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Javier Castaño saluda al público. / Ramón Gómez
TOROS

Javier Castaño cortó la única oreja de una tarde lluviosa

El banderillero Marcos Galán resultó herido de gravedad por el quinto de la tarde

Paco Aguado

Domingo, 9 de septiembre 2012, 13:40

La terna de matadores y las cuadrillas que actuaron ayer hubieron de tirar de todo su oficio para lidiar bajo la tormenta una auténtica mansada de Valdefresno sobre un ruedo embarrado y resbaladizo que complicó aún más la situación.

Una vez El Fundi dio en tierra con el negado y rajado primero de un feo bajonazo, las nubes comenzaron a descargar el agua que anunciaban su color y los truenos que se escucharon desde el paseíllo. La desbandada de público hacia las gradas y andanadas fue general, y la escasa concurrencia tuvo sitio de sobra para ponerse a cubierto.

Evidentemente, no pudieron hacer lo mismo los toreros, que tuvieron que afrontar bajo la lluvia el nulo juego de la mayoría de los astados salmantinos, pasando bastantes apuros para sortear sobre el limo los arreones descompuestos de casi todos ellos en los primeros tercios.

El Fundi, al que el público sacó a saludar tras el paseíllo para homenajearle en su temporada de despedida, fue el único de la terna que tuvo la suerte de lidiar un toro sobre seco, ese primero que saliéndose distraído de las suertes empezó ya a marcar el guión de la corrida. Su segundo no huyó, pero quiso emplearse muy poco o nada tras las telas del maestro de Fuenlabrada, repitiendo además durante toda la faena un extraño tic nervioso con la lengua, como si tuviera una extraña vocación de oso hormiguero.

Pero, aunque descastado, era un toro de lidia, largo, suelto de carnes y tan alto que le costó descolgar la cabeza sobre el piso deslizante. Con suavidad y paciencia, esperando valiente hasta el último momento a que el animal concretara sus indecisas acometidas, El Fundi logró sacarle pases muy templados y de buena expresión, sin gran eco en la grada pero con esa sabrosa torería que dan los años y la experiencia. Muy por encima del «valdefresno», El Fundi dijo adiós a Valladolid sin suerte pero con sobradísima dignidad. Igual que ha sido su larga carrera de embajador en el infierno de las corridas duras.

También un sino de mala fortuna persigue casi desde sus inicios al vallisoletano Joselillo. Y para comprobarlo una vez más estuvo el lote que le cupo ayer en desgracia: dos mansos de libro que se dieron en retirada, con las tablas como objetivo fijo en su mirada. José Miguel Pérez lo intentó todo con ambos sin dejarse nada dentro, pero ninguno de los dos objetores de bravura le regalaron una sola embestida de mínima de entrega.

Todo voluntad, el pucelano logró sujetar al sexto durante unos minutos cerca de las rayas de picadores, mientras el mostrenco encogía el cuello renegando en cada pase. Probablemente, le hubieran premiado por ello de haberlo matador bien. Aun así no se llevó el susto de su primero, cuando se resbaló en la misma cara del enemigo a la hora de meterle la espada.

Los dos únicos toros de cierta duración y un mínimo de celo en capotes y muletas se juntaron en el lote de Javier Castaño. El primero de ellos se movió con un punto más de fijeza antes de que el ruedo se embarrara por completo, lo que facilitó también el asunto al torero salmantino. De esa forma la faena resultó correcta, consecuencia del buen pulso del matador para no forzar demasiado la escasa raza del toro en un largo tira y afloja que terminó en un arrimón de mérito pero de escasa emoción. Lo peor, que mató de una fea estocada atravesada.

Pero Castaño aún pudo desquitarse con el quinto, un toro altón y cornicorto durante cuya lidia volvió a arreciar la lluvia. Como casi todos sus hermanos, éste otro planteó dos primeros tercios complicados con la arena en muy malas condiciones del ruedo. El Fundi, experto director de lidia en días de cuesta arriba, aconsejó bien a las cuadrillas para que las suertes se realizaran con corrección y sin sobresaltos. Pero nadie pudo evitar que, en el tercer par de banderillas, ese quinto toro cortara el viaje y volteara aparatosamente al subalterno Marcos Galán, que entró visiblemente dolorido a la enfermería, aparentemente con una luxación de hombro pero también con una cornada grave y extensa en la ingle.

Su jefe de filas no se amilanó por ello, sino que, confiado en su buen momento, fue encelando muy hábilmente al manso. Poniéndose lo fácil, con el engaño retrasado y citando a una media altura muy accesible para el animal, acabó quitándole las ganas de salirse distraído de las suertes y metiéndolo en el canasto incluso por el pitón por donde era más reacio a embestir.

Mejoró el toro y mejoró la faena por el buen oficio de este torero que parece que va a tomar el relevo de El Fundi en el agrio circuito de las corridas ásperas. De momento, después de colocar con con coraje y rectitud una estocada que tumbó patas arriba al de Valdefresno, Castaño se llevó la última oreja que un torero de a pie ha cortado esta dispar feria de Valladolid.

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