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La eclosión municipal y autonómica de Podemos dejó en 2016 a un partido con 3 diputados en el Congreso por Castilla y León, 10 procuradores en las Cortes y 3 concejales decisivos en el Ayuntamiento de Valladolid. Cuatro años más tarde, todo lo que quedaba eran dos procuradores en las Cortes. Y la consiguiente reducción de ingresos ha obligado al partido a cerrar sedes y a reducir al mínimo los miembros con plena dedicación al partido. «Estamos reajustando los recursos que tenemos», admite Pablo Fernández, reelegido secretario autonómico de la formación y portavoz nacional desde que Ione Belarra sucedió a Pablo Iglesias al frente del partido.
El «evidente retroceso electoral» significa, para Fernández que han «tocado suelo». Y en esa caída, a dos años vista de las elecciones municipales y autonómicas, se ha fijado la autocrítica. «Siempre hemos dicho que hemos cometido errores. El principal fueron esas luchas intestinas que se dieron en muchos lugares en España. Uno de los sitios donde fue más cruenta fue Valladolid, nos hizo daño. Ahora hay un grupo en la capital y en la provincia que están remando todos a una», asegura Fernández.
Muchos de los nuevos cargos al frente del partido en las provincias -principalmente en las capitales- tienen el hándicap de tener que compaginar la tarea política con la propia carrera laboral, «PP y PSOE tienen estructuras enormes, con gran cantidad de liberados que pueden dedicarse a tiempo completo», explica el leonés. El 85% de su directiva autonómica están fuera de esa rutina política diaria.
El otro gran error a corregir, según la trayectoria fijada, es el de la fracasada unión con Izquierda Unida en 2019 en Castilla y León. «Fue un error grande, que asumo, no haber concurrido con IU a las elecciones de 2019, pero está subsanado. Hemos articulado una mesa de trabajo conjunta para llevar a cabo acciones políticas, institucionales y con el horizonte de concurrir como Unidas Podemos a nivel autonómico como municipal» en 2023, señala Fernández.
Aunque en ese punto también habrá dificultades. El mayor poder de Izquierda Unida en Castilla y León, donde perdió su único procurador en las Cortes, se aglutina en la Alcaldía de Zamora, con la mayoría absoluta de Francisco Guarido, y en el Ayuntamiento de Valladolid, con los tres ediles de Toma la Palabra (IU más Equo) en el equipo de Gobierno. Ni Guarido quiere dar a torcer sus siglas ni los tres concejales de Valladolid van a seguir, por estatutos, en sus puestos, lo que va a suponer una dura prueba para la formación.
A todo esto se suma la escasa implantación de Podemos en el medio rural. O incluso más allá de las capitales de provincia, donde tiene sus estructuras consolidadas. «A nivel provincial intentamos generar esas redes territoriales. Trabajamos en fortalecer a nivel organizativo la estructura con el hándicap de que tenemos pocos recursos», explica Fernández
El discurso de Podemos ha variado desde su nacimiento. De unos objetivos y protestas transversales, se ha decantado hacia un tono claramente de izquierdas. Eso seguirá presente, con las políticas en defensa de lo público como bastión principal. «Somos optimistas, estamos consiguiendo incorporar a más gente y ensanchar el espacio de Podemos», considera Pablo Fernández, que cree que la conjunción de Podemos con Izquierda Unida multiplicará en lugar de sumar. Ese es el horizonte, aprobado por Juan Gascón, coordinador de IU en la comunidad, para propiciar el rebrote.
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