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FERNANDO CABALLERO
Jueves, 23 de mayo 2013, 23:26
Cuatro años después de 'El viaje de un nihilista', el escritor Julio Baquero Cruz publica 'Murasaki' (Menoscuarto), una novela ambientada en el Japón antiguo. Nacido en Palencia en 1972, Julio Baquero Cruz es jurista de profesión, que ejerce en la Unión Europea reside en Bruselas. Recientemente ha sido agente de la comisión en el asunto de la sentencia del Tribunal de Justicia comunitario sobre los deshaucios en España. La novela se presenta este viernes en la Librería del Burgo (calle Marqués de Albaida, 7), a las 220:00 horas.
¿De dónde le viene su pasión por la literatura y la cultura japonesas?
En el año 2000 me dieron otra beca para un intercambio en Estados Unidos durante el semestre de enero a junio para realizar estudios de Derecho de la Unión Europea y Derecho Constitucional Comparado. Un día de enero entré en la librería de la Universidad de Columbia y encontré dos libros de dos autores japoneses, 'Poemas de la montaña', de Saigyo, un monje budista del siglo XV que escribió pequeños poemas de cinco versos, 'los tanka'. Compré este libro y también 'Reflexiones de un ocioso', de otro monje japonés del siglo XVI, Kenko. Leí los dos libros y fue una iluminación total.
¿Qué vio en ellos?
Yo estaba entonces descontento con la literatura, la cultura y la filosofía occidentales, por su pragmatismo, por la arquitectura siempre cerrada y geométrica de las obras, por la teleología todo parece que se hace con una intención clara. Era una estética que ya no me satisfacía tanto. En estas dos obras encontré algo muy distinto, porque no van a ninguna parte, son caprichosas, no tienen organización, no tienen una estructura clara, no son nada pragmáticas Encontré algo que andaba buscando. Desde entonces he leído mucha literatura japonesa y sobre cultura japonesa. Me interesa la antigua, sobre todo desde el siglo X hasta el XVII o XVIII, la moderna me interesa menos, porque me parece una literatura más occidentalizada. Fue en ese año 2000 cuando empecé a tener las primeras ideas para mi nueva novela.
Un proceso de escritura largo...
Ha sido un libro que en cierto modo no lo he escrito yo, que se ha escrito a través mío. He tratado de que mi voluntad no estuviera ahí, de que la novela fuera saliendo. He estado meses y meses sin tocarlo, esperando a que surgiera la continuación, la forma, las escenas o las imágenes. Es una novela que está escrita a base de imágenes y de estampas.
El arte adquiere, de hecho, un papel importante en la novela...
Es el arte japonés del dibujo o de la estampa. Alguna parte del libro está realizada a base de estampas estáticas, y su sucesión es lo que da el dinamismo y el movimiento.
Hay un componente poético importante, incluso con poemas cortos. ¿También lo ha escrito usted?
También. En la literatura japonesa del periodo Heian, que es en el que se inspira la novela, la poesía y la prosa están entremezcladas. Es una poesía muy prosaica en el fondo, no es lírica en el sentido de la poesía occidental. En cambio, la prosa a veces puede ser muy poética. Esto se ve en algunas partes del libro, sobre todo en las dos últimas, que son más intimistas.
Incluso hay un sentido de humor muy fino en la novela...
Hay partes de humor que pueden conducir a la risa. El tono general no es de humor, pero sí hay momentos que pueden tener gracia, sobre todo en la segunda parte, que es la más erótica, incluso brutal. En el arte japonés, el shuga, las estampas de primavera, resulta muy crudo el amor, es una crudeza a la que los occidentales no están acostumbrados. Para ellos, en cambio, es lo más banal. En este sentido, mi modelo principal es un escritor japonés a caballo entre los siglos XVII y XVIII, Saikaku, que es el gran escritor del mundo de los placeres y del mundo flotante.
Y hay muchas historias...
Sí, hay muchas historias, pero esto forma parte de la narración tradición japonesa y de la narración popular. En la cuarta parte del libro hay muchas leyendas y mitos populares, algunos son inventados y otros ya existen de los antiguos pueblos de las islas del norte, pero que yo he modificado. Es una historia de historias, hay muchas historias que se entrecruzan.
En la cuarta parte de esta novela también se narra un viaje, como en su anterior novela, 'El viaje de un nihilista'. ¿Qué más elementos tienen en común?
'Murasaki' hace un viaje, disfrazada de monje por el antiguo Japón. Son estampas de viaje, y sí hay una cierta continuidad con mi anterior libro, que también es muy japonés. Hay un personaje japonés y muchas referencias a la cultura japonesa. El viaje de la anterior novela tiene también mucho que ver con los viajes de la literatura japonesa.
También deja muy claros los límites entre las clases sociales de aquella época...
Es una sociedad totalmente cerrada, donde cada barrio, cada clase, está dedicada a unas actividades y no hay prácticamente ninguna relación entre ellas. La suya era mucho más cerrada que la nuestra.
¿Cómo ha concebido el personaje protagonista de 'Murasaki'?
En un principio, pensé escribir sobre un hombre, y luego pensé que era mucho más interesante escribir sobre la madre de este hombre. Así lo hice, y luego se me olvidó el hijo. De hecho, ella en el libro no tiene ningún hijo. Es una mujer que escribe, muy sensible, pero no termina de encontrar su lugar en esa sociedad. Es una mujer que va pasando de un lugar a otro, y a través de ella se van viviendo diferentes experiencias que le ayudan a madurar, a comprender y a esculpirse. A lo largo de la novela, esta mujer esculpe su personalidad, a base de golpes, incluso de una vida bastante dura, y al final llega a cierta sabiduría.
¿Por qué un jurista escribe?
Cuando uno escribe una novela es porque tiene que hacerlo. Yo escribo porque es algo que me viene de dentro, es una urgencia, una necesidad vital. Esto tiene que ver con un proceso de exploración. Para mí escribir es un proceso de exploración de mí mismo. Esta novela, ubicada hace diez siglos en el otro lado del mundo, es una forma de explorarme a mí mismo. A veces hay que alejarse mucho de las circunstancias de uno para llegar al fondo. Decidí escribir sobre una época y un territorio tan lejano, el Japón antiguo, y sobre una mujer porque era una forma de acercarme a mí mismo, quitando todas las cosas que están en medio, la cultura occidental, la tecnología y esa vida nuestra tan rara, porque el hombre no ha vivido así nunca. Los hábitos mentales también han cambiado mucho. Vivimos en una sociedad que no deja espacio para pensar y meditar.
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