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La oferta del portal inmobiliario era más que tentadora. Un piso para alquilar por 450 euros en la calle Estación. «Cuando la persona interesada respondió, ... quien se hacía pasar por la propietaria le dijo que estaba en Francia, que no podía enseñarle la casa, pero que hiciera el ingreso cuanto antes porque ya había más personas interesadas». Habla Eduardo Menchaca, uno de los trabajadores de Red Íncola, quien la semana pasada atendió a la persona extranjera que estuvo a punto de ser estafada por un anuncio así. «Tuvo suerte. La cuenta donde debería hacer el ingreso estaba en Chipre, se equivocó y no pudo hacer la transferencia». Eso le salvó de la estafa, porque el piso anunciado en realidad no era tal. Se habían inventado un apartamento en un número de la calle Estación que no existe. El precio ya hacía sospechar, «pero cuando hay una necesidad brutal de vivienda» y se está desprotegido y solo en Valladolid resulta más fácil ser engañado.
Red Íncola se enfrenta de forma muy habitual con situaciones así. «Si la vivienda es un problema estructural que afecta a toda la sociedad, en el caso de las personas migrantes (y más si están en situación irregular) todo se vuelve todavía más complicado», cuenta María Miranda, coordinadora de acción social de Red Íncola. «Aquellos que tienen papeles, no pueden alquilar porque les ponen unas condiciones casi imposibles: un año de contrato, seguro, tres meses de fianza… Pero si no tienen papeles, cuando no pueden acceder a ayudas y trabajan en el mercado informal, las condiciones de vivienda a las que pueden llegar son pésimas, sin contratos y sin derechos, lo que les deja vulnerables ante la estafa», apunta Miranda.
¿Por ejemplo? «Viviendas insalubres, con chinches y humedad. Habitaciones que solo pueden ocupar por la noche (de 23:00 a 7:00 horas), lo que obliga a que estas personas tengan que pasar el resto del día en la calle. Precios que suben de un mes para otro con la amenaza de que, si no pagan, les echan de la habitación. Madres a las que no les dejan bañar al bebé para que no gasten agua caliente». Estas situaciones se dan en Valladolid. «Y habitaciones pequeñas donde viven hacinadas familias enteras. Esta misma mañana -cuenta Miranda- hemos atendido a una de estas familias que vivía metida en una habitación: la abuela, su hijo, la mujer y dos niños de 9 años y siete meses».
«Hay una necesidad brutal de vivienda», subraya Maru Gonzalez, coordinadora general de Red Íncola, entidad que trabaja en la promoción y defensa de los derechos de las personas en situación vulnerable, especialmente de la población migrante. El año pasado atendieron a 4.600 personas. De ellas, casi tres mil eran recién llegados a la ciudad (y de esos, el 72% procedían de cuatro países: Colombia, Venezuela, Marruecos y Perú). El resto, de otras 66 nacionalidades.
La fundación acaba de aprobar un plan estratégico de trabajo hasta 2028 que sitúa, precisamente, la vivienda entre una de sus grandes preocupaciones.»El acceso a una vivienda digna se ha convertido en una emergencia social y encontrar un techo, en una odisea», apunta Miranda, quien recuerda que «por una habitación decente se pagan hasta 300 euros». «Sube a 400 si se trata de una habitación en buenas condiciones. Pero es que, por una cama, ya no por la habitación completa, sino tan solo por una cama, se están pidiendo entre 160 y 200 euros en Valladolid».
Maru González
Coordinadora generla de Red Íncola
Camila Ruiz se ha encontrado con varias situaciones desagradables en su búsqueda de un hogar en la capital. Llegó en septiembre de 2023 y su primer cobijo fue un cuarto (apenas una cama y un armario) en el centro. Compartía casa (y un solo baño) con otras seis personas. Cada una de un país. Sin conocerse de nada con anterioridad. «Trabajaba en negro, en la instalación de cocinas por varias zonas de Castilla y León». A los pocos días de estar en Valladolid se enteró de que estaba embarazada. «Así que tuve que buscar algo más barato, así podía ahorrar para cuando naciera la niña». Encontró un cuarto por 200 euros, pero tampoco ese fue su destino final. Se instaló en otra habitación, también por 200 euros, en Delicias.
«Empecé a trabajar en la limpieza, porque ya estaba avanzado el embarazo y decidí que mi hermana pequeña, Laura, viniera desde Colombia para acompañarme». Su hermana se instaló en el cuartito, «pero la persona que alquilaba la habitación me decía que tenía que pagar más, ya no 200 euros, sino 350 porque ahora ya éramos tres, con la niña. Yo dije que me parecía un abuso, así que me quitó el gas para cocinar, no me ponía el agua caliente…».
Fue así como entró en contacto con Red Íncola. La ONG dispone de un parque de diez pisos que ofrece de forma temporal a personas sin recursos. Los habitan hasta que ahorran el dinero suficiente para asomarse por su cuenta al mercado de la vivienda y alquilar. En 2021, este programa ofrecía 23 plazas al año. En 2024 fueron 46. En lo que va 2025, ya han atendido a 37 personas. Y nueve han conseguido su «autonomía residencial».
