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CON OTRA MIRADA

Por pedir que no quede

JULIÁN BÁSCONES

Domingo, 4 de enero 2009, 01:51

H EMOS empezado un nuevo año. Se acaba de inaugurar. Quizá no signifique demasiado para muchos, porque estamos acostumbrados a que los acontecimientos y la historia continúen su ritmo cotidiano. Y estoy convencido de que nos hemos deseado todo lo mejor para el 2009, especialmente felicidad y paz. No obstante, hay algo que decepciona, y es que todavía estamos muy distantes de que esos dos deseos se hagan realidad entre los pueblos. De cualquier manera, nunca se debe perder la esperanza, por la simple razón de que es la que mueve y empuja a las personas a comenzar siempre.

Las fiestas navideñas se celebran en nuestro mundo con absoluta naturalidad. ¿Pero cómo habrá sido la Navidad y el fin de año en tantos puntos problemáticos y conflictivos?, ¿en qué sala de fiestas degustarán el cotillón de Reyes los miles de desplazados y refugiados?, ¿qué pedirán a sus Majestades de Oriente los niños de la miseria y de la pobreza? Durante estas fechas, la mayoría de los niños han escrito su carta a los magos solicitando cosas, a pesar de que tal como se encuentra hoy el país, se me antoja pensar que se precisa ser bastante 'mago' para poder arreglarlo todo. Claro que por pedir que no quede.

En las vísperas de la llegada de los reyes de la ilusión, quisiera unirme a la fiesta desde este comentario para expresarles mi petición. Una petición sencilla y que no satisface a los grandes almacenes de nuestras ciudades. En estos momentos, quisiera pedirles que depositen en los zapatos de las personas adultas sentimientos humanos para que no olviden a los niños cuando programan los anuncios en los medios de comunicación, cuando construyen los juguetes, cuando salen a la calle reclamando el voto, etcétera. Porque ellos se hallan ahí y se les ignora con excesiva frecuencia.

Les pediría, eso sí, una televisión más digna, unos programas capaces de formar a los hombres y mujeres del mañana. Unos programas donde no se les diga que necesitan una colonia para poder querer o sentir que les quieran. Una televisión en la que no se diga que con ciertos juguetes serán los dueños del mundo o que para ser alguien importante hay que disponer de un buen coche. Puesto que muchos niños no pretenden convertirse en los dueños del mundo, únicamente buscan amigos sin mirar el país o el color. No solicitan tantas películas con sangre, con odio, con tantos niños que pierden los padres por el capricho del director. Sobran la mitad de los tiros, de las muertes y de los sufrimientos para que puedan pasar el fin de semana o la tarde, después de cumplir con los deberes. Los niños quieren otra cosa, otra tele, que les vaya forjando una personalidad sólida. ¿Han reflexionado alguna vez los mayores con qué sueñan los pequeños las mañanas de los domingos?, ¿se han preguntado cómo serán dentro de algunos años? La respuesta no ofrece duda, serán lo que esta sociedad quiera.

Al margen de la lucha competitiva, las cadenas de televisión deberían de preocuparse mucho más de los pequeños. Ellos reclaman que se les enseñe a respetar a los demás. ¿Acaso es mucho exigir? Creo que no. En una sociedad violenta, que en múltiples ocasiones educa para la violencia y que tienen en la televisión un amplio cauce, desearía que sus majestades repartieran, en la noche de los sueños, a los seres humanos maduros grandes dosis de sensatez para que no continúen reventando la capacidad creadora de los niños, toda actitud para jugar con los otros y para que dejen ya de sembrar individualismo y agresividad, que generan hombres y mujeres insatisfechos y tristes. Espero, queridos Reyes Magos, que no me defraudéis. Seguro que no, al menos, por vuestra parte.

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