Valladolid se vacuna contra el racismo con planes de convivencia y charlas en colegios
Las asociaciones que trabajan con personas migrantes subrayan que no hay «conflictos graves», pero alertan de pequeños gestos discriminatorios: «Hay quien se levanta para no compartir asiento en el autobús»
¿Hay casos de racismo en Valladolid? Claro que sí. Por supuesto que los hay. Lo que ocurre, afortunadamente, es que rara vez van acompañados ... de violencia, que casi nunca derivan en conflictos graves. El año pasado, las fuerzas de seguridad constataron nueve casos tipificados como delito de odio por racismo y xenofobia en Valladolid, con cuatro personas detenidas o investigadas. Son situaciones extremas. Pero, junto a ellas, hay casos en los que las personas extranjeras sufren experiencias desagradables en silencio y con resignación. «El 80% de los participantes de nuestro grupo de jóvenes aseguran que, en algún momento, han sentido discriminación por ser migrantes, por su religión (sobre todo los musulmanes»), dice Silvia Arribas, técnica de sensibilización de Red Íncola. Durante 2023, Procomar-Valladolid Acoge atendió a 74 personas en sus programas contra actos discriminatorios. En lo que va de año, 60 pidieron ayuda al servicio de asistencia que el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica tiene en Valladolid.
En la mayoría de los casos, son situaciones vinculadas con la vida cotidiana. «Las personas migrantes nos lo dicen: miradas, cuchicheos, gestos de desprecio. Por ejemplo, levantarse del sitio para no compartir asiento en el autobús», apunta Arribas, quien recuerda que «el racismo no es una opinión».
«Lo ocurrido en Torre Pacheco nos alerta del peligro de criminalizar a todo un colectivo a partir de lo que ha hecho un delincuente. Y la delincuencia no tiene raza, país o religión», asegura María Tejada, responsable del área de Campañas y Comunicación de Accem. «Es muy complejo analizar cómo se generan los discursos de odio, pero influye mucho la desinformación, la agitación del miedo (a la pérdida de identidad, poniendo de relieve la procedencia de delincuentes concretos). Y de todo eso se aprovechan las tendencias ultras, radicales y racistas», apunta Tejada, para quien es fundamental «fomentar el sentido crítico» de la ciudadanía. «Hay que saber muy bien de dónde nos llega la información, recurrir a fuentes fiables, a medios de comunicación que tiene códigos profesionales… y desconfiar de los vídeos manipulados que nos pueden llegar por Whatsapp o Telegram». En Accem impulsan desde 2018 proyectos contra esos discursos de odio, también en Valladolid.
Precisamente el Ayuntamiento presentó hace dos semanas su segundo Plan Municipal de Convivencia (con vigor hasta 2028). Son una serie de programas y herramientas para prevenir situaciones discriminatorias y favorecer la diversidad étnica y cultural en la ciudad. Entre los retos que fija este documento, está mejorar las «necesidades específicas, como clases de español, asesoramiento jurídico y sobre trámites administrativos, con apoyos en el acceso a la vivienda y el empleo» o «aportar espacios que favorezcan la participación». Rodrigo Nieto, concejal de Personas Mayores, Familia y Servicios Sociales, subraya que Valladolid es una ciudad que, «en términos generales, goza de buenos niveles de integración social y sin problemas de convivencia». El pasado viernes, PSOE, PP y Toma la Palabra (sin Vox) apoyaron la moción por la convivencia y contra el racismo promovida por la Federación de Municipios y Provincias a raíz de los episodios de violencia en Torre Pacheco.
Segunda generación
Frente a los «discursos polarizados», Nieto reivindica acciones como las recogidas en ese plan de convivencia, que incluye la acción de mediadores interculturales, proyectos de animación e intervención comunitaria a través de los Centros de Acción Social, proyectos en barrios como Las Viudas o el 29 de Octubre (en colaboración con colectivos como Pajarillos Educa) o redes antirrumores para evitar los discursos de odio. «Uno de nuestros grandes retos no está tanto en las personas mayores migrantes como en los jóvenes de segunda generación, muchos de ellos ya nacidos aquí y con los que hay que trabajar en líneas de educación o empleabilidad, con competencias que no son municipales, sino de otras administraciones».
«En estos jóvenes a menudo se da un conflicto entre la identidad (su lugar de origen, el de su familia) y la pertenencia (sentirse parte del lugar en el que viven). Por eso hay que trabajar mucho esto último, especialmente desde el sistema educativo», apunta Chus Matía, mediadora intercultural en el Ayuntamiento. Este servicio cuenta con cuatro profesionales cuya labor es mediar en los conflictos que se presentan entre personas de diferentes culturas.
«La mejor vía de acción es la prevención. Tenemos un proyecto contra bulos y rumores que el año pasado llegó a más de mil personas, entre colegios, Ceas o centros de mayores. Es una herramienta fundamental para acabar con prejuicios y estereotipos», dice Matía, quien también ve necesario informar sobre diversidad religiosa. Hay una segunda línea de mediación que bautiza como «creativa» y que busca «la adaptación de la normativa común a las necesidades específicas de las minorías». ¿Por ejemplo? La adaptación de menús en colegios (cambiar pollo por cerdo para alumnos musulmanes) o de las vacaciones en los centros de trabajo (hay empresas que cambian días de descanso de Navidad por el ramadán). La tercera vía es la mediación en casos de conflictos. «En Valladolid, un alto porcentaje viene por ruidos de los vecinos, goteras…».
Esas intervenciones parten en muchos casos por avisos al 010 o por derivaciones desde el Servicio de Asistencia que la Red Acoge tiene en Valladolid (en la sede de Procomar, en la calle Fray Luis de León). Allí llegan alertas de discriminación laboral, por ejemplo, con la exigencia indebida de la nacionalidad española o europea para conseguir determinados trabajos, cuando basta con que la personas cuente con la documentación precisa para trabajar. O, sobre todo con empleados particulares, cuando se aprovechan de «la situación de necesidad» de las personas migrantes para no pagarles el periodo de prueba. Desde este servicio también atienden caso de discriminación sanitaria o bancaria, cuando determinadas entidades no les informan de la posiblidad de acceder a cuentas de pago básico (con bajas cuotas de mantenimiento) y así les empujan a contratar otros servicios bancarios.
«En muchos casos, los migrantes tienen interiorizado que en algún momento serán víctimas de algún comportamiento racista. Lo asumen como una parte de su proceso migratorio cuando no debería ser así. Y no siempre se atreven a denunciarlo o a presentar una queja por miedo a que eso les perjudique, a complicarse la vida por ello», dice Arribas, quien explica alguna de las acciones que emprenden desde Red Íncola para prevenir estos comportamientos racistas y discriminatorios. El año pasado, 4.365 alumnos de 44 centros educativos participaron en su programa de sensibilización, con charlas en colegios e institutos desde Educación Infantil. «Por ejemplo, a los más pequeños y sus profesores les proponemos que dejen de usar el término 'color carne' porque hay diferentes tonos de color para la piel», explica Arribas, quien explica otros indicadores en la infancia. Por ejemplo, no invitar a los cumpleaños.
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