah, ¿sí?! ¿Por ejemplo?
–A raíz de la guerra de los tractores una de las reivindicaciones conseguida fue la libertad sindical y dos cosas más que se conocen muy poco ahora mismo en el mundo agrario. Una, que en octubre de 1977, cuando se firmaron los Pactos de la Moncloa, el campo estuvo presente en esos pactos: se estableció que los precios se regularían anualmente teniendo en cuenta a las organizaciones agrarias. Y, segundo, algo muy importante es que el campo está presente en la Constitución: se estableció en ella que el Estado se comprometía a asegurar anualmente un nivel de vida en el sector agrario.
–¿Y sirvió para que Castilla despertara? Menciona usted en el libro que Delibes dijo que en medio siglo no había asistido en su región a «una explosión de cólera colectiva» como aquella.
–Más que se despertara Castilla, que se despertaran los agricultores. Sí sirvió para articular muchas veces ese discurso regionalista castellano que intentaba llamar la atención sobre que los pueblos estaban abandonados. Muchas veces desde los discursos nacionalistas catalán y vasco se culpaba al centralismo meseteño de los males de España. Claro, los regionalistas castellanos dijeron que mirasen a ver cómo el centralismo había dejado a Castilla.
–Un repaso por las siglas agrarias de aquellos años hace que parezca que hablamos de un pasado muy olvidado: APAG, AEPA, UFADE, CNAG, Centro Nacional de Jóvenes Agricultores...
–Parece el Paleolítico, ¿verdad? Es otra de las cosas curiosas porque muchas veces la imagen que tenemos es que el agricultor es un ser individualista, conservador, que no se mueve y, te das cuenta, miras atrás y tienes que decir '¡Cuidadito! Que toda esa dinámica asociativa fue muy importante'.
–El relato que usted hace es muy llamativo sobre la situación social agraria entonces: el corte de una carretera llegó a causar una escisión en un sindicato.
–Era una actividad muy dinámica. Y no solo en la actividad asociativa, sino en el día a día del agricultor. ¡Cómo ha cambiado la agricultura en 40 años! ¡Y en 20! Uno se sube ahora a un tractor y no tiene más que pantallas de ordenador. Parece una oficina de la NASA. Todo eso lo protagoniza el agricultor desde su 'supuesto' atraso. La agricultura y el sector agrario tienen una capacidad brutal de adaptación a la realidad política social y económica. ¿Dónde hay más ingeniería que en un tractor? Un tractor es una máquina de ingeniería de primer nivel. Muy pocos oficios han tenido un cambio tan fuerte como la agricultura y esta ha sabido adaptarse a ello y seguir produciendo.
«No comparto que se haga una crítica por el todo, algo como 'La Transición no valió'. ¡Valió en aquel momento!»
JESÚS ÁNGEL REDONDO
–Después de años profundizando en los cambios que se han producido, ¿hacia dónde cree que camina el agro? ¿Es optimista?
–Hay una doble dimensión: la del individuo y la de la comunidad. El individuo que se dedica a la agricultura va a poder vivir bien porque, entre otras cosas, es una persona protegida desde la Unión Europea. Ojo a lo de 'va a vivir bien': ha de adaptarse a las exigencias, ahora las de que va a ser una especie de gestor del medio ambiente. Muchas veces a lo mejor no se le va a exigir que produzca mucho, sino que produzca calidad y ecológicamente hablando. Claro, está la otra cara, la de la comunidad agraria.
–¿Y ahí pintan bastos?
–La comunidad agraria tiende a cada vez tener menos peso y casi a desaparecer. Ahora con las facilidades de comunicaciones, un agricultor que tiene su explotación a 40 kilómetros de la ciudad va y viene perfectamente al pueblo y no tiene que depender de falta de servicios de salud, de educación... Ahí está la diferencia: el que se dedica a la agricultura cada vez va a tener más capacidad, disposición de tierras y el apoyo institucional para defender su sector como estratégico, pero obviamente son muy pocas las personas que van a abarcar mucho terreno y la comunidad rural va a quedar desarticulada. Es un fenómenos que no va a tener vuelta atrás.
–Si las mejores tecnologías están en el campo y con las tecnologías la juventud está muy familiarizada, ¿a qué hay que achacar que no se vea el sector agrario como lugar para la juventud?
