

El juicio que el demonio presidió en el desaparecido convento de San Francisco
Esta leyenda, publicada por Juan Agapito y Revilla, comienza con el funeral de un ilustre y reputado jurista de Valladolid, cuya identidad se desconoce
Por sus intenciones moralizantes esta leyenda fue transmitida de forma oral entre la comunidad del desaparecido convento de San Francisco, ahora teatro Zorrilla, y plasmada ... por escrito por primera vez hacia 1480, pero las referencias impresas actuales se deben a una publicación del historiador Juan Agapito y Revilla. Todo comienza con el funeral de un ilustre y reputado jurista de Valladolid, cuya identidad se desconoce.
En el siglo XIII, era habitual realizar enterramientos en el interior de los templos. En el caso del convento de San Francisco llegaron a ocupar todas las capillas, además de la totalidad del pavimento del recinto sacro. Junto a los de los frailes franciscanos, había otros de distintos linajes y familias burguesas que compraban sus capillas funerarias con un deseo de prestigio social e inmortalidad.
Entre las sepulturas, dos de ellas llamaban la atención por carecer de inscripción. Una de ellas pertenecía al afamado jurista, enterrado días antes en el convento. Según la tradición, para sus solemnes honras fúnebres, un franciscano era el que se tenía que encargar de la redacción de un discurso para ensalzar sus virtudes. Para ello, el monje se encerró la noche anterior al funeral en la biblioteca.
Cortejo fúnebre con Lucifer
De pronto escuchó las notas desafinadas de una trompeta y un estrépito de voces que rápidamente se aproximaban a la biblioteca. Extrañado y aterrado por algo tan poco habitual en el silencioso recinto, se escondió detrás de unos estantes repletos de libros, desde donde contempló cómo se abría la puerta de la librería y entraba un tumultuoso cortejo de seres vestidos con túnicas negras, presididos por el propio Lucifer, que con un aspecto diabólico se sentó y comenzó un juicio al alma del difunto.
El religioso pudo comprobar cómo llegaba el alma del juez encadenado y arrastrado por horrendos demonios y cómo su figura aparecía rodeada de llamaradas. Los enlutados se dispusieron a los lados, igual que los miembros de un tribunal judicial, ocupando la autoridad infernal el puesto de presidente, que solicitó: «lea uno de vosotros el proceso y la sentencia que contra éste ha dado la Majestad de Dios».
Uno de ellos desplegó un largo pergamino y comenzó a leer una lista de pecados, injusticias y delitos cometidos por el jurista tanto en su vida privada como profesional. Acabada la lectura, se escuchó la sentencia de boca del terrible juez, que le condenaba a cadena perpetua en el infierno para su cuerpo y alma.
El fraile, descubierto
Pero mientras el alma estaba allí presente y cautivo, el cuerpo permanecía en la sepultura y aún conservaba en la boca la Sagrada Forma que había recibido en sus últimos momentos de su vida, que impedía que los diablos pudiesen tocar el cuerpo de juez. Fue el momento en el que Lucifer, con actitud pensante, recorrió con su mirada las estanterías de la biblioteca y descubrió la presencia del aterrado fraile bajo una de ellas.
Empujado por los enlutados, fue conducido al centro de la sala y colocado junto al alma del jurista. A continuación, Lucifer le ordenó con rotundidad que en el discurso que estaba preparando relatara todo lo que estaba presenciando para que la gente conociera realmente cómo había sido aquel funcionario.

Por indicación de Lucifer, el fraile tuvo que bajar a la iglesia, vestido como si fuera a oficiar misa, para acercarse a la sepultura portando un cáliz que tuvo que acercar a la boca del difunto, de donde salió la hostia de su última comunión hasta caer en el interior del vaso sagrado.
Cuando el religioso se dirigía al altar mayor para depositar el cáliz en el sagrario, seguido por algunos demonios portando antorchas, el cuerpo del juez fue arrebatado por los aires por los horrendos seres y sacado de la iglesia por un agujero situado en lo alto de la bóveda, cuando sobre Valladolid descargaba una fuerte tormenta, con truenos y relámpagos que atemorizó a toda la ciudad.
El demonio que presidía aquella espantosa comitiva, antes de desaparecer, exigió al monje que durante el sermón que debía dar al día siguiente relatara todo lo que había ocurrido aquella noche.
La próxima semana
Desde Valladolid misteriosa desvelamos la leyenda del enigmático origen del nombre de una céntrica calle de la ciudad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.