El secreto del primer hombre que voló, un Da Vinci burgalés
Diego Marín Aguilera murió a los 44 años hundido en una depresión después de que sus vecinos y familiares destruyeran el ingenio que ideó para desafiar la lógica humana y volar como las aves
La vida de Diego Marín Aguilera acabó en tragedia por la incomprensión de sus familiares y vecinos. La misma que ahora muestran las instituciones que han olvidado que fue el primer hombre que desafió las leyes de la naturaleza para sobrevolar su pueblo. Sólo su localidad natal, Coruña del Conde, y la capital de la provincia, que dio su nombre a un instituto, son las huellas que quedan del primer aviador de España. Y probablemente del mundo. Este reportaje pertenece a la sección Burgos Misteriosa de BurgosConecta.
La historia de la aviación dice que el 17 de diciembre de 1903 los Hermanos Wright hicieron el primer vuelo de la historia de la humanidad; pero el 15 de mayo de 1793 fue Diego Marín Aguilera el primer hombre en volar y la aviación española, al menos, ha reconocido que así fue.
Bien puede decirse que Diego Marín Aguilera fue el precursor de la aviación moderna. También puede decirse que la vida de este hombre fue un misterio, como lo fue su invento, y como lo fue después el olvido en el que ha caído. Incluso su familia y amigos llegaron a tachar al aviador como un loco.
Sin embargo, las crónicas del siglo XVIII y del siglo XIX hablan de un joven ingenioso. Tuvo que conocer los prototipos de Leonardo da Vinci para lanzarse a la aventura de crear el suyo y sobrevolar su tierra. La primera muestra que dio de su talento fue una reforma que llevó a cabo en el mecanismo de un molino sobre el río Arandilla, con lo que consiguió mejorar las condiciones de aquella modesta industria, señala Juan Albarellos en Efemérides Burgalesas.
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Posteriormente Marín, construyó una máquina para un batán que resultó también ventajosa; y un artefacto especial para serrar mármol para las canteras de Espejón, en la provincia de Soria. Y un aparato para machacar lino y otras invenciones. Pero la idea de volar fue la que más arraigo en él.
Son siglos en los que aparecen mentes ilustres; Leonardo, Juanelo Turriano -el genio toledano- y Diego Marín Aguilera en Burgos. Los dos primeros han sido premiados por la historia. Pero el burgalés atesora una lúgubre colección de
El joven Diego, durante mucho tiempo, se dedicó a estudiar el vuelo de las águilas; y observó su comportamiento en el cielo y sus movimientos; la relación entre su peso y las dimensiones de sus salas, la forma de colocación de las plumas y otras muchos variables del vuelo de esta majestuosa rapaz.
Dedicó seis años a esta tarea y durante ellos recolectó un gran número de aves, a las cuales despojaba de su plumaje guardándolo cuidadosamente. Cuenta Albarellos que, «con ayuda del herrero del pueblo, construyó una especie de pájaro mecánico conforme al resultado de sus observaciones». Hizo el cuerpo de madera, hizo las alas de dos varas y medio de largo. Cada una formadas por varillas de hierro cruzadas, con alambres, donde fue colocando las plumas de águila, que había ido reuniendo, de manera que imitasen perfectamente a las alas de aquellos pájaros. Puso una cola a su mecanismo, también recubierta de plumas, y finalmente instaló unos estribos o casquillos de hierro para afianzar los pies.
El artefacto permitía que tanto la cola como las alas se movieran a voluntad del aviador por medio de unas manivelas. Diego Marín Aguilera le contaba sus avances a su amigo Joaquín Barbero y a una hermana, que eran confidentes suyos y que tenían fe ciega en el éxito de la empresa.
Enemigos
Pero también tenía muchos enemigos cuando tuvo terminado su artefacto y se dispuso a volar. Eligió el lugar de arranque, una lastra caliza que dominaba el pueblo de Coruña del Conde y sobre la cual existían los restos de un antiguo castillo. Allí se dirigió la noche del 15 de mayo de 1793. Preparó su mecanismo, montó sobre él y se despidió de su amigo y su hermana diciéndoles que se proponía ir a un vuelo a Burgo de Osma y de allí a Soria, y que tardaría una semana en volver.
Lo logró. Diego Marín Aguilera voló. Se elevó sobre el suelo en dirección a Soria. Pero al poco rato, cuando había salvado una distancia de un kilómetro aproximadamente, el aparato sufrió una avería y descendió lentamente hasta el suelo. Todos corrieron presurosos a socorrer al aviador y al llegar se encontraron a Diego sano, y salvo increpando el herrero, cuenta Albarellos, porque se le había roto un perno del ala derecha y le había hecho caer.
El burgalés no se desanimó por este percance ni abandonó su propósito; más bien cobró nuevos ánimos y se propuso reconstruir el aparato con más perfección. Ahí se dio cuente de que sus enemigos crecieron, sobre todo entre sus parientes más cercanos y sus vecinos.
Tanto es, así que se apoderaron del aparato mecánico y le prendieron fuego destrozando lo poco que quedaban tras los rescoldos de las llamas. «Todos cayeron sobre el armatoste de pluma y hierro, y lo destruyeron a la vista de su autor», recoge el periodista Eduardo de Ontañón, que en 1932 describió la hazaña del inventor burgalés en la revista 'Estampa'.
El aviador, viéndose sin recursos para continuar sus experiencias, cayó en una onda melancolía que le ocasionó la muerte al poco tiempo, cuando contaba 44 años de edad.
Diego Marín Aguilera fue, sin duda, el primer hombre de la historia que consiguió volar, tal como numerosos estudios y documentos lo demuestran —si bien su hazaña ha sido sistemáticamente ignorada por los estudiosos extranjeros—, adelantándose casi un siglo al ingeniero alemán Otto Lilienthal, muerto en 1896.
Por tal motivo, el Ejército del Aire reconoció en un merecido homenaje a Diego Marín como el antecesor de la Aviación Española. En fechas recientes, su hazaña fue reconstruida en un aparato similar —no igual, ya que Marín no dejó ningún dibujo, descripción o testimonio de ninguna clase— al utilizado en 1793; eso sí, se emplearon para el programa televisivo Al filo de lo imposible idénticos materiales, construido en colaboración con la Facultad de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid.
La fabulosa historia de Diego Marín, dirigido por Fidel Cordero, en 1996, y premiado con un Unicornio de Plata en la I Semana de Cine Fantástico y de Terror en Estepona se llevó a la gran pantalla.
Leonardo y Turriano
Son muchas las coincidencias entre estos dos personajes de la historia. En anteriores párrafos mencionábamos también a un tercer inventor español, Juanelo Turriano. En realidad, tanto Da Vinci como Turriano eran italianos, el primero florentino -de Anchiano- y el segundo de Cremona, pero español de vida y trabajo y afincado en Toledo.
El inventor de Toledo ideó y construyó una máquina hidráulica para subir agua a Toledo desde el río Tajo. Su invento se conoció como el Ingenio de Toledo o Artificio de Juanelo. Además, hizo decenas de otros inventos.
Por lo que se refiere al florentino, el 3 de enero de 1496 probó por primera vez su máquina voladora. Leonardo fue un niño obsesionado con el vuelo de los pájaros y su sueño fue emularlos. Estaba convencido de que lograría volar con la ayuda de una máquina. Además de estudiar el vuelo de las gaviotas, también se interesó por los insectos y los murciélagos.