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Una torre de Babel en la Vía de la Plata
camino de santiago

Una torre de Babel en la Vía de la Plata

Desde su puesta en marcha en 1993, el albergue de peregrinos de Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca) no ha dejado de crecer gracias al trabajo de vecinos y peregrinos convertidos en voluntarios

DANIEL G. ROJO

Martes, 14 de septiembre 2010, 18:00

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He dado órdenes a mis ángeles para que te guarden en el Camino. Una frase tomada del Salmo 90 y grabada en madera, en diferentes idiomas, da la bienvenida a los peregrinos de la Vía de la Plata que crucen el dintel del albergue de Fuenterroble de Salvatierra (Salamanca), a seis kilómetros de Guijuelo, un lugar emblemático de esa ruta jacobea que, como algunos palacios de cuento de hadas, no ha dejado de crecer desde que abriera sus puertas en 1993.

El párroco de la localidad, Blas Rodríguez Boyero, ha impregnado con su espíritu voluntarioso y optimista todos los rincones de lugar, que cuenta con 80 camas, repartidas en siete dependencias, un enorme salón-comedor, un patio, un pequeño y acogedor oratorio de paredes de piedra y una Casa de América, construida por romeros estadounidenses y coronada por una bandera de barras y estrellas que antes de llegar a Salamanca pasó por el Capitolio de Washington DC.

Con todas estas características, la antigua casa parroquial, en ruinas cuando Blas Rodríguez llegó al pueblo en 1992, se desmarca del resto de los albergues de la Vía de la Plata y rivaliza en originalidad con los más curiosos del Camino Francés. Como una torre de Babel consagrada a Santiago, crece constantemente, prácticamente cada año, con nuevas instalaciones y mejores servicios gracias al trabajo de antiguos peregrinos españoles y extranjeros, que una vez pasaron por Fuenterroble como romeros y tiempo después decidieron volver, como voluntarios, para ayudar.

Busca la paz y camina tras ella. El sacerdote apela a otro Salmo para describir la esencia de un albergue en el que cada piedra tiene su historia. La habitación más pequeña, de una sola cama, está dedicada a un peregrino alemán, Helmut Haas, que pasó por allí y a su muerte dejó un donativo para la casa.

La sala de oración está decorada con maderas talladas y frescos pintados por diferentes personas y en su centro, biblias, misales y devocionarios descansan sobre una mesa de madera. La hizo el primer peregrino que colaboró con nosotros, José Luis Salvador, que fue presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Sevilla, recuerda Rodríguez Boyero. Entre sus próximos planes: una nueva cocina y un dormitorio sin barreras arquitectónicas para discapacitados. Todo depende de los medios que vayamos teniendo y de las necesidades que vayan surgiendo.

Cada pasillo, cada recodo y cada habitación del edificio muestran las huellas de los que han pasado por allí en forma de pinturas, tallas y objetos decorativos. Incluso las propias paredes han sido levantadas por peregrinos y voluntarios de la zona. Uno de los últimos que ha decidido convertir el albergue en su segundo hogar es el alicantino Manuel Santos, de 66 años, que lo visitó como caminante a mediados del año pasado y quedó tan encantado que regresó a pasar la Navidad y el Año Nuevo con Blas.

Ya es mi familia

Le conozco hace menos de un año y ya es mi familia, confiesa, con mucha emoción, Manuel, quien ha puesto a disposición del albergue toda su habilidad como cortador zapatero para restaurar las sillas, cabezadas y arneses que burros y mulas lucirán este año en el X Campamento Peregrino Arriero, una marcha de diez carros procedentes de Fuenterroble que recorrerá la ruta jacobea entre Orense y Santiago del 9 al 14 de agosto.

Ésta sólo es una de las muchas actividades que organiza el albergue y la entidad que lo gestiona, la Asociación de Amigos del Camino de Santiago-Vía de la Plata, para llenar de vida la casa, por donde pasan al año unos 3.500 peregrinos, según estimaciones del párroco, y animar el pueblo y sus alrededores. Con el tiempo, algunas han crecido y ya vuelan solas, como la Cofradía Vía Lucis, que tiene sus estatutos independientes, cofrades y mayordomos.

El Camino ha sido una fuente de inspiración para Blas Rodríguez y sus voluntarios, una herramienta para generar ilusión, camaradería y consuelo o, como explica con una sonrisa Manuel Santos, una droga buena que no te deja.

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