La covid pasa factura al padrón en Valladolid

Una caída implacable, la más elevada desde 2017 (entonces perdió 2.549 habitantes), empujada fundamentalmente por el exceso de mortalidad provocada por el coronavirus. Llevaba años sufriendo el medio rural la sangría demográfica, con una población cada vez más envejecida y una bajada en la natalidad, pero la pandemia lo ha acelerado. La caída de la población en 2020 se explica principalmente por el incremento de la mortalidad, con un pico de defunciones atribuible a la pandemia y que rompe, de este modo, con la tendencia que parecía iniciarse en 2020. Se postulaba como el año de la recuperación, el que lo revertiría todo –en términos demográficos–, pues la provincia engrosó su censo en 1.103 personas. Pero fue tan solo un espejismo. Este descenso sin freno ha sido constante desde hace una década. En 2011, contabilizaba 534.874 habitantes. El pico de población desde 2000. Es decir, que la provincia ha perdido en los últimos diez años 15.513 vecinos.

Las tablas estadísticas publicadas por el INE desvelan, asimismo, que los pueblos de Valladolid tienen cada vez menos vecinos. Que por sus calles cada vez pasea menos gente. Prueba de ello es que tan solo 87 de los 224 municipios (sin contar la capital) sumaron algún empadronado. El resto, el que más, el que menos, ha perdido habitantes. Aunque unos corren más suerte que otros. Porque, a día de hoy, hay en municipios en los que no queda casi nadie. En los que eso de mantener la distancia de seguridad no les sonó lejano. Porque están acostumbrados. Es la soledad su pan de cada día.

La localidad más pequeña continúa siendo Aguasal. Allí vivía, a 1 de enero de 2021, menos gente que nunca:17, uno menos que un año antes. Alcanzó su particular explosión demográfica en 2009 –32 empadronados– y desde entonces su censo no ha dejado de menguar. En otras también de reducido tamaño, como Gatón de Campos o Fontihoyuelo, la sangría ha sido más aguda. El primero pasó de 32 a 27 vecinos y el segundo, de 39 a 36.

No obstante, el campo, constituido como una oportunidad en tiempos de pandemia por esa mayor garantía a la hora de mantener las distancias, esa predilección hacia las viviendas con un pequeño patio, lejos de grandes núcleos urbanos, ha permitido contener el padrón en otros tantos municipios. Aunque también ha influido la compensación entre nacimientos y defunciones.

Es el caso de una quincena localidades, entre las que destacan Santovenia de Pisuerga, Mota del Marqués, Bobadilla del Campo o Corcos, que según el INE comenzaron tanto 2020 como 2021 con el mismo número de vecinos. Esta incidencia demográfica a la baja que ha acechado a la provincia no le ha sido ajeno a la capital. Comenzó 2020 con 299.265 habitantes y lo cerró con 1.490 menos (297.775). En su cinturón, sin embargo, el efecto es el contrario. Precisamente esa cercanía a la ciudad ha impulsado a la gran mayoría de municipios del alfoz a ganar habitantes. Es el caso, por ejemplo, de Arroyo de la Encomienda (179 censados más, pasando de 20.537 a 20.716); Aldeamayor de San Martín (155 más); Simancas (48 más) o Viana de Cega (98 más), entre otros.

Por otra parte, cabe destacar que Medina del Campo y Laguna de Duero, dos de las localidades vallisoletanas más grandes, también iniciaron 2021 con menor población. En el primer caso, su padrón se redujo en 145, pues se pasó de 20.416 en enero del año pasado a los 20.271 a 1 de enero de 2021. En el segundo, el saldo negativo fue de 132 (tenía 22.765 en 2020 y a principios de este año, 22.633).

Por último, en Castilla y León los efectos demográficos de la pandemia también han sido profundos. Entre el 1 de enero de 2020 y esa misma fecha de 2021, la comunidad ha perdido en su conjunto 11.779 vecinos. Inició el presente año con 2.383.139 habitantes, 176.376 menos que hace diez años. Además, las nueve capitales de provincia perdieron población.