Moderno y acertado

Dos vertientes se entrecruzan en esta obra. Unas historias románticas. Una gigantesca broma. Dos tipos de personajes: jóvenes más o menos enamorados y adultos grotescos. Diversas clases sociales. Compulsión, forma alucinada homoerotismo, confusión desde los gemelos y el travestismo de Viola. Final feliz y también patético para el mayordomo Malvolio. Las comedias shakesperianas son a la vez lineales y complejas y requieren un profundo estudio para su puesta en escena.

La versión y dramaturgia de Yolanda Pallín armoniza todos los contrastes y las relaciones de los personajes en un acertado continuum, lleno de ese ritmo alocado que requiere el texto. Fluidez y armonía y desarmonía desde los dos polos de la historia. Esta previa limpidez se ve potenciada por una escenografía simple, dos telones, blanco y rojo, un piano, un fondo de árboles proyectados y un juego de actores desde una positiva visión colectiva.

La dirección de escena se bifurca igualmente en el doble juego de las historias de amor y sus equívocos, con algún toque de sugerido homosexualismo, y las peripecias de los personajes grotescos, con las borracheras y la humillación de Malvolio, pretencioso y estúpido. Los tonos interpretativos son diferentes y en el último caso un tanto exagerados y tendentes al grito, lo que no es en forma alguna necesario. El piano juega un doble papel, el vestuario años veinte es acertado, la caracterización y tipología de los actores corresponde a sus personajes y la música, que puede incidir en algunas facilidades, cumple su misión modernizadora.

Estreno absoluto. Espectáculo muy trabajado, con un entusiasta grupo de actores de diverso valor pero de nivel suficiente. Beatriz Argüello -excelente Viola-, Arturo Querejeta -este filosófico y cantor-, pueden citarse sin detrimento del conjunto. Un buen espectáculo en resumen, con muchos aplausos recibidos colectivamente por todos los integrantes de la recuperada compañía teatral 'Noviembre'.