Cómo prevenir que tus hijos sufran un golpe de calor
«En verano las pérdidas de agua se agudizan, especialmente en los niños; por eso los padres deben estar pendiente, porque el riesgo de deshidratación es más frecuente»
La hidratación es un aspecto fundamental que hay que cuidar durante todo el año. El agua es un nutriente esencial, no podemos producirla y necesitamos ... aportarla del exterior. ¿Por que necesitamos beber agua? Porque la mayor parte de nuestro cuerpo es agua, al nacer aproximadamente el 75% de nuestra composición corporal es agua y en la edad adulta, cerca del 65%. Diariamente perdemos agua con el sudor, las lágrimas, la orina y las heces, y para reponerla debemos consumirla a diario para evitar la deshidratación y sus consecuencias.
En verano las pérdidas de agua se agudizan y, especialmente en los niños aumentan las pérdidas por la piel por la mayor temperatura ambiental, mayor número de horas al sol, jugar al aire libre en el parque, en la playa o en la piscina. Por eso los padres deben estar pendientes de la hidratación, porque el riesgo de deshidratación y de que se presenten golpes de calor es más frecuente. Los niños y bebés son muy sensibles a los cambios de temperatura y cuando éstas suben se puede producir una situación grave que se conoce como golpe de calor, especialmente en los menores de 4 años y bebés. La exposición a temperaturas elevadas produce una pérdida de agua y de sal que contiene el sudor, mecanismo natural para disminuir la temperatura corporal, y cuando estas medidas termorreguladoras se agotan, se produce la hipertermia y finalmente el golpe de calor.
Los síntomas que provoca un golpe de calor son: deshidratación; mareos, desmayos, vómitos; agotamiento, cansancio y/o debilidad; dolor de cabeza; irritabilidad por el sudor en el cuello, el pecho y las axilas; y/o calambres musculares.
Los signos de una posible deshidratación son la sequedad corporal: especialmente en la piel (que suele perder elasticidad), boca, lengua o pérdida de lagrimeo; menor cantidad de orina y deposiciones más blandas de lo habitual; menor actividad física de lo habitual debido al cansancio por la deshidratación o irritabilidad excesiva; y/o dolor de cabeza, vómitos o diarrea (acudir al pediatra, ya que los vómitos o la diarrea incrementan la deshidratación).
Si se observan estas alteraciones hay que llevar al niño a un lugar fresco y ventilado o con aire acondicionado; ofrecerle agua con frecuencia (si es un bebé lactante, también el pecho. No utilizar sueros caseros, en el mercado existen soluciones de rehidratación oral adecuada a las pérdidas que el niño presenta); quitarle toda la ropa y ducharle con agua fresca. Si no mejora, llevarle inmediatamente al médico.
«No hay que esperar a tener sed para beber. La sensación de sed aparece cuando ya hay una pérdida hídrica de un 1%»
Lo mejor es prevenir por eso es conveniente tener en cuenta algunas recomendaciones: beber suficiente, para ello, ofrecer a los niños agua de forma continuada, que este siempre disponible; comidas ligeras, frescas y a temperatura ambiente; precaución en el coche: no estar mucho tiempo en el vehículo.
¿Cuánto hay que beber?
Recomendaciones en los lactantes:
- 0-6 meses: 0,7 l/día, obtenidos a partir de la leche materna.
- 7-12 meses: 0,8 a 1 l/día, asumiendo que provienen de la leche materna y de otros alimentos y bebidas complementarias.
Niños:
- 1-2 años: 1,1-1,2 l/día.
- 2-3 años: 1,3 l/día.
- 4-8 años: 1,6 l/día.
Adolescentes:
- 9-13 años: 2,1 l/día para niños y 1,9 l/día para niñas.
- A partir de 14 años se consideran adultos y se aplican las recomendaciones para adultos (2,5 l/día para niños y 2,0 l/día para niñas).
¿Que beber? De elección agua. Al menos, un 80% debe aportarse en agua y el 20% restante en alimentos y otras bebidas (fruta, verdura, caldos, zumos naturales, leche, infusiones, etc.). La principal fuente de hidratación es la ingesta de agua. Deben beberla continuamente, cada 2 horas, por ello llevar botellita de agua, respetar el ritmo de cada niño, no forzarles a beber para evitar que se nieguen a hacerlo, pero sin olvidarse. Mejor a temperatura moderada porque si están muy frías o muy calientes se suele beber menos. No beber refrescos porque contienen mucho azúcar y eso supone un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad. Las frutas mejor enteras que en zumo que contiene más azúcar. No esperar a tener sed para beber. La sensación de sed aparece cuando ya hay una pérdida hídrica de un 1%, lo que puede afectar al estado de hidratación, así como el rendimiento físico y la capacidad cognitiva.
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