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Farmacia de Guardia, una de las producciones del Ramón Pradera Leonardo.
Pionero de la televisión

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Necrología sobre el productor de televisión vallisoletano Ramón Pradera Leonardo, fallecido el 17 de enero

LUIS SÁNCHEZ-MERLO

Viernes, 19 de enero 2018, 21:13

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Prudente, silencioso y discreto. Así era Ramón Pradera Leonardo, un vallisoletano de la Fuente Dorada que nos acaba de dejar. Quien le conocía sabía que era contenido y sobrio hasta en el ejercicio de la amistad.

En las décadas de los 50 y 60, la familia Pradera, una saga muy respetada, era hegemónica en la vida de Valladolid. Su abuelo, Manuel Pradera, había sido un pionero y ya en 1904 fue uno de los primerísimos exhibidores de cine en España, cuando abrió el Cinematógrafo Pradera del Campo Grande.

La voladura del teatro Pradera fue una de las imperecederas impresiones que helaron el corazón a un joven Ramón: «Una fría mañana de enero, exactamente la del lunes 22 de enero de 1968, una de esas heladoras alboradas de invierno que los vallisoletanos nunca podríamos olvidar, un enorme estruendo se producía en el mismísimo centro de la ciudad, en la plaza de Zorrilla».

«Padre fundador de Televisión Española, pronto destacó como director y realizador»

Medio siglo después, me desgranaba para el libro ‘Queridas nietas’; en el que me dedico a desmenuzar trayectos vitales; los detalles del teatricidio: «El gran estrépito que espantó a los pavos reales, a los patos y muchos años después -demasiados desgraciadamente- a la intelectualidad y al mundo cultural de la capital de Castilla, producido por el derribo de la primera casa del Campo Grande en la que se habían contado historias desde el 15 de septiembre de 1904. En aquella casa, que en sus orígenes fue conocida como el Barracón Pradera, se iniciaron las primeras proyecciones de las películas rodadas por los Hermanos Lumiére, inventores del entonces llamado cinematógrafo».

Por aquel entonces, el país se debatía entre la apertura informativa, la represión, el progreso y la rebeldía. Y Ramón Pradera me refería, con elegancia, el terrible disparate: «El propio alcalde que decidió el derribo, se justificaba diciendo: ‘Siempre recordaré su fachada con afecto y simpatía, ya que durante muchos años he vivido en la plaza de Zorrilla (enfrente del teatro); pero hay cosas inevitables y el derribo es una de ellas. Adelante por el progreso urbano de Valladolid!!’. El responsable del inevitable derribo, no tenía que dar explicaciones a nadie, en aquellos tiempos, por cargarse una parte del patrimonio cultural de la ciudad».

Su padre, Ramón Pradera Orihuela, fue presidente del Real Valladolid y director de la primera Feria Regional de Muestras. También fue el ‘alma mater’ de la Semana Santa vallisoletana, porque, si había algo que hacía sobresalir a Valladolid era la Semana Santa, de la que la familia Pradera fue vigía e impulsora, y a la que convirtió en una seña de identidad de la ciudad. El método castellano llevó a Ramón a esquivar adjetivos a la hora de dar todo el crédito a la tarea ingente de su padre.

Y la pasión por el fútbol tuvo un gran apogeo en la ciudad gracias a quien, durante ocho años, rigió los destinos del equipo de la ciudad. Era el Valladolid de los siete internacionales, «aunque Coque se convirtió en un divertimento para sus compañeros de equipo y en un dolor de cabeza para sus rectores, por culpa de sus amoríos con una folklórica, que terminó arrepintiéndose de haberse cargado la carrera del prometedor futbolista».

La ciudad tenía entonces sus personajes, sus calles y plazuelas, sus iconos, sus sitios de culto y sus oficios -carteros, lecheros, carboneros y serenos- que el progreso se ha encargado de borrar del mapa urbano.

«En el decorado de una ciudad ilustrada, como Valladolid, podías cruzarte con Francisco Umbral camino del Hotel Castilla donde vivía, a un inagotable autor como José Luis Martín Descalzo saliendo de su Iglesia de Santiago, o a Manu Leguineche entrando en El Norte de Castilla, que dirigía Miguel Delibes, un profesor de la Escuela de Comercio que escribía y que años antes ya había ganado el Premio Nadal con ‘La sombra del ciprés es alargada’. Todos ellos grandes contadores de historias. Un lujo -del que seríamos conscientes mucho más tarde- para quienes por aquella época aún no habíamos pasado de darle al balón en el patio del colegio».

Ramón Pradera se fue a la Universidad de Pamplona a estudiar -brevemente- Arquitectura porque pronto cambió el ancho de vía y dedicó su juventud y talento al periodismo y la televisión. Siendo estudiante, ya escribía -con el seudónimo Rampra- en ‘Unión’, la revista del colegio de Lourdes, los baberos, fundado por Paulina Harriet, una filántropa de origen francés, «una señora de mucho carácter y gran piedad».

Padre fundador de Televisión Española, pronto destacó como director y realizador, hasta el punto de que sus programas consiguen dos premios Ondas y un Premio Nacional de Televisión. Su paso por la televisión pública lo corona en 1989, cuando consigue colocar diez de sus programas entre los más vistos del año, batiendo el récord de audiencia -con cerca de veinte millones de espectadores- en el ‘prime time’ del 2 de enero de ese año.

En el cénit del éxito en TVE, el gran Manolo Martín Ferrand, siempre adicto al talento, le llama en 1989 para incorporarle al equipo fundacional de Antena 3 Televisión, con el encargo de poner en marcha el proyecto. Y, como responsable de antena -en abril de 1994- rompe, por primera vez, el hegemónico liderazgo de TVE.

Después de Antena 3, en el año 2000, se incorpora al proyecto de Telefónica Media como responsable de integración y sinergias. Y a partir de 2004, el director de Telemadrid, Manuel Soriano, le ficha como director de Estudios, siendo posteriormente nombrado director de Estudios y Control Interno y, más tarde, director de Estudios y Estrategia.

Una vida entera dedicada a la televisión. Un auténtico pionero, con éxitos tan valiosos como ‘El precio justo’, ‘Qué noche la de aquel año’ o la mítica ‘Farmacia de Guardia’.

Quien mejor le conoció, Elene, ángel de la guarda e inseparable compañera, le detalla así: «Noble, leal, trabajador, muy observador y silencioso… Difícil de descubrir y conocer, porque a sus virtudes hay que sumar su tremendo hermetismo. Muy… de Valladolid».

Ramón Pradera Leonardo falleció en Madrid, el 17 de enero de 2018, tras una prolongada enfermedad.

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