Las posesiones del gran Cluny español

Un grupo de monjas custodia celosamente el legado del que fuera Monasterio de San Benito de Sahagún, construido en el siglo XII, a cuyo amparo nació este municipio leonés. Con fuertes vínculos con la hospitalidad jacobea, sus posesiones alcanzaban Cantabria, Valladolid y Zamora y aglutinaba tanto poder que ha llegado a ser llamado el gran Cluny español. No en vano, dicha regla monástica se introdujo por primera vez en este lugar en 1080.

En el interior del Monasterio de las Benedictinas, del siglo XVI, dos salas conforman este museo de arte sacro con piezas de escultura, orfebrería y vestimenta litúrgica, muchas de ellas de gran valor. Las propias monjas son quienes muestran las obras de arte al visitante y ejercen gustosamente de guías para difundir el legado de una abadía que fue la única de España en acuñar su propia moneda en dos ocasiones.

La patrona de Sahagún, Nuestra Señora del Refugio, recibe al visitante nada más acceder al museo. La bella escultura pertenece a la escuela sevillana y fue creada por la escultora de cámara María Luisa Roldán. De gran devoción en el municipio y alrededores, la imagen recibe el sobrenombre de La Peregrina. El bordón y la calabaza que porta y una esclavina cuajada de conchas jacobeas reafirman su condición, consolidada con la visión de su manto principal, del siglo XVIII, bordado en oro sobre terciopelo. El manto, acompañado de las joyas que le han sido donadas a la Virgen a lo largo de los siglos, no se encuentra sobre sus hombros, sino expuesto en una vitrina.

Virgen milagrera, su devoción se remonta a la época romana, cuando en el mismo lugar sobre el que se levantó el Monasterio de San Benito existía una pequeña capilla dedicada a los santos Facundo y Primitivo, dos mártires romanos de la época de Diocleciano cuyos cuerpos fueron arrojados al río Cea. De aquella época pudiera ser una bañera elaborada en mármol y de una sola pieza que se encuentra en el Museo.

Otra imagen mariana llama la atención. Se trata de una Virgen del Amparo poco frecuente. Hay tres como ésta en España y precisamente se hallan en monasterios benedictinos. Las otras dos se encuentran en Santiago de Compostela, una en el monasterio de San Pelayo y otra en el seminario de San Martín Pinar, que antes fue un monasterio. Esta es la más pequeñita de las tres. Es toda una catequesis: el Niño representa la Humanidad que acoge la Virgen, Jesús, que se vuelve hacia la Humanidad, y la Virgen que nos libra del mal. Así lo resume María Anuncia, la madre superiora del monasterio que ejerce de anfitriona para este reportaje, pues Sor Montserrat, que suele enseñar el museo, se encuentra ocupada por un grupo de visitantes castellano manchegos.

María Anuncia nos dirije hacia un cuadro de La Peregrina mexicana, junto a dos cruces de madera de ébano con incrustaciones de nácar y un niño de marfil con rasgos orientales. Otra curiosa pieza es un cuadro de alabastro pintado por ambos lados con la Asunción y la Ascensión, algo inusual por tratarse de un material traslúcido.

En el apartado de piezas litúrgicas, destaca sobremanera una custodia elaborada por Enrique de Arfe, a principios del siglo XVI. De plata sobredorada, está repleta de pequeñas figuras humanas, 42 solo en la base. Los monjes la utilizaban para procesionarla dentro de los claustros del monasterio.

Destaca, asimismo, una custodia-cáliz de estilo plateresco procedente de la parroquia de San Lorenzo de Sahagún. Formada por un rico cáliz de plata dorada decorado en su pie, y la custodia.

La vista se pierde entre pequeños hostiarios, monedas del siglo XVI, crismeras de plata y un Lignum crucis un trocito de la de Liébana, porque Liébana era un Priorato benedictino de la Abadía de Sahagún, aclara María Anuncia.

El recorrido prosigue por la colección de tejidos del museo, de la que merece la pena destacar una serie de capas pluviales, casullas y dalmáticas, la mayoría en seda bordada, que dan idea de la riqueza que poseyeron los monjes.

Como curiosidad, el centro conserva una tapa del horno de los monjes con los escudos de Felipe II y María I de Inglaterra, conocida también como María Tudor. La hermana María Anuncia destaca la singularidad de esta pieza pues ambas casas reales permanecieron unidas apenas cuatro años, entre 1554 y 1558, cuando murió la reina. La placa está datada en 1555, en Inglaterra.

Retablo churrigueresco

El visitante también se detiene en un Ecce Homo de la escuela de Gregorio Fernández, dos Inmaculadas de la escuela de Rivera y un códice calixtino moderno para dar paso a la iglesia, a la cual se accede desde el propio Museo. El templo fue restaurado hace 14 años para quitar la cal que ocultaba el ladrillo visto tan típico en las construcciones de esta zona leonesa. Pero su mayor valor reside en un retablo del siglo XVII, de estilo churrigueresco, considerado uno de los mejores que existen en la provincia de León.

Salta a la vista que las dimensiones del templo no concuerdan con los del retablo, pues éste es demasiado grande para ser observado en una iglesia tan pequeña. María Anuncia secunda solícita que el retablo no fue tallado para este recinto, sino para el convento dominico de Trianos. De ese monasterio pasó después a la iglesia de la Trinidad en Sahagún, y, a raíz de su hundimiento, fue trasladado a la de Santa Cruz, añade la monja.

En el apartado de enterrados ilustres, se encuentran los restos de Alfonso VI el Bravo, rey de Castilla y los de varias de sus esposas como Inés de Aquitania, Constanza de Borgoña y Berta de Toscana. También reposa Fray Pedro del Burgo, uno de los famosos abades que tuvo el gran monasterio y cuyo sepulcro fue realizado con figuras de gran detalle por una escuela de canteros en 1467.

La decadencia del monasterio comenzó en el siglo XV, coincidiendo con la fundación del Monasterio de San Benito, en Valladolid, y la reforma implantada en el mismo. No obstante, parte de su legado puede descubrirse en las visitas guiadas que organizan las monjas cualquier día de la semana a las 10, 11, 12, 16 y 17 horas. Los domingos por la tarde y los lunes permanece cerrado.