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Manuel Sierra muestra una de sus obras en la galería Marietta Negueruela. /MERCHE DE LA FUENTE
PALENCIA

La paz del paisaje

El leonés Manuel Sierra presenta en la sala Marietta Negueruela cuadros pintados en los dos últimos años

FERNANDO CABALLERO

Sábado, 13 de diciembre 2008, 02:44

Manuel Sierra no es nuevo en la galería Marieta Negueruela. Ha sido una de las apuestas claras de esta sala palentina. Ésta es la segunda exposición individual que le dedica y ha estado en todas las colectivas que ha organizado. Sierra vuelve con cuadros pintados el año pasado y el 2008, obras de formato mediano y grande, y con los temas que siempre le han motivado: el paisaje, el mar, los bosques, la arquitectura.

Nacido en Villablino (León) en 1951, trabaja en su estudio-residencia de Simancas (Valladolid). Sierra se ha consolidado como uno de los pintores paisajistas más reconocidos del panorama pictórico actual. Sus paisajes tienen un sello propio, una identidad que les identifica. Pintor figurativo de trazo grueso, sus paisajes evocan un enorme sosiego, una paz interior en una atmósfera abierta y muy atractiva visualmente.

El color es uno de los elementos que aporta calidez al cuadro, con esos verdes vibrantes, esos azules luminosos del cielo y esa deliciosa mezcla del verde y azul del agua. También destacan los planos en que se estructura el cuadro, con los volúmenes que aportan profundidad al paisaje y esas superficies austeras y deshabitadas.

Agua y tierra y agua y naturaleza conforman la doble dualidad de elementos que caracterizan el paisaje de Sierra, aderezado por un cielo impoluto y con unas composiciones muy estudiadas y de trazo lineal, como las que se observan en los bodegones más convencionales.

Sierra incluye en la exposición obras de la serie de la casa de Babia, un homenaje a su tierra leonesa, a sus recuerdos, a su pasado. Los interiores se abren al paisaje, en una atmósfera fría y de colores pálidos. El pintor refleja habitaciones sin figuras, convertidas en verdaderas naturalezas muertas, donde cada elemento ocupa su lugar. Pero hay unos elementos que rompen este equilibrio. Son las bolas que aparecen suspendidas en el aire, de dimensión onírica, parecen burbujas que se mueven por el cuadro. Se trata de un guiño del pintor a un surrealismo contenido. Las bolas suplen cualquier figura humana, ya que aportan al cuadro movimiento y misterio.

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