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SEGOVIA

Redondo, dulce y con sorpresa

C. B. E.

Miércoles, 6 de enero 2010, 12:40

¿Qué sería de la Navidad sin villancicos, sin el tradicional árbol (aunque sea de plástico) o sin el típico nacimiento (alguno más monumental que otro)? ¿Imaginan unas fiestas huérfanas de ornamentación callejera, sin los arcos de luces y sin las guirnaldas y bombillas de colores que animan el espíritu y los bolsillos de los más desprendidos; o sin los escaparates vestidos de gala; sin la Misa del Gallo; o sin el soniquete de los Niños de San Ildefonso anunciando nuevos millonarios; o sin los banquetes de Nochevieja o Nochebuena? ¿Conciben unas fiestas sin regalos, por muy modesto que sea el presente por culpa de la galopante crisis; o sin Papá Noel? ¿Y si los Reyes Magos hubieran faltado su cita con la ilusión infantil? Son rituales, usos y costumbres que dan forma y contenido a la Navidad.

Y hablando de formas y tradiciones, estos festejos no serían los mismos sin la dulce despedida del Roscón de Reyes, un punto y final redondo a las celebraciones para empezar la cuesta de enero con un buen sabor de boca.

Laboriosa elaboración

Los pasteleros de la provincia se afanan desde hace días para que ningún hogar se quede sin este tradicional postre de los fastos navideños, que a buen seguro servirá de merienda e incluso de desayuno mañana para muchos comensales. El propietario de la pastelería Anyú y presidente provincial del gremio, Jesús Manso, insiste que «no es un bizcocho», así que intentaremos no denominarlo así.

Le pillamos con las manos en la masa, y nunca mejor dicho. Normalmente en la tienda y obrador que tiene la familia trabajan dos personas, él y su hermana; ayer eran diez efectivos, entre primos, sobrinos y algún solidario amigo, redoblando trabajo. Y es que el proceso de elaboración de este manjar de 'Reyes' lleva su tiempo. «Tarda unas horas», apunta el pastelero.

«Lo que da penilla es que la gente tenga que esperar tanta cola», comenta abrumado. Pero «un día es un día», se resigna contento por endulzar un poco la vida de los segovianos. Los últimos dos días apenas ha descansado. Ayer fue la locura. Las colas se arremolinaron a la puerta del establecimiento desde las ocho de la mañana y cerró pasadas las once de la noche; luego cenó y volvió al horno a las cinco de la madrugada para los más remolones.

El secreto del Roscón de Reyes está, como en todo lo que se cuece entre fogones, en la materia prima. Después, cada maestrillo tiene su librillo. El de Manso revela algún que otro truco, como el echar los huevos mezclados con mantequilla y margarina. Éste último toque es para suavizar el bollo, desvela el pastelero.

El dilema del relleno

Además de la masa, la harina, la levadura, el azúcar, agua (mejor fría), un chorrito de ron y las esencias de naranja y limón con las que adereza el bollo, Jesús Manso espolvorea un poco de sal que actúa de conservante. Después hay que darle esa forma redonda y meter el haba y el pequeño regalo, que convierten la degustación en un juego de azar. Al que le toque la legumbre seca, ya sabe... a pagar. Para su decoración no faltan las frutas escarchadas, almendras y azúcares.

En cuanto al relleno, al gusto del consumidor. El pastelero es partidario del mazacote sin más, untado en el café o en chocolate «porque es así como mejor se aprecian los sabores», dice. Sin embrago, también reconoce que lo más demandado es que el bollo vaya henchido de nata, crema e incluso de trufa.

Manso es de los beligerantes a la hora de defender la tradición. «El Roscón de Reyes, siempre con sorpresa», aunque confiesa que alguna vez, con tanto ajetreo, se les escapa y alguno va con dos regalos y otros sin el detalle de la suerte.

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