La pasión de volar
Unos setenta veleros despegan a diario del aeródromo de Fuentemilanos durante los meses de verano
ELENA RUBIO
Lunes, 3 de septiembre 2007, 03:01
Son muchos los turistas que deciden pasar sus vacaciones estivales en Segovia para disfrutar de su riqueza natural, gastronómica y patrimonial. Sin embargo, son pocos los que la descubren desde el aire. Una posibilidad que algunos encuentran en el aeródromo de Fuentemilanos al practicar una de sus aficiones favoritas: volar en velero. El vuelo a vela consiste en aprovechar las corrientes de aire caliente que se producen en verano como consecuencia del calentamiento de la tierra. A partir de una cierta hora, la tierra empieza a desprender calor siendo menos pesado que el aire y subiendo hacia arriba en forma de corriente térmica. Esas ascendencias son las que aprovechan los veleros para coger altura.
En verano es cuando más movimiento se registra en este aeródromo segoviano. Al día despegan una media de setenta veleros. Unas instalaciones que escogen los pilotos europeos de Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, Portugal y Bélgica por la buena situación geográfica en la que se encuentra y por ser un área sin tráfico comercial. Este año han registrado una mayor afluencia de profesionales del aire ya que «las condiciones climatológicas de Europa han sido bastante malas durante el verano», explica el director, Gonzalo Suárez.
Estos turistas se alojan en un camping y en unos bungalows que se encuentran dentro de las instalaciones del aeródromo con una capacidad para doscientas personas. Si están llenos, los visitantes también se instalan en Fuentemilanos, en Madrona y en la capital.
Gran Prix
El aeródromo de Fuentemilanos ha tenido tuvo mucho movimiento en agosto gracias a un campeonato nacional, El Gran Prix, en el que participaron cuarenta veleros. Durante siete días los concursantes realizaron pruebas de distancia y velocidad. Entre los participantes, Ramón Martín, un madrileño que asegura que la experiencia «ha sido muy buena porque había muy buen ambiente». Cuca Sacristán también era novata en participar en un campeonato en el que se demuestra «mucho compañerismo y entre todos nos ayudamos».
Y es que en el aire no se pueden cometer errores porque cualquier fallo puede ser fatal. Por eso, un día cualquiera en Fuentemilanos comienza con vuelo a 11.000 pies para realizar un sondeo de las condiciones meteorológicas. Posteriormente, se realiza el denominado 'briefing' en el que se organiza el día y se explican los posibles circuitos, las recomendaciones de seguridad para aproximación y aterrizaje y se realiza una revisión a los aparatos, ya que «hay cosas que impiden la salida de un avión, por ejemplo, una rueda. Si está en mal estado hay que cambiarla», explica el director del centro. En temporada alta también se hace un listado con todas las matrículas de los aviones para establecer un orden de salida que variará dependiendo del día, al igual que la hora de aterrizaje que puede durar hasta el ocaso. Este año han tenido tres días con condiciones meteorológicas excepcionales en los que pilotos expertos han llegado a estar volando entre nueve y diez horas sin parar, tiempo en el que han recorrido casi 1.000 kilómetros. «Suelen ir en dirección este hasta Soria y luego hasta Teruel, vuelven y por el oeste pueden llegar hasta Portugal para volver a subir y aterrizar aquí». Excepto con los aviones que realizan grandes distancias y se pierde el contacto por radio, con el resto la torre de control se comunica con ellos a través de una emisora que está en la cabina del velero donde la tecnología se ha instalado rápidamente.
Instalaciones
Y es que para los amantes de esta disciplina es difícil dejar de pensar en esa pista principal asfaltada de 1.100 metros que existe en estas instalaciones segovianas. El aeródromo de Fuentemilanos se completa con tres hangares que tienen una superficie aproximada de 3.000 metros cuadrados y que cada uno tiene una utilidad diferente. En uno de ellos se pueden contemplar seis aviones rusos de los años cincuenta; otro es para aeronaves de motor y el último está dedicado a la escuela de vuelo y al centro de mantenimiento y reparación. «Los veleros son de fibra y en alguna toma se puede romper alguna zona del extremo del ala o el tren de aterrizaje. Los aviones realmente nunca se hacen viejos porque tienen revisiones periódicas, por ejemplo, a las 2.000 horas de trabajo hay que cambiarles el motor», explica el director del centro, Gonzalo Suárez.