Generación probeta
La medicina reproductiva ha avanzado de la mano de la genética, a pesar de las legislaciones restrictivas y los dilemas morales
VIOLETA MOLINA
Sábado, 26 de julio 2008, 03:36
Treinta años después del nacimiento de la primera niña probeta, Louise Brown, la ciencia reproductiva se enfrenta a nuevos retos para reducir la infertilidad y conseguir que los futuros bebés procreados en el laboratorio crezcan libres de enfermedades.
Louise Joy Brown llegó al mundo la noche del 25 de julio de 1978 en la localidad de Oldham (norte de Inglaterra) para demostrar que la técnica de fecundación in vitro era exitosa y para felicidad de sus padres, que llevaban nueve años intentando tener descendencia. En estas tres décadas, la medicina reproductiva ha avanzado de la mano de la genética a pasos agigantados, a veces entorpecidos por legislaciones restrictivas y dilemas morales.
Desde 1978, alrededor de cuatro millones de niños han nacido gracias a técnicas de reproducción asistida, según publica 'Nature'. El subdirector del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia y jefe del Laboratorio de Reprogramación Celular, Miodrag Stojkovic, explicó que los mayores retos en la investigación en este campo son la obtención de gametos a partir de células madre y el desarrollo del diagnóstico genético de preimplantación.
Este diagnóstico es una técnica que analiza los embriones para seleccionar aquellos libres de enfermedades hereditarias, y como apuntó el experto, es necesario aumentar los indicadores conocidos de las dolencias genéticas, que son unos 40.
Esta práctica, ya regulada en la legislación de países como el Reino Unido y España, ha suscitado controversia porque abre la veda de selecciones genéticas relativas a rasgos que no afectan a la salud, como el color de los ojos.
Sin embargo, aún existen problemas tangibles en la reproducción asistida que no se han solventado, como es la baja tasa de embarazos exitosos tras la implantación de los embriones en el útero materno y las condiciones en las que el embrión pasa sus primeros momentos en el laboratorio, que Stojkovic califica de «por debajo de lo óptimo».
«No conocemos mucho de la comunicación que se produce entre la madre y el embrión, por lo que debemos estudiarla más detalladamente para conseguir un mayor número de embarazos», aseveró el experto.
Por su parte, el investigador de la salud de niños fruto de inseminación artificial en el University College London, Alistair Sutcliffe, aseguró que la fecundación in vitro es una técnica segura que no afecta a la salud del niño porque, si el embrión no fuera viable, el cuerpo cuenta con mecanismos naturales de aborto.
Ahora bien, precisó que el problema de la reproducción asistida es que los especialistas suelen implantar un gran número de embriones en el útero de la mujer, por lo que se dan con frecuencia casos de embarazos múltiples que son arriesgados para los bebés y para la madre.
Además, Sutcliffe se mostró contrario a los tratamientos hormonales de la madre para facilitar que el embrión madure en el útero. «Con el tiempo, las dosis hormonales se han vuelto más precisas y refinadas, pero creo que el ciclo hormonal natural es el más seguro, aunque sea el menos práctico», dijo.
Clonación humana
Por último, ambos expertos rechazaron que la clonación humana vaya a ser una realidad porque, aseguraron, «no es necesaria médicamente» y se trata del «narcisismo elevado a la enésima potencia», por lo que expresaron su deseo de que nadie esté investigando en esa dirección.
Sin embargo, Stojkovic pidió que no se confunda esta posibilidad con la clonación terapéutica, una técnica de manipulación genética de la que es partidario porque su propósito es erradicar enfermedades hereditarias.
Quizá la hija de Louise Brown, que nació de forma natural el año pasado, sea testigo en 30 años de mejoras en la ciencia de la reproducción que esta generación no puede siquiera imaginar.
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