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iris sánchez
Valladolid
Miércoles, 7 de agosto 2019, 07:25
A finales de 2018, y según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), tres millones de venezolanos huyeron de su país debido a la insostenible situación política y económica en la que está sumida Venezuela.
La historia de Marioli, de 35 años, y su familia comienza en noviembre cuando, obligados por la crisis social que azota a este país, llegaron a España. «Mi esposo y yo éramos miembros activos de la oposición». Ser de la oposición en Venezuela supone enfrentarse al gobierno de Maduro y, con ello, «sufrir las represalias». Así, debido a las múltiples amenazas que recibían y, en especial, «cuando estas iban dirigidas en contra de nuestro bebé Sebastián», decidieron escapar. «La falta de seguridad y la inquietud eran constantes», cuenta Marioli con la voz quebrada.
La familia, que suma tres miembros, es parte de las 354 personas venezolanas llegadas a Valladolid en 2018 según el INE. Decidió venir a España gracias a los familiares que tenía Leandro, el marido de Marioli, en Valladolid. «Al principio, vivimos en su casa, pero ellos se mudaron por motivos laborales». En este aspecto, ha sido Procomar Valladolid Acoge, organización que se encarga de ayudar a personas migrantes que llegan a la ciudad en busca de un hogar, quienes se han encargado de buscarles una vivienda digna, pues su misión es acoger a personas que se encuentran en un caso de «emergencia social».
A pesar de que en Valladolid «nos sentimos muy acogidos y hemos coincidido con buenas personas», el miedo siempre está vigente en sus cabezas. Además, se han visto obligados a dejar a su familia atrás: «Allí se encuentran mi papá, mi mamá, mis hermanas. Todos. Aquí solo tengo a mi esposo y a mi hijo. Me comunico con ellos de forma ocasional, más o menos una vez al mes, por teléfono o si pueden acceder a una señal de wifi, aunque lo fundamental es que tengan luz».
Marioli aún no ha podido trabajar, pues el permiso se lo dieron el pasado viernes, «pero estoy muy contenta de que todos los trámites estén avanzando. Tengo muchas esperanzas de conseguir un empleo, pues veo que la ciudad tiene posibilidades. Además, me gusta porque es muy tranquila para el niño».
Leandro, por su parte, está realizando unas prácticas en un restaurante y el matrimonio tiene fe en que consiga un puesto dentro de la hostelería. «Cuando Sebastián vaya a la guardería y nosotros trabajemos estaremos en otra dinámica, nos olvidaremos un poco de la situación que hemos vivido».
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