–Para poder acercarte al mundo agrario, primero has tenido que tener antecedentes agrarios porque poner de cero una explotación agraria y que sea viable necesita una inversión terrible, no solo de tierras, también de maquinaria. Y, segundo, una cosa es la tecnología y otra la realidad: no dejas de mancharte las manos y madrugar mucho para atender los cultivos. La juventud tiende cada vez más a vivir en las ciudades y hacerlo cómodamente.
–Parte de la llamada nueva política cargó de manera inmisericorde contra la Transición. ¿Un historiador lo ve justificado o no se mete en esas cosas?
–Yo no lo veo justificado en el sentido de que está bien criticar, pero no una crítica lacerada. Hubo cosas que estuvieron mal y otras que estuvieron bien. A fin de cuentas, el proceso de la Transición nos ha dado 40 años de democracia y paz en España, que no se valora, pero en la historia es una excepción. Claro que, obviamente, hay cosas que mejorar.
–Es obligado preguntarle cuáles.
–La Constitución surgió en un momento en el que había unas necesidades políticas, sociales y económicas específicas y, obviamente, el mundo cambia y la democracia española tendrá que cambiar, o si quiere denominarlo así, el Régimen de 78 tendrá que cambiar de acuerdo a la situación actual. Sin ir más lejos, ahora estamos en Europa y cuando se redactó la Constitución, no. Estamos en un mundo globalizado; entonces, no. No comparto que se haga una crítica por el todo, algo así como 'La transición no valió'. No, no; valió en aquel momento. Pero después de 40 años de democracia, ahí está en este libro el capítulo de Pablo García Colmenares, de revisar ya qué sucedió en la Guerra Civil y en la represión posterior. Hay que permitir que se lleven a cabo excavaciones arqueológicas en las fosas. Son cuestiones en las que no tiene que haber mayor debate.
«Castilla y León, aunque no tuvo voz como sociedad, tuvo un papel importante en la Transición a través de sus representantes políticos»
JESÚS ángel redondo
–¿Debería la Transición haber acelerado los procesos que hoy se tratan desde la Memoria Histórica?
–Sí. Una vez que ingresamos en 1986 en la Comunidad Económica Europea deberíamos haber acelerado muchas cosas. Incomprensiblemente no sé por qué no se ha hecho ya. Otras democracias más jóvenes lo han puesto en marcha mucho antes. El caso de Chile, que es el que más conozco: en 1993 ya había una Comisión Parlamentaria de Verdad y Reparación Histórica para ver qué había sucedido en la dictadura, impulsada por los propios parlamentarios. Nosotros no hemos hecho nada parecido. Argentina y Colombia tienen sus comisiones de verdad y reparación histórica.
–Los dos últimos capítulos los firman políticos del PSOE, Juan Colino y Constantino Nalda. ¿No teme que le acusen de inclinarse hacia una opción política?
–No, no, es algo mucho más práctico: no encontré a nadie de la Unión de Centro Democrático que quisiera escribir.
–Dice en el libro que no quieren sentar cátedra, pero sí apuntar líneas de investigación para investigadores futuros. ¿Hay cantera en la Universidad?
–Hay cantera, otra cosa es que haya dinero para sustentarla. Cada vez el panorama en la investigación es más difícil, porque dependes de fondos ajenos, principalmente del Estado, y tras dos crisis hay muchas necesidades básicas. Pero hay un interés creciente por la Transición, tanto en Castilla y León como fuera. Y desde hace diez años a esta parte, las investigaciones sobre la Transición han ido superando a las investigaciones sobre la II República y la Guerra Civil.
–¿Profundizará usted en sus investigaciones sobre la materia?
–Estoy completando todo lo que tiene que ver con la historia agraria que llega hasta 1982 y termina con la llamada Guerra de la Sequía. Se abren también el tema de ver cómo afrontó el mundo agrario la integración en la Comunidad Económica Europea y el de expandir todo lo que he investigado en Valladolid a otras provincias. También está el estudio de la violencia política, que es un hueco que tenemos en la historia de Castilla y León ya que creemos que aquí no pasó nada en la Transición, pero hubo mucha violencia política. Todo depende de que tenga financiación el proyecto de investigación a desarrollar.
–Tanto analizar periodos anteriores, ¿se ha parado a mirar al futuro y pensar en qué quiere ser de mayor?
–¡Pero si ahora no da tiempo a nada!
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