37 personas
han recibido apoyo en lo que va de año dentro del programa de vivienda de Red íncola
Estos pisos han sido cedidos por las instituciones que forman parte de Red Íncola, por las parroquias San Pio X y La Victoria, por la fundación Techo, pero también por particulares. Desde 2024, hay propietarios de viviendas que han facilitado sus pisos a Red Íncola para que los puedan incorporar a este programa. A los titulares del piso «no les supone ningún gasto y cuentan con la confianza que podemos darles desde Red Íncola», explican. Pero el objetivo de la entidad va más allá. Trabajan ahora en conseguir una bolsa de viviendas que permita tramitar el alquiler (a unos precios razonables) directamente entre el propietario y la persona migrante.
«Hay personas que están sensibilizadas con el tema de la vivienda, que saben que los precios que se piden son disparatados y que tal vez prefieren cobrar menos y ayudar a otros. Aquí les ponemos en contacto», explica Miranda, para recordar que alquilar es más difícil para las personas migrantes no solo por razones económicas. «El color de piel es muchas veces una traba. Incluso, el acento extranjero hace que te cuelguen el teléfono cuando llamas para preguntar por un piso».
Caterine Segura, 31 años, llegó desde Colombia a Valladolid en octubre de 2023. Recaló en la ciudad junto a su madre, su niña de cinco años y varios meses de embarazo. El marido llegaría poco después. En un primer momento, se alojaron en la casa de su hermana en Delicias. «Era un piso donde nos juntamos once personas, lo que hacía todo muy difícil», cuenta Caterine, quien gracias a Red Íncola se mudó a uno de estas viviendas de transición hasta que pudo encontrar algo por su cuenta. No fue fácil. Su marido tenía contrato indefinido en la construcción, «pero en las inmobiliarias nos decían que no era suficiente, que yo también tenía que tener trabajo». Consiguió ella un empleo temporal en Renault, que no sirvió para aliviar los requisitos exigidos. «Nos pedían seguro, fianza, meses por adelantado. Al final, más de 2.600 euros de una sola vez y apenas teníamos ahorrados 1.600», cuenta Caterine.
Durante una temporada, estuvo hospedada en uno de estos pisos de Red Íncola. Ese tiempo sirvió para que su familia ahorrara (con el empleo del marido, el suyo, el trabajo informal de su madre). Ahora han conseguido, en el mercado libre, un piso por el que pagan 800 euros al mes en Pilarica. «Es dinero, sí, pero por fin me siento en la gloria, feliz. Es un lugar donde mis hijos pueden vivir con tranquilidad». Sin estar hacinados con otras familias en la habitación de al lado».
También Camila ha encontrado un piso. Después de su estancia en las casas de Red Íncola y de ahorrar, gracias al boca a boca contactó con el propietario de un apartamento en el que ahora viven ella, su hermana y su hija. «Yo tengo papeles, trabajo en la hostelería y mi hermana me ayuda con el cuidado del bebé». Paga 600 euros al mes por un piso en Delicias y lejos quedan aquellos meses difíciles hacinada en una minúscula habitación.
«La vivienda es hoy uno de los mayores obstáculos que se encuentra una persona migrante al llegar a nuestra ciudad», resume María Miranda durante la presentación de la memoria de actividades llevadas a cabo por Red Íncola durante 2024. La de la vivienda ha sido una de las grandes líneas de acción, pero hay más, como resalta Jesús Landáburu, presidente de Red Íncola, y enumera Maru Gonzalez, coordinadora general de la entidad, que cuenta con 28 trabajadores, 367 voluntarios, 150 socios y 44 donantes. Además de los programas de vivienda, durante el año pasado ofrecieron apoyo psicológico a 75 personas, en una de las grandes necesidades detectadas en los últimos meses.
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«El duelo migratorio es importante, ya que son personas que llegan a un sitio nuevo, donde apenas conocen a nadie y con la sensación de que seguramente no volverán al lugar donde nacieron. Hay gente que se siente muy sola y necesita apoyo para volver a arrancar», explican. Cuentan también con programas de apoyo educativo (con 45 becas escolares) y 110 plazas en programas de ocio joven, junto a 230 alumnos en clases de español. «El 40% de las personas beneficiarias acceden a nosotros por los programas de formación y empleo», explican, para añadir que el año pasado ofrecieron charlas de sensibilización a 4.300 alumnos de Valladolid.
«Esta labor es fundamental. Somos conscientes de que nos manejamos en unos tiempos turbulentos de desinformación. Frente a los discursos del odio, hay que lanzar mensajes positivos sobre migración», apunta Landáburu, quien recuerda las palabras del recientemente fallecido Papa Francisco respecto a las personas migrantes: «Acoger, proteger, promover e integrar».
El Conservatorio de Música de Valladolid y empresas de la ciudad apoyaran a Red Íncola en le concierto solidario que se celebrará el próximo 27 de mayo en la sala de cámara del Auditorio Miguel Delibes (a las 20:00 horas). La Big Band del conservatorio, dirigida por Miguel Ángel Arranz, ofrecerá un concierto cuya entrada donativo es de 10 euros, con la posibilidad de hacer aportaciones económicas a través de Bizum (00629). Las entradas se pueden comprar de forma 'on line' en la web de la entidad y también en sus locales de la calle Olmo y en Come Sano Come Justo (Ruiz Hernández, 3), CEM Castilla (en Conde de Ribadeo 6 y Paulina Harriet, 22), y EMUVA (Miaja de la Muela, 5). Desde Red Íncola subrayan que es la primera vez que empresas de la ciudad (Ey, Helios, Acuavi, Construcciones Zarzuela y la Fundación La Caixa- patrocinan esta acción, «comprometiéndose con la misión de la ONG».
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