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Caballos del proyecto 'Paleolítico Vivo'. / Ricardo Ordóñez
Turismo

Un proyecto quiere convertir la sierra de Atapuerca en un poblado paleolítico con bisontes y caballos prehistóricos

Dieciséis ejemplares de caballo konic procedentes de Holanda se encuentran en una pequeña finca de Quintanapaya

EL NORTE

Sábado, 4 de mayo 2013, 20:11

La sierra de Atapuerca estuvo poblada hace miles de años por animales que poco o nada tienen que ver con los que lo hacen la actualidad. En la comarca de Juarros, cercana a los internacionales yacimientos, convivieron bisontes, osos y caballos salvajes que acompañaron a los primeros pobladores de Europa en la génesis hacia un mundo civilizado. Miles de años después, un proyecto turístico pretende devolver a los descendientes de aquellos prehistóricos animales a su lugar de origen para permitir que los visitantes que acudan a Atapuerca puedan sentirse como lo hicieron los primeros pobladores de la sierra burgalesa.

¿Se imaginan despertar por la mañana en una cabaña sin calefacción y con el único calor de las pieles? Eduardo Cerdá, impulsor del proyecto Paleolítico Vivo entiende que esa sensación se convertirá en realidad en el plazo de unos años cuando tome forma el que considera como el proyecto que ha de regenerar el entorno de Atapuerca. Con un ambicioso proyecto entre manos explica a la Agencia Ical cómo sería ese campamento del paleolítico en el que quien decida formar parte ha de estar preparado para vivir como los hombres de la Prehistoria.

Como primer paso para confeccionar ese capítulo prehistórico, Cerdá y otro socio han adquirido distintas especies de caballos prehistóricos que se encuentran ya en dos localidades burgalesas a la espera de iniciar la actividad turística para la que fueron adquiridos. Su compra, además de costosa, no fue fácil ya que los ejemplares de las dos especies de caballos más antigua que existe en el mundo tuvieron que ser trasladados a tierras burgalesas desde miles de kilómetros.

Hasta un total de dieciséis ejemplares de caballo konic procedentes de Holanda se encuentran en una pequeña finca municipal de la localidad burgalesa de Quintanapaya. Mansos y amigos de los humanos, son los herederos y una recreación del extinto tarpán de las estepas europeas, especie original que habitó casi con total seguridad en entornos como Atapuerca. «Tras la extinción de los tarpanes se ha ido depurando la especie hasta llegar a conseguir la especie konic, que es la más parecida a los tarpanes», explica Cerdá, quien entiende que el color gris ceniza y las rallas de cebra en las patas son algunas de las características de este animal.

«Lo que buscamos es emular el periodo prehistórico. Para ello intentamos recrear los ecosistemas y ver cómo eran en el Paleolítico Superior para conseguir que la gente que venga a visitar estos animales se encuentre lo que denominados una inmersión en la prehistoria», destaca Cerdá, quien entiende que este tipo de iniciativas, además de un alto poder para el turismo y el desarrollo de pequeñas localidades permite devolver a su hábitat a animales que se alejaron de estas zonas hace muchos siglos.

Los tarpanes desaparecieron del entorno en el que vivieron los primeros habitantes de la sierra de Atapuerca hace 20.000 años. Ahora vuelven con un claro objetivo, «ayudar a que los visitantes que acudan a los yacimientos dispongan de un sitio en el que visitar los ecosistemas para hacerse una idea de cómo vivieron nuestros antepasados», incide Cerdá.

Poblado prehistórico

El elemento estrella del proyecto, y el que tardará más tiempo en ver la luz, lo constituye la creación de un campamento paleolítico en el mismo entorno en el que se instalen los caballos konic y los bisontes con alrededor de seis cabañas con capacidad para cuatro personas. Se trata de emular aquellas cabañas de palos triangulares cubiertas de pieles que plantaban los pobladores mientras iban detrás de la manada.

Pero no será un campamento al uso. Quienes decidan pasar una plácida semana en el campamento deberán desposeerse de todos los vestigios de modernidad. De este modo, los inquilinos de las cabañas llegarán sin reloj e incluso sin dinero y «tendrán que aprender a hacer pulseras y a hacer fuego para poder sobrevivir», explica Cerdá, quien entiende que esta regresión implica además de un escenario «de película» un conjunto de actividades que hagan que quien esté en el campamento se sienta de verdad como lo hicieron los primeros pobladores.

Nueva oportunidad económica

Sin una fecha prevista para poner en marcha el campamento por la escasez de recursos económicos necesarios para ello, los impulsores de este proyecto de regresión al mundo paleolítico sí que tienen fecha para que den comienzo las visitas para visitar los caballos konik que se encuentran en Quintanapalla y la pareja de la especie más antigua de la historia quina, przewalski, que reposa en una pequeña finca de Salgüero de Juarros (Burgos) a la espera de ser trasladados al entorno definitivo.

En un momento complicado para emprender y en el que resulta complicado poner en marcha este tipo de ideas, Cerdá reconoce que el proyecto sería «tremendamente positivo» porque supondría un incremento en las 100.000 visitas anuales que reciben los yacimientos de Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana. Al tiempo que estima que al menos un 20% de estas visitas disfruten de Paleolítico Vivo dando, por ende, una oportunidad a las zonas rurales evitando la despoblación de las mismas.

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