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La Dolorosa presidió el acto del pregón con el que Carlos Aganzo anunció la Semana Santa en la cuidad de los Almirantes./ G. Villamil
Aganzo desnuda el dolor de la Virgen en la narración de la Pasión riosecana
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Aganzo desnuda el dolor de la Virgen en la narración de la Pasión riosecana

El director de El Norte pronunció un pregón histórico y religioso en esta Semana Santa de Interés Turístico Internacional

LORENA SANCHO

Martes, 3 de abril 2012, 00:00

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Con el lamento del pardal «estremeciendo las caracolas del oído» y el redoble de los tapetanes «poniendo métrica de Semana Santa en el desbocado latido del corazón» llegó ayer el periodista y poeta Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla, a una abarrotada iglesia de Santa María. Le custodiaban la Vara mayor y los mayordomos de las 17 cofradías riosecanas, que abrieron paso a la comitiva de vecinos y cofrades para inaugurar la Semana Mayor de Medina de Rioseco. El corazón de los siete cuchillos de María, «los siete dolores que iban a marcar su vida», fue su carta de presentación. Primero rubricada en la imagen de La Dolorosa, elegida por el pregonero para su intervención, y que no dudó en portarla a hombros tras su intervención para trasladarla a su lugar habitual de culto. Y después, ejemplificada en un pregón sustentado en el dolor, en el de María, bajo cuya advocación se construyó la iglesia donde se celebró el acto.

«Todas las trazas lleva del maestro, toda la trágica belleza que simboliza la figura de la madre del reo, del condenado, del torturado, del crucificado. El sufrimiento mayor de la Semana Santa», comenzó Aganzo para describir la imagen. Y siguió advirtiendo de que su intención era la de volver a recordar ese dolor dos mil y pico años después, pero también la de «quitarle el freno de mano al corazón», dijo en alusión a la frase pronunciada por Félix Antonio González.

Los siete dolores y cuchillos

Aganzo empezó entonces a narrar el desgarro de la dolorosa mediante los siete dolores y cuchillos. El primero, recordó, la profecía de Simeón; el segundo, la huida de Herodes; el tercero, cuando siente que pierde a su hijo en una Pascua que se quedó tres días en Jerusalén. Hasta aquí conjugó el Nuevo Testamento con la historia de reyes, nobles y almirantes de Medina de Rioseco. «Ciudad de los Almirantes. Media villa y villa entera de María y de Juan el Bautista. Hito en el camino de San Yago peregrino. Corazón de Tierra de Campos».

Y comenzó la narración de la Semana Santa con la entrada triunfal de la Borriquilla. «Jesús entró en Rioseco por el Arco de Ajújar e hizo la rodillada delante de su madre, la Virgen de la Cruz», introdujo para asemejar lo que ocurre en Rioseco con lo que pasó en Jerusalén. Continuó con el Cristo de la Clemencia de Martes Santo y el del Amparo de Miércoles Santo, cuando «gimen las maderas centenarias sobre las que se apoyan los soportales de la principal calle de Rioseco y en sus vetas, transfiguradas por el baile de las luces, empiezan a descifrarse ya con nitidez los signos de la tragedia». Llegó Jueves Santo con un relato del rito, de lo que acontece, de los refrescos, la recogida de gremios y la salida de la procesión desde la iglesia de Santiago, «sinfonía de bóvedas». Y se detuvo para advertir del cuarto cuchillo; el encuentro con su hijo Camino del Calvario. Aganzo desnudó entonces los últimos episodios de la vida de Cristo a través de los Pasos riosecanos, descritos con minuciosidad. «Negro el dolor y blanca la luna de Nisán, en el día más triste de la Humanidad», terminó el pasaje antes de leer el poema Hombre solo.

El Longinos y las Escalera

De Viernes Santo no olvidó ningún detalle. Desde las aceitunas al corro de Santa María, «siempre un milagro del esfuerzo la salida de El Longinos y La Escalera», o las túnicas blancas de los cofrades, «como el sudario que envolvió el cuerpo de Jesús».

El quinto cuchillo llega cuando María contempla a Jesús crucificado (acompañado por el poema Capitana de la Angustia de Gerardo Diego); el sexto es La Lanzada y el séptimo, el entierro de Jesús y la soledad de su madre.

Llegó al final con «el milagro del domingo», la Resurrección. Porque la Semana Santa de Rioseco, dijo, empieza con alegría y termina con alegría. «Siete días, como los siete cuchillos que atravesaron el corazón de María», concluyó.

Previamente, el presidente de la Junta Local de Semana Santa, Andrés San José, encargado de presentar al pregonero, aprovechó para agradecer la labor desempeñada por Alfonso Rubio, quien dejó el cargo a petición propia hace unos meses, y para felicitar públicamente a la Semana Santa de Medina del Campo, declarada este año Fiesta de Interés Turístico Internacional. San José recordó que ambas localidades han compartido en 2011 la exposición Passio, «que ha supuesto un antes y debe suponer un después para ambas ciudades», dijo.

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