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Sara Esteban, Jesús Dueñas y Alejandro Fernández, premios nacionales de Educación en FP, Bachillerato y Secundaria.

Los mejores alumnos del mejor sistema educativo

Castilla y León entrega sus premios a los estudiantes más destacados y los proyectos más innovadores. En el debe queda el futuro laboral de los jóvenes, que piden ayuda a las instituciones para optar a un futuro laboral acorde a sus méritos

a. g. encinas

Miércoles, 14 de diciembre 2016, 17:06

Sara Esteban es una estudiante atípica. Porque se sale de la media, como atestigua su matrícula de honor, que le ha valido ser Premio Nacional de Formación Profesional, pero también porque tiene 30 años. Y eso se explica con su currículum. «Soy diplomada en Nutrición y Dietética, tengo el ciclo de grado superior y estoy en el paro». Sara acaba de recoger el reconocimiento de la Consejería de Educación por su Premio Nacional, como otros cuantos compañeros que han conseguido hitos similares en Bachillerato o Secundaria. Ella se acaba de presentar a las oposiciones para un puesto en la Junta, algo complicado «porque había 12.000 aspirantes».

Es el lunar del sistema educativo regional, el qué pasa después. Porque a la vista del evento de ayer, el camino hasta ese momento es el adecuado o casi. 45 centros, privados y públicos, de Secundaria y Centros Rurales Agrupados, de Infantil o de Bachillerato, recibieron galardones por sus proyectos de mejora de la calidad educativa. Proyectos tras los que se encuentra ese profesorado que aún lamenta las elevadas tasas de interinidad pese a los últimos concursos públicos. Y ese profesorado es clave. Solo había que ver a Jesús Dueñas, estudiante Premio Nacional de Bachillerato, cuando quiso agradecer, emocionado, el papel de todos los que le han llevado a este éxito. «Me gustaría que estos premios fueran una ocasión para dar gracias a mi familia, a mi querido colegio, San Agustín, y al profesor Francisco Bellot Rosado, que imparte clases de preparación para las Olimpiadas Matemáticas y creo que ha tenido mucho que ver con mi trayectoria académica», confesaba.

Jesús Dueñas cursa un doble grado de Matemáticas y Física en la Universidad de Valladolid. Curiosamente, el mismo camino que quiere seguir Alejandro Fernández Jiménez, que recogió el Premio Nacional de Secundaria (hay 15 por categoría en toda España). «Estoy en segundo de Bachillerato, que nos ha tocado un curso bastante raro», decía con cierta sorna. Ahora, al menos, ya sabe que no habrá reválida tipo Lomce, sino examen al estilo de la vieja Selectividad, ahora añorada (cosas veredes, amigo Sancho). «El premio me supone un orgullo por tantos años trabajando porque la ESO es un ciclo largo y es bonito que te reconozcan que lo has hecho bien», dice, aunque tiene una duda: «No sé muy bien qué ventajas me puede ofrece presentar este diploma en una empresa o en una institución».

Y ahí, sin querer, entronca con Sara Esteban. Que escucha a sus dos compañeros, más jóvenes, con atención. Que sabe que lo que viene después de esto es complicado. Y que se rebela contra una situación paradójica. Pide que las instituciones hagan algo más. «En el Premio Nacional coincidí con otra chica que había ganado en la misma categoría que yo. Era de La Rioja. Allí, el gobierno autonómico se pone en contacto con los centros y a los mejores alumnos los contratan para interinidades en la administración. Me gustaría que en nuestra comunidad también se hiciera», deseaba.

En un evento multitudinario, con dos estudiantes de Periodismo como presentadores (Alba Oliveros, de la UVA, y Roberto Abad, de la UEMC) y la actuación del coro del instituto Núñez de Arce, el consejero de Educación aprovechó para felicitar a la comunidad educativa por los resultados de PISA. «Deben servir para sentirnos orgullosos de nuestro sistema educativo y del trabajo coral que se viene realizando por parte de profesores, padres y de las autoridades educativas», dijo.

Sin embargo, Rey alertó de dos peligros. El primero, que estos resultados de PISA solo sirvan para separar «en lugar de para construir». Porque, según explicó a El Norte, la educación es una responsabilidad común más allá de las competencias que tenga cada comunidad autónoma. Y un segundo peligro, descrito muy gráficamente: «Alguien inteligente es capaz de recuperarse de un fracaso, pero un tonto puede no recuperarse nunca de un éxito».

Que el sistema educativo de Castilla y León es el mejor de España lo refrendan los informes y las evaluaciones externas. Que es el que menores brechas presenta entre chicos y chicas, zona rural y urbana y centros privados y públicos, también. Pero los mejores son, por definición, inconformistas. Y Sara Esteban, que está entre los mejores, advierte del peligro que encierra el después: «En el último trabajo que he estado cobraba ochocientos euros al mes. ¿Qué quieres que te diga? Si la gente nos toma como ejemplo... Si mis primos pequeños me toman como ejemplo, ¿qué ven? ¿Que por estudiar y ser la mejor estás en el paro y como mucho a lo que puedes aspirar es a cobrar ochocientos euros?».

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