

Valladolid recoge en un año medio millón de kilos de ropa usada: ¿dónde va y qué se hace con ella?
Una empresa formada por Cáritas y San Juan de Dios promueve contratos para personas vulnerables en una cadena de reutilización y reciclaje textil que va de los contenedores a tiendas de segunda mano
Ha llegado el momento de vaciar este contenedor ya lleno de ropa en la plaza del Cosmos. En su interior hay un sensor que indica ... el momento en el que el depósito empieza a estar hasta los topes y alguien tiene que pasar a vaciarlo. Así que, a las 8:30 horas, llega la furgoneta de Ecocircular para cumplir con su misión. Juan Borja y Daniel Oliveros, trabajadores de la unión temporal de empresas constituida entre Cáritas y el centro especial de empleo San Juan de Dios, aparcan el vehículo en esta plaza de La Victoria, abren el contenedor rojo y calculan, a primera vista, la ropa que durante los últimos días los vallisoletanos han depositado allí. Blusas, mantas, pantalones, abrigos, zapatillas de deporte, algún bolso se ve también.
«Una vez que lo abrimos, tenemos que anotar cómo de lleno estaba el contenedor», cuenta Daniel. Dividen el depósito en seis partes e indican hasta cuál de ellas estaba lleno. Cuatro sextos, cinco sextos, seis sextos (o sea, hasta arriba del todo). Y a partir de ahí, comienza el vaciado. Sacan la ropa, la meten en la furgoneta (hacen una foto del contenedor vacío) y continúan su recorrido por la ciudad, camino de algún otro de los 201 contenedores textiles con los que cuenta (o contará) Valladolid. Ya se han desplegado 115.
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En los próximos días, se colocarán los que faltan. El objetivo es fomentar la recogida de ropa usada, ofrecer alternativas frente al desperdicio textil y crear, con toda esta cadena de reciclaje y reutilización, empleo entre personas vulnerables o en riesgo de exclusión.
El año pasado, Valladolid recogió medio millón de kilos. Las previsiones dicen que para este año se puede llegar al millón. Ya se han firmado ocho contratos a personas que, de otro modo, tendrían muy complicada su inserción en el mercado laboral. Detrás de todo esto (de tantos kilos, de estos contratos), hay una tupida red solidaria que comienza cuando alguien tira la ropa que ya no quiere en alguno de estos contenedores.
¿Y qué pasa después con ella? ¿Dónde viajan y qué se hace más tarde con tantos vaqueros, camisetas, cazadoras? ¿Qué porcentaje vuelve de nuevo a Valladolid, a las tiendas de segunda mano que tiene Cáritas en la ciudad? ¿Cómo se reparten esas prendas entre las personas necesitadas de la capital? Las respuestas a estas preguntas están en los siguientes párrafos.
Hasta hace unos años, Cáritas contaba con un ropero en la calle José María Lacort. Allí se entregaba la ropa usada que luego era repartida entre las personas vulnerables de Valladolid. El sistema era voluntarioso, pero tenía sus problemas. Para empezar, una evidente falta de espacio que hacía que Cáritas apenas pudiera asumir toda la ropa que le llegaba. «Y luego, casi se obligaba a las personas a vestir lo que se le daba, sin tener en cuenta sus gustos», cuenta Cristina Martín Pedrosa, gerente de Arco Iris Prolava, la empresa de inserción laboral impulsada por Cáritas.

Este sistema cambió en 2020 con la constitución de la cooperativa Moda Re-, formada por todas las empresas de este tipo que, de la mano de Cáritas, se dedican a la recogida de ropa usada en el país. La ONG repartió contenedores en parroquias y centros comerciales para recoger material textil. Y luego abrió dos tiendas (Labradores 24 y Fuente el Sol 18) para dar una nueva vida a la ropa que se podía de nuevo vender. Hay 145 en toda España. Este sistema no deja desamparadas a las personas que más lo necesitan, ya que los trabajadores sociales de Cáritas -como explican desde la entidad- entregan unos vales que se pueden canjear por ropa en estas tiendas Moda Re-. Por las prendas que quieran hasta el valor de esas tarjetas. «Esto refuerza la dignidad de las personas, ya que no tienen que hacer cola para recibir ropa y, además, pueden elegir la que más les gusta o que necesitan», cuenta Martín Pedrosa.
Pero, hasta llegar a la tienda, hay todo un largo proceso que se ha iniciado con ese sensor del contenedor en la plaza del Cosmos. Gustavo Lavigne es la persona que todas las mañanas revisa estos indicadores para ver qué depósitos rojos están llenos y es necesario vaciar. Recopila esos datos y fija unas rutas para que tres furgonetas recorran la ciudad en busca de la ropa.
Esta mañana, el recorrido ha comenzado a las 6:00 horas por la calle Enrique León (San Pedro Regalado), sigue por la plaza del Doctor Jiménez Díaz (en Hospital), continúa por Soto (en La Rondilla) y avanza por Batallas, Miguel Ángel Blanco (Huerta del Rey) o la plaza Porticada de Girón, antes de llegar a este rincón de La Victoria. Subirá después a Parquesol. Al llegar a estos contenedores, los trabajadores de Ecocircular los vacían y meten todo lo recogido en la furgoneta.
Lo que consiguen no siempre está en las mejores condiciones. Por eso insisten en las claves para dejar la ropa usada en el contenedor. Debe estar limpia y seca. Metida en bolsas luego bien atadas. Esto es importante, porque si la bolsa se abre y dentro había, por ejemplo, un par de zapatos, puede que estos aparezcan desparejados. O un chándal. O un conjunto de blusa y pantalón. «Vale cualquier tipo de prenda textil», recuerda Martín Pedrosa. Como sábanas, fundas de almohada (no el relleno), los trapos de limpiar la casa. Incluso aunque estén rotos y deshilachados. También esa camiseta roída se puede recuperar.

Una vez completada la ruta, las furgonetas (hay tres que recorren la ciudad) se dirigen a una nave de Santovenia, donde la ropa se mete en grandes sacas de entre 300 y 350 kilos. El contenido es prensado para que ocupe el menor espacio posible y esos grandes bolsones se numeran y almacenan hasta su recogida posterior. En lo que va de año se han llenado 530. Hay casi un centenar apiladas, como un muro enorme, en esta nave de Santovenia, a la espera de que llegue el camión que llevará toda esta ropa (dos o tres veces al mes) hasta su siguiente etapa.
La cooperativa trabaja en España con unas plantas gestionadas por los socios que se encuentran en Madrid y Sabadell. A esta última es a la que suele llegar lo recogido en Valladolid. Marc Pascual es el responsable de producción de la fundación y también de esta planta donde se recibe, selecciona y cataloga la ropa. Siempre de forma manual. «Hay 186 trabajadores en la planta. De ellos, 140 en el proceso productivo y el 80% forman parte de los proyectos de inserción laboral», explica Pascual. Los empleados revisan toda la ropa y deciden si es apta para su reutilización (en torno al 62% del total) o su reciclaje (el 32%). El otro 6% restante suele ser peso vinculado con los embalajes o material que se lleva a plantas de incineración que sirven para fabricar cemento.

Las prendas que están en mejor estado se bautizan como 'crema'. Es ropa con una calidad tal que puede usarse de nuevo sin problemas y enviarse a las tiendas de Moda Re-. «Hay una parte que regresa a las tiendas. El resto, se exporta a otros mercados donde bien está más desarrollado el sector de segunda mano (sobre todo proyectos sociales de Europa) o países en desarrollo». La ropa que no se puede vender por estar destrozada o muy sucia (llena de manchas que no salen), se destina a reciclaje, con la reutilización de los tejidos, su uso para aislamiento térmico o para relleno de asientos en la automoción.
«En torno al 10% de todo lo recogido regresa a las tiendas de Moda Re-», explica Martín Pedrosa. De las 145 que hay en España, dos están en Valladolid y ya se trabaja en la apertura de una tercera en La Rondilla. Paola Aristizábal es la jefa de estos establecimientos en la ciudad. Está hoy en la fase final de la cadena, pero sus inicios fueron como conductora-carretillera, en la recogida de ropa por los contenedores de textil. Acababa de llegar a España desde Colombia. No tenía sus títulos convalidados. Había solicitado protección internacional. «Soy el ejemplo de lo que esta empresa social puede conseguir», asegura.

En la actualidad, ocho personas en riesgo de exclusión trabajan con el proyecto de Moda Re-, bien en tienda o en recogida. Junto al empleo, reciben formación y apoyo por parte de Cáritas para completar su formación o recibir acompañamiento de todo tipo (laboral, psicológico, social). «Este trabajo en Ecocircular se entiende que es temporal, hasta un máximo de tres años, para que encuentren otro empleo normalizado», cuenta Martín Pedrosa, quien recuerda que casi nunca se llega hasta ese tope. «Se marchan antes. Hay muchos casos en los que les ayudamos a sacarse el carné de camión y consiguen muy pronto un trabajo en el sector del transporte». El último, una joven que ha encontrado empleo como conductora de autobús.
Ahora en tienda están Jackeline Robles y Juan José Alvarado, quien confía en abrir en un futuro su propio negocio vinculado con el mundo de la estética. De momento, atiende a los clientes que llegan a la tienda de Moda Re- en Fuente el Sol. El local está lleno con la ropa que les ha llegado, seleccionada y ordenada, desde esa planta de catalogación en Cataluña. «Recibimos envíos periódicos. Nosotros hacemos los pedidos (pueden tramitarse todos los martes) sobre lo que podemos necesitar. Hay categorías de invierno y verano. De hombre, niño y mujer. De arriba y de abajo. Pero no sabemos exactamente lo que nos van a enviar. Podemos pedir ropa de mujer, de verano para la parte de arriba del cuerpo. Y ahí te pueden venir camisetas de hombrillo, de manga corta, blusas o cazadoras finas».
En la tienda, la higienizan (con un nebulizador durante tres horas), la planchan, ordenan por tipo de prenda, tallas y colores… y luego la ponen a la venta después de hacer una valoración. «A veces nos llegan prendas de marca (Carolina Herrera, Prada, Dior) y eso, claro, tiene otro precio», indica Paola, para recordar que en los próximos días llegarán a la tienda nueve palés con 180 cajas de ropa de verano. «El 70% de la ropa que tenemos es de mujer. Recibimos menos de hombre y también de niño, tal vez porque los peques destrozan más la ropa y hay más costumbre de reutilizarla con hermanos, primos o amigos», cuenta Paola desde el mostrador de esta tienda donde se despacha la ropa que alguien tiró en un contenedor de Valladolid y ahora busca nuevo comprador. Y por el camino, el proceso ha servido para evitar el desperdicio textil y facilitar la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión.
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