Una protección para el resto del año
Centenares de palentinos llevan a sus mascotas a San Miguel para ser bendecidas el día de San Antón
RAQUEL MARTÍNEZ
Domingo, 18 de enero 2009, 01:44
«¿No la has visto? ¡Allí, al lado de las verjas hay una serpiente enorme!». Éste fue uno de los comentarios que más se repitieron ayer en la plaza de San Miguel, donde se congregaron centenares de palentinos con sus mascotas para que fueran bendecidas en el día de San Antón, patrón de los animales. Argimira, la serpiente pitón tigrina de Evelyn y Miguel fue el centro de atención y el animal más exótico de todos los que allí se vieron. De ahí que numerosos curiosos se acercaran para acariciarla o hacerse una foto con él (se trata de un ejemplar macho), mientras descansaba impasible y ajena a toda la expectación que estaba causando sobre los hombros de sus propietarios, que tuvieron que soportar estoicamente y durante más de una hora sus 25 kilos de peso. «No come mucho, una gallina viva cada dos meses, más o menos», señalaba Miguel, «pero tiene que cazarla, si se la damos muerta no le gusta», apostillaba Evelyn.
Argimira estaba rodeada ayer de otros muchos animales, perros en su mayoría, que esperaban junto a sus dueños para recibir la bendición que les mantenga protegidos durante el resto del año.
Antes de llegar a la plaza de San Miguel se podía intuir, por la cantidad de ladridos que se escuchaban, el número de animales que se concitaron a las puertas de la iglesia para festejar a su patrón, San Antón. Desde las 11 horas de la mañana, hora en que comenzó la eucaristía en honor al santo, los vecinos de las calles que confluyen con la plaza de San Miguel pudieron ver una concurrida peregrinación de animales en la que, entre tantos perros, se pudo ver algún gato, caballos, hámsters, conejos, tortugas, peces e incluso un hurón. La mayor parte de las mascotas eran sostenidas por niños, que con mucha ilusión pugnaban por colocarse en primera fila con sus animalitos para que el sacerdote les ungiera con el agua bendita y para poder hacerse con alguna de las bolsas con rosquillas de San Antón que se repartieron al término de una celebración eminentemente perruna.