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El Paseo de Juan de Austria, sin asfaltar, en los años 60. Archivo municipal
Dos mil casas en honor a la Falange
historia de valladolid

Dos mil casas en honor a la Falange

En 1959 Franco regresa a Valladolid para inaugurar el barrio del 4 de marzo, creado para aliviar el grave problema de la vivienda

ENRIQUE BERZAL

Viernes, 7 de febrero 2014, 16:06

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No puedo venir a Valladolid sin sentir la honda emoción de las primeras horas de nuestro Movimiento, de aquellos días en que los mozos castellanos marchaban sobre la capital y bautizaban con su sangre el Alto de los Leones de Castilla.» Diez años después, la capital del Pisuerga volvía a escuchar en directo la voz del Jefe del Estado. La última vez había sido en 1949, con motivo de la inauguración de las factoría SAVA y de la Granja Escuela José Antonio.

Ahora, 29 de octubre de 1959, el motivo era mucho más cercano al «sentir del pueblo»: Franco venía a bendecir con su presencia las dos mil viviendas que darían cobijo a otras tantas familias necesitadas de un hogar decente. Casas modestas, torres de ladrillo rojo situadas al final del paseo de Zorrilla, dos mil hogares dispuestos a ser repartidos y disfrutados.

Nacía el aún llamado barrio del 4 de marzo en honor al mítico acto de fusión entre Falange Española y las JONS. Era una manera de mantener viva la memoria de los hitos fundacionales del Régimen franquista: si aquello 4 de marzo de 1934 se saldó con violencia, colisiones, disparos y registros en las calles anejas al Teatro Calderón, esto otro llegó repleto de elogios, alegría y gestos de amistad.

No eran tiempos fáciles para quienes ansiaban disfrutar de un hogar con las mínimas prestaciones. La escasez de viviendas hizo indispensable la actuación del Estado, que a través de organismos como la Obra Social del Hogar o el Instituto Nacional de la Vivienda redobló esfuerzos en este sentido. Era una urgente necesidad ciudadana y también, cómo no, un motivo privilegiado para redoblar la propaganda oficial: «En los últimos veinte años, en Valladolid capital se han levantado más de siete mil casas», podía leerse en El Norte de Castilla aquel 29 de octubre de 1959. Meses antes habían supervisado las obras los directivos correspondientes, dieron su visto bueno, tomaron fotos y anunciaron la inminente apertura de la barriada.

Llegó el séquito rodante del dictador a las 12 de la mañana, en medio de un ameno voltear de campanas. Por orden gubernativa se habían suspendido todas las actividades comerciales e industriales, lo mismo que las clases; la ciudad mostraba su mejor cara, engalanada con gallardetes y banderas. La Plaza de San Pablo estaba a rebosar. El Caudillo y su esposa entraron en el edificio de la Diputación Provincial, en cuyo salón de sesiones, Emiliano Berzosa Recio, a la sazón presidente de la institución provincial, impuso al Jefe del Estado la primera Medalla de la Provincia; un galardón que pretendía agradecer, en palabras del secretario, señor Negueruela, «todo cuanto esta provincia debe al Caudillo por su engrandecimiento».

El discurso de este no escatimó honras para una ciudad laureada por su contribución a la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Recordó aquellos momentos y se reivindicó como primer luchador contra el sistema soviético, pues «se reconoce por todos los países del Occidente en estos momentos que el mayor peligro para los pueblos es el comunismo».

Por eso llamaba a combatirlo «con las ideas y con la acción política» y se enorgullecía de haber implantado una doctrina «noble, eficaz y poderosa», capaz de triunfar sobre «una doctrina falsa». Quién sabe si en un ejercicio de cinismo o de simple venganza dialéctica, lo cierto es que Franco hizo suya aquella sentencia que Unamuno arrojó contra Millán Astray, el Día de la Raza de 1936, al recordar que al Movimiento por él impulsado «no le basta vencer, tiene que convencer».

Aún tenía que acudir al Ayuntamiento para disfrutar de un «almuerzo de gala» y visitar la maqueta de la futura Huerta del Rey, «trascendental obra urbanística que ha de cambiar la fisonomía de nuestra ciudad», apuntaba El Norte de Castilla, y hacer otro tanto en las naves de FASA antes de inaugurar la nueva barriada.

Esto tuvo lugar a las cinco y diez de la tarde, entre miles de ciudadanos transportados desde la Plaza Zorrilla en autocares cedidos gratuitamente por la empresa Carrión y las autoridades. Otros habían ido a pie desde la Plaza del poeta, en una suerte de gigantesca marea humana que abarrotaba la barriada y calles adyacentes. Los vivas y las loas no se hicieron esperar. Acompañaban a «su Excelencia» el ministro de la Vivienda, José Luis Arrese, con su director general, García Lomas, su colega de Arquitectura, señor Bringas, y el de Urbanismo, señor Brigador; tampoco faltaba en el séquito el secretario general del Ministerio, David Herrero, así como el jefe superior de la Vivienda, señor Santander, y el arquitecto regional, Luis Matarredona Perol.

Franco y su mujer visitaron primeramente el local destinado a mercado, para pasar a continuación a la tribuna levantada en la explanada central. Allí le esperaba el arzobispo, José García Goldáraz, vestido de pontifical. A las preces de ritual siguió la bendición de los nuevos edificios, sello religioso que revestía de magnificencia la nueva «hazaña» en materia de vivienda. Luego le tocó el turno al arquitecto Matarredona, quien habló someramente de las nuevas construcciones, iniciadas en 1954, sus ventajas y virtudes, para terminar anunciando una entrega simbólica por parte del Caudillo.

Los primeros beneficiarios de las 1.947 casas que formaban la barriada fueron Manuel Serrano Martín, Julián Burguillo, Lorenzo Martínez, Daniel Gómez Valcárcel, Ángel Orosa, Manuel Enríquez, Amando Conde, Ángel Luis Martín, Benito García Muñoz, Gregorio Negueruela, Julián Milán, Antonio Fernández Gallego, Julián León y Secundino Mantecón.

«Dos mil viviendas equivalen a dar satisfacción a dos mil necesidades familiares», señalaba El Norte de Castilla en un elogioso editorial. «En total se han construido, en las distintas operaciones, 10.557 viviendas en Valladolid y en sus pueblos en 20 años», aseguraba, 7.000 de ellas en la capital.

El del 4 de marzo, compuesto por bloques abiertos de cinco plantas dispuestos en paralelo o en manzana cerrada y torres aisladas de once plantas, constituía, según el periódico, «un hermoso barrio de bella traza, que se asoma al río y ahí refleja la armonía de sus estructuras Una obra perdurable que el tiempo no borrará jamás». Ocupaba una superficie total de 164.611,50 metros cuadrados y contaba con iglesia con centro parroquial, colegios, centro del Frente de Juventudes, 23 locales comerciales, parque central que separaba los dos sectores y viviendas de cuatro tipos según superficie y prestaciones. Satisfecho por el trabajo realizado, el Caudillo y su mujer visitaron en coche toda la barriada antes de tomar la carretera hacia Villagarcía de Campos. Los vítores resonaban por todo el Paseo de Zorrilla.

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