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EDITORIAL

Un rayo de luz

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Martes, 26 de febrero 2008, 01:46

DENTRO de unas semanas, cuando llegue el 21 de marzo, volverá a entrar por la ventana el rayo de luz. El fenómeno equinoccial acudirá puntual a la cita y el capitel de la Anunciación volverá a iluminarse con la luz del sol. Ese día San Juan de Ortega reavivará su lugar en el mapa cultural, religioso y jacobeo de Castilla y León. Pero este año, a las 7 de la mañana, el cura de San Juan de Ortega, José María, no recibirá a los peregrinos ni atenderá a los curiosos, ni explicará el fenómeno equinoccial a los medios de comunicación.

José María Alonso falleció con 81 años. Más de la mitad dedicados a la actividad pastoral y los 32 últimos, en cuerpo y alma, a San Juan de Ortega, a los peregrinos, al Camino de Santiago. José María es un icono de la ruta jacobea y son muchos quienes le sitúan ahora sentado junto a Elías Valiña, dentro del grupo de cabeza que resucitó el 'camino de las estrellas'. Por eso, tal vez no sería descabellada la sugerencia de que José María Alonso, el cura de San Juan de Ortega, el burgalés que se inventó las sopas de ajo más famosas de la ruta milenaria, el que fundara la Asociación del Camino de Santiago de Burgos, repose para siempre en el viejo monasterio que fundó Juan, el de Quinta- naortuño, San Juan de Ortega, el patrón de los aparejadores, el del milagro de las abejas blancas que recuerdan a los niños no natos y que la leyenda cuenta que un día salieron de su sepulcro, situado en el monasterio jacobeo.

José María, uno de los hombres más comprometidos con los sucesores del Hijo del Trueno, merece reposar en el monasterio donde le han conocido millares de peregrinos de todo el mundo. San Juan de Ortega tiene pendiente, no solo una placa que recuerde a su cura, también la inversión necesaria que convierta a este monasterio -fenómeno cultural vecino del de Atapuerca- en un centro dotado de las instalaciones que merece el que fuera un día 'lugar de ortigas' y uno de los escenarios más relevantes de la ruta jacobea.

Ayer por la tarde, en la localidad burgalesa de Fuentebureba, los familiares, amigos y peregrinos llegados de muchos lugares de la geografía dieron el último adiós al cura de San Juan de Ortega. Quien dirigiera un albergue, un hospital de peregrinos ayudado por sus hermanas Julia y Delfina, quienes estuvieron a su lado 30 largos años, también junto a los peregrinos. Caminantes de las primeras horas, cargados de sentimiento, sin brújula, ni móvil, que seguían el rastro que dibujara mil años atrás Aymeric Picaud. No son los peregrinos de ahora, más organizados, informados y atendidos. Eran los primeros en transitar por la ruta jacobea, que agradecían la sonrisa, el colchón, la conversación y las sopas de ajo al final de la dura jornada. Y así hasta hace unos días. José María levantaba el cacillo y una fila de peregrinos -cada día más larga- ponía su plato para la ración de sopas. José María, como su rayo de luz, ya forma parte del Camino. Se ha ganado la Compostela con creces.

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