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Un grupo de estudiantes de Medicina corre delante de un coche de la Policía
8.000 estudiantes a la calle

8.000 estudiantes a la calle

El cierre de la Universidad de Valladolid, en febrero de 1975, como consecuencia de los disturbios, fue duramente contestado por El Norte de Castilla

Enrique Berzal

Viernes, 22 de agosto 2014, 18:05

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Aquella decisión, realmente inesperada, pretendía ser ejemplarizante para el resto de las Universidades españolas, pero terminó concitando la protesta unánime de diversos colectivos sociales; de los más significados en la lucha contra el Régimen de Franco, desde luego, pero también de los políticamente más templados, alejados de todo radicalismo.

El cierre de la Universidad de Valladolid, el 8 de febrero de 1975, convirtió a la ciudad en uno de los más destacados núcleos de la movilización estudiantil contra la dictadura. Precedido de una intensa conflictividad desde finales de los 60, los antecedentes inmediatos pueden fijarse el 16 de enero, cuando estudiantes de Filosofía y Letras, liderados por la cantante Elisa Serna, organizaron una asamblea multitudinaria que terminó siendo disuelta por la policía. Al día siguiente, el rector José Ramón del Sol anunciaba, una vez más, el cierre de todas las Facultades y Escuelas universitarias por tiempo indefinido.

Pocos días después, el Tribunal de Orden Público dictaba sentencia contra estudiantes muy significados en la extrema izquierda José Luis Cancho, Miguel Casado, Joaquín Castrillón, Tito Hermosa, José Manuel Arnaiz, Luis Fermín Orueta y Ovidia Vinuesa, y 69 representantes de todas las Facultades y Escuelas iniciaban un encierro en la capilla del Hospital Provincial, siendo desalojados y detenidos por la policía.

El día de la reapertura, 29 de enero de 1975, no pudo ser más conflictivo. Cuando el rector Del Sol acudió a dar clase a sus alumnos de quinto de Medicina, se encontró con el aula vacía. Aun así, permaneció en su interior hasta el final de la hora. A la salida, mientras se dirigía al Hospital Provincial, un grupo de estudiantes le impidió el paso. De pronto, una lluvia de huevos cayó sobre él al grito de «¡Dimisión! ¡Dimisión!». Del Sol tuvo que ser auxiliado por miembros de la Cátedra de Obstetricia y Ginecología.

«Sufro una contusión en el antebrazo izquierdo. Eran todos caras conocidas. Los de siempre», declaró a El Norte de Castilla. «Pienso que el hecho es sumamente grave, no por mi persona, pues cuando uno acepta un cargo público ya sabe a lo que se expone, sino por lo que represento como máximo exponente de la institución universitaria».

Sobre los que pedían su dimisión, Del Sol aseguró que eran «cuatro amigos míos a quienes he prometido una comida si lo proponen y otra en caso de conseguirlo». Al día siguiente, sin embargo, más de mil estudiantes se concentraron en el Palacio de Santa Cruz para, además de reiterar sus demandas de dimisión, pedir «amnistía y libertad». La policía arremetió con violencia y desalojó por la fuerza los bares de la zona.

A partir de ese momento no cesaron los rumores en torno al cierre de las cuatro Facultades vallisoletanas. Rumores que se hicieron realidad el 8 de febrero de 1975, al aplicarse un Decreto del Consejo de Ministros a propuesta del entonces ministro de Educación y Ciencia, Cruz Martínez Esteruelas: «Ante las reiteradas anomalías de carácter colectivo acaecidas en los últimos meses en las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho y Medicina de la Universidad de Valladolid, con gravísimas perturbaciones del normal desenvolvimiento de las actividades docentes y del orden académico, no obstante las repetidas advertencias, en especial en la última nota hecha pública por la Junta de Gobierno de la Universidad, y en uso de las facultades conferidas por el artículo treinta y dos del Reglamento de Disciplina Académica de 8 de septiembre de 1954 para clausurar centros universitarios y determinar las condiciones de aplicación de dicha medida, este Ministerio, considerando la necesidad de corregir urgentemente la excepcionalidad originada, ha resuelto:

Primero. - Quedan clausuradas hasta el comienzo del curso 1975-1976 las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias, Derecho y Medicina de la Universidad de Valladolid.

Segundo. - La presente medida implicará el cese para los alumnos afectados de todas las funciones docentes y examinadoras de aquellos centros.

Tercero. - Lo dispuesto en esta orden no afectaría a la continuidad de los estudios del Doctorado y de la labor investigadora».

En total, 8.000 alumnos afectados. La solidaridad de colectivos como Cáritas, Asociaciones de Vecinos, padres de alumnos, movimientos apostólicos, Cámara de Comercio, Academias y Asociaciones de Amas de Casa no se hizo esperar. De lo desproporcionado y lesivo de la medida dio cuenta el editorial publicado al día siguiente por El Norte de Castilla, cuando sostenía que «situaciones más extremas ha habido en la Universidad vallisoletana a lo largo de los últimos años que no han obligado a tal castigo. Y además, la decisión ministerial llega precisamente en un momento en que la situación tendía a normalizarse. Existe, por lo tanto, en un primer lugar, una desproporción evidente en la medida, y ésta resulta obviamente extemporánea ()

Si, como se dice, los desórdenes universitarios los provoca siempre una minoría revoltosa, no es justo que pague por ellos una enorme mayoría estudiosa y formal, y que pague con un gravísimo perjuicio no sólo económico, sino, evidentemente, moral, intelectual y temporal, también, como es la pérdida posiblemente irreversible de todo un año de vida práctica».

Los alumnos se organizaron para continuar con su formación, surgiendo entonces la denominada «Universidad Paralela», desarrollada a través de reuniones en casas particulares, librerías, parroquias, asociaciones de vecinos, y cafeterías. Agrupó a cerca de 2.000 estudiantes divididos en 200 grupos de estudios, y contó con la colaboración de varios Profesores No Numerarios.

Por poner un ejemplo, ante el encierro de medio centenar de estudiantes en la iglesia de la Pilarica, el 19 de febrero, para intercambiar apuntes y métodos de trabajo, el Gobierno Civil informaba: «Ambas cosas tienden... a la creación de un curso paralelo que les permita continuar su preparación con vistas a unos posibles exámenes libres y, de esta forma, no perder el curso». Entre sus coordinadores figuraban Edmundo Matía, Pilar García Santos, Casilda Urbiola, Juan Ignacio Molinos, Miguel Casado, Luis Argüello y Juan Ignacio Carazo, entre otros.

El cierre de la Universidad de Valladolid resultó tan desproporcionado, que varios colectivos salieron a la palestra pública para protestar contra la medida y solicitar la reapertura. Finalmente, el 10 de mayo se hizo pública la decisión del Consejo de Ministros de celebrar exámenes en septiembre y clases prácticas en verano. En octubre de 1975, Juan Antonio Arias Bonet era designado para ocupar el cargo de rector en sustitución de José Ramón del Sol.

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