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VIDA Y OCIO

Perder el equilibrio

MARISOL BOLEAS

Jueves, 10 de enero 2008, 01:08

El vértigo y el mareo son alteraciones que afectan de manera bastante habitual a un amplio espectro de la población adulta, en torno a un 20%. A pesar de que en la mayoría de los casos las causas que los originan no son importantes, su aparición compromete la calidad de vida del paciente y limita de manera significativa su horizonte vital.

El vértigo es un síntoma que puede describirse como la percepción falsa de movimiento del entorno o de uno mismo. Habitualmente esa sensación de movimiento suele ser de balanceo, giratorio o de desplazamiento propio o de la base de sustentación, pero que, en realidad, son movimientos que no existen.

El mareo también es una alteración del equilibrio en la que englobamos sensaciones desagradables de vacío en la cabeza, inseguridad, inestabilidad, sensación de malestar y de desmayo inminente, acompañado de náuseas, vómitos, sudoración fría o palidez.

A pesar de la alta incidencia, se estima que tan sólo uno de cada cinco afectados por problemas de equilibrio consultan a su médico por este motivo. Los pacientes que acuden a consulta suelen hacerlo cuando se da una fuerte intensidad del síntoma, por la gran preocupación que desencadena o porque se ha repetido en anteriores ocasiones. El resto se mantiene a la espera y sólo acuden al médico en caso de que se repitan los episodios de vértigo. Pero lejos de ser una experiencia puntual o aislada, el 30% de los pacientes que padecen estos síntomas aseguran sentirse peor, en cuanto al equilibrio se refiere, transcurrido un año y medio de la primera crisis.

Sin embargo, entre los mayores de 60 años los vértigos y mareos constituyen el tercer motivo de consulta médica, después de la fatiga y el dolor torácico. Y lo hacen con mayor frecuencia porque los problemas de equilibrio pueden derivar en caídas con consecuencias graves. En concreto, en personas mayores de 75 años, mareos y vértigos son la primera causa de consulta.

Además, se sabe que en el 70% de los casos con problemas de equilibrio los síntomas persisten pasadas dos semanas. Incluso, pueden llegar a modificarse y, por ejemplo, transformarse el vértigo en inestabilidad o pueden empeorar o hacerse persistentes. Sólo en un 30% de los casos puede decirse que se produce una resolución espontánea de los vértigos.

Equilibrio y oído

El vértigo hace referencia siempre a una alteración del sistema vestibular, alojado en el oído interno y cuyo centro neurológico está en el tronco del encéfalo. Por su parte, el mareo es un trastorno del equilibrio que no tiene por qué estar relacionado con ese sistema vestibular.

El oído es un órgano fundamental en el sentido del equilibrio. Se encarga del mantenimiento de la mirada y del ajuste postural por medio de unos reflejos denominados vestíbulo-oculomotor y vestíbulo-espinal. Es así, gracias a la capacidad que tienen unos receptores alojados en su interior para detectar, registrar y analizar las aceleraciones angulares y lineales a las que puede estar sometida una persona en los tres ejes del espacio durante todos los momentos de su vida diaria.

Además, en el mantenimiento del equilibrio aparecen también implicados el sistema visual, encargado de situar la localización del cuerpo en el espacio, así como la dirección del movimiento. En el equilibrio se ven involucrados también los receptores situados en la piel, fundamentalmente de los pies, que detectan la parte del cuerpo en contacto con la superficie, así como los receptores de los músculos y articulaciones que informan de la parte del cuerpo que se encuentra en movimiento.

Diferentes tipos

Según dónde se localice la enfermedad causante, el vértigo puede ser periférico o central. El primero está causado por la afectación del laberinto -oído interno- y nervio vestibular -que es el que lleva la información del equilibrio desde el oído interno al cerebro-. Se trata del tipo de vértigo más frecuente. Los pacientes que lo sufren suelen presentar, además, pérdida de audición y zumbidos, presión y dolor en el oído.

Por su parte, el vértigo central se debe a una alteración de los mecanismos neurológicos del propio sistema vestibular. En estos casos es frecuente la existencia de alteraciones de la marcha y de la postura, acompañadas de una inestabilidad llamativa, visión doble, problemas para deglutir y dolores de cabeza intensos, entre otros síntomas.

En la mitad de los casos, la causa del vértigo suele ser una vestibulopatía periférica, cuando el origen de la enfermedad se sitúa en el oído interno, en el nervio del equilibrio o en ambos a la vez.

A pesar de que los vértigos y mareos son procesos con escasísimo índice de mortalidad y de que las necesidades de ingreso hospitalario son reducidas, su implicación en el declive funcional de paciente, en su sensación de incapacidad y de mala calidad de vida es muy alta. Una vez controlada la enfermedad con tratamiento, lo primero que refieren los pacientes es la mejora en su calidad de vida. Tan sólo basta con que hayan transcurrido dos o tres meses sin sufrir una crisis de vértigo para que el enfermo perciba el beneficio.

La naturaleza impredecible de las crisis de vértigo, así como el miedo de sufrirlas inciden en el cambio de comportamiento que puede operarse en los pacientes con estos síndromes. Pueden incluso verse obligados a cambiar de oficio, por ejemplo, en los casos en los que por su trabajo deben exponerse a alturas, o a modificar muchos de sus hábitos laborales, como reuniones de trabajo o viajes, restringir la utilización de vehículos, con lo que aumenta la dependencia de los demás, reducir las relaciones sociales y cambiar su proceder en el hogar. En consecuencia, su horizonte vital se reduce bastante y se modifican muchos comportamientos.